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viernes, 22 de marzo de 2019

Desert Altar : un mágico ritual bajo el manto de lo oculto


Estamos a unos cuantos días de cumplir un año de la publicación del álbum debut de Desert Altar, un disco que en su momento despertó el interés de la escena hard rock y proto-doom de la costa este norteamericana pero que al poco tiempo se perdió como estrella fugaz ante el fulgor de tantos otros grupos bajo el mismo estilo. El tiempo ha pasado y ahora es necesario regresar a dicho material para descubrir en él cuál es su valor sonoro y qué elementos pueden ser los que bien podrían recuperar para continuar por la difícil senda del rock.

La ilustración de una mano penetrando un cráneo inmediatamente atrapa la pupila, pero al bajar la aguja sobre el vinilo las cosas cambian. Cuando se antepone la palabra desert en el nombre de cualquier banda, lo primero que se busca encontrar es un sonido stoner entendido según los californianos. Y aunque el disco no deja a un costado del camino a este estilo (lo que queda claramente establecido en "Desert sons"), la atmósfera general del primer disco de Desert Altar ronda por otros lúgubres lugares.


Lejos de las apariencias, Desert Altar es una banda formada en Richmond, Virginia, por lo que es el sombrío sabor de los profundos bosques es lo que realmente predomina su álbum debut. Su hard rock es obscuro hasta alcanzar por instantes un tufo a proto-doom y a occult rock, lo que provoca al terminar de escuchar sus treinta y seis minutos una sensación de misterio y magia fría muy lejos de las aspereza desértica que por momentos se intenta por medio de acordes nacidos directamente del stoner metal.

Dos afiladas guitarras se tienden a duelo bajo el dominio de Zach Snowden y Michael Potts. Mientras la batería de Mike Arjone asemeja a una tormenta eléctrica, el bajo ahogado en fuzz de Ed Fierro se encarga de guardar las líneas melódicas. Finalmente, Desert Altar encuentra en Piper Neddenien a su hermosa sacerdotisa que ofrecerá en denso ritual su tersa voz, elemento que terminará por crear un extraño equilibrio entre el occult rock caracterizado por bellas sirenas de canto hipnótico y un hard psych de vibras místicas que por instantes roza la esencia pop.


Tras uno acordes someros y limpio, el primer disco del quinteto de Richmond nos ofrece por medio de la inaugural "Gjallarhorn" una entrecortada melodía que muestra las dos influencias principales del grupo: el tiempo aletargado del primer doom y los acordes distorsionados e insistentes del stoner metal. Bajo la misma estética sonora, "Dark descent" nos ofrece un misticismo que de manera rastrera se arrastra poco a poco hasta el embrujo, tétrico tema lento que nos golpea sin piedad hasta sumergirnos en sus abismales aguas difíciles de navegar.

Sin embargo, el elemento que obliga a rescatar al debut de Desert Altar del olvido son los riffs melódicos que definen a varios de sus tracks al grado de crear una adicción a su alrededor. Bajo la atmósfera onírica de las voces femeninas y guitarras hirientes que hemos escuchado en otros polos del planeta como con los autralianos de Devil Electric o los mexicanos The Wizard, Desert Altar nos ofrece tres dardos venenosos imposibles de evadir: el hechizo del bajo en "Follow" que logra crear una atmósfera envolvente a su alrededor, el aguijón de la figura principal en "Rise" que suelta su líquido adictivo para viajar junto con su estridencia, y la directa "Animus" con su melodía sin contemplaciones ni frenos.


Una vez que la banda de Richmond ha encontrado su fórmula, la receta de manera repetida con mayor insistencia. Sin mediación alguna, un riff directo nos golpea al rostro hasta que un ligero detalle wah le ofrece un poco de acidez a su figura. El ritmo se entrecorta para darle espacio a la voz sin ataduras de Piper mientras escuchamos un tema que habla sobre máquinas mortales que llegan al planeta desde otras latitudes cósmicas. Los acordes de "Death machine" son atroces, pero al mismo tiempo le otorgan su lugar preciso a la voz y hasta un doble solo de guitarra es posible escuchar. Aunque es innegable la herencia del Black Sabbath más rabioso, Desert Altar nos ofrece un tema infeccioso con gran voltaje del cual es imposible escapar.


La magia de aquellos rituales realizados en algún lugar oculto y misterioso busca ser rescatada por la intensidad y la zozobra encapsulada en el primer disco de Desert Altar. Sin embargo, el álbum pasó inadvertido ante el tsunami doom que ahogado al planeta de doom ancestral con historias sobre desastres, aquelarres y muerte. Quizá una nube de transformación se pose sobre la banda de Virginia, pero quienes tuvimos la suerte de descubrir su primer material deseamos que mantengan aquella vibra obscura llena de intensidad y melodías directas que bien podríamos identificar como la principal característica de Desert Altar...


miércoles, 20 de marzo de 2019

1782 : un tributo a las brujas condenadas


"¡Oh bruja, qué espantoso poder tienes!
¡Yo no lo habría adivinado!
Pero ahora tengo miedo y horror...
¡oh!, ¡con qué razón eres odiada!
¡Qué gran día será cuando seas quemada!
Jules Michelet, "La bruja" (Francia,1862)

Con el transcurrir del tiempo, los juicios a las personas consideradas brujas fueron perdiendo fuerza debido a la falta de consistencia de las pruebas y la transformación de las creencias tras el desarrollo de la ciencia durante el llamado Siglo de las Luces. Sin embargo, en el año de 1782 se realizó en la antigua ciudad suiza de Glaris la última ejecución de una persona relacionada por la brujería. Una sirvienta llamada Anna Göldin fue culpada de envenenar a una niña de ocho años por medio de la ingesta de agujas. El veredicto de los jueces la condenó a la horca, por lo que fue considerada "la última bruja de Europa".

Bajo esta historia, al final del año 2018 un par de amantes del doom primigenio decidieron crear una obscura banda con el simbólico nombre de 1782. Su nacimiento se dio gracias al deseo de dos ex-integrantes de la agrupación italiana de hard psych Raikininas por hacer algo mucho más denso bajo la escuela del hard rock aletargado que surgió a mediados de los años setentas bajo las enseñanzas de Black Sabbath y Pentagram.


1782 está conformado por las secas percusiones de Gabriele Fancellu y las desgarradoras cuerdas de Marco Nieddu, quien se encarga de todas las guitarras y el bajo. Por medio de la construcción de melodías lentas que semejan el difícil paso de un condenado a muerte que arrastra un grillete amarrado al tobillo, una atmósfera densa se levanta frente a nosotros para crear el telón perfecto sobre el cual podremos escuchar mórbidas líricas sobre brujas enjuiciadas, persecuciones atroces y asesinatos desarrollados por la ignorancia, el temor y las creencias.

Sin permitir que el tiempo y la magia venciera sus negras intenciones, 1782 publicó en enero de 2019 por medio de Electric Valley Records el single "She was a witch" como una declaración de intenciones mientras era grabado lo que será su álbum debut, el cual será publicado en mayo de 2019 por Heavy Psych Sounds, disquera del reconocido guitarrista de Black Rainbows y Killer Boogie Gabriele Fiori quioen los firmó como parte de su catálogo hace unos días.


Para identificar el sonido de 1782 tenemos que remitirnos de manera obligatoria a sus influencias directas. Sus ritmos repetitivos atascados en barullos y cuerdas ensordecedoras están inspirados en aquel hipnótico Sleep de los años 90, el ácido doom de Electric Wizard del nuevo siglo y la potencia sonora del Monolord de los últimos tiempos. Una guitarra pantanosa juega con sus figuras mientras el bajo delimita la melodía y una batería golpea sin piedad para marcar el monótono tiempo. Ruido que alcanza en su constante repetición la mejor manera de crear su identidad y su fuerza innegable.

Mientras unas voces distorsionadas culpan a la mujer inocente de brujería, las llamas ardientes de la hoguera la consumen hasta las cenizas. Un acorde seco se levanta frente a nosotros como un muro impenetrable, sonido indomable que por medio del fuego se ha convertido en leyenda y temor. La alegría del aquelarre se ha transformado en un cruel lamento que no encontrará final ni el propio infierno. "She was a witch" es aletargada como la muerte a través de una pira funeraria, un tétrico  ruido que recuerda aquel castigo impuesto a quienes fueron culpados de pactos demoníacos, obscuros rituales de magia negra y actos inexplicables que la imaginación del vulgo denominó por siglos como brujería.

A través de la estética creada por el estudio Sscvlt por medio de litografías e ilustraciones coloreadas, 1782 encuentra su referencia visual mientras acompaña con fuertes imágenes el atormentado sonido creado por el dúo italiano. Mientras dejamos pasar las semanas que al fin nos permitan escuchar el álbum debut de la banda originaria de Sardinia, nuestra imaginación pasea por los obscuros pasillos de los iconos estridentes y el desgarrador sonido del doom más básico. Existen varios discos esperados para este 2019, sin embargo el estreno de 1782 logró colocarse dentro de lo fundamental de manera inmediata gracias a un solo tema. Ahora a esperar el resto... 


viernes, 15 de marzo de 2019

Stone Witch : el aquelarre ocurrido en el desierto


"La brujería difiere de las todas las demás artes perniciosas y misteriosas
en el sentido de que, de todas las supersticiones, es la más repugnante, 
la más maligna, y la peor, por lo cual deriva su nombre de hacer el mal,
y aun de blasfemar contra la fe verdadera..."
Malleus Maleficarum, H. Kramer & J. Sprenger (1486) 

Tambores rituales rompen la tranquilidad de la noche para anunciar el inicio del aquelarre. Una hoguera quiebra la obscuridad pero al mismo tiempo ofrece refugio para las criaturas profanas. La atmósfera se ahoga en zozobra ante un rito maligno que habrá de suceder bajo el amparo de las sombras. El desierto es tan sólo un mudo testigo de la demoníaca ceremonia que sobres sus arenas ha ocurrido...

La negra avalancha que el resurgimiento del doom ha creado dentro de la escena mundial del hard rock no frena su paso hasta llegar a cualquier confín. Hoy se ha adueñado del desierto de Arizona por medio de Stoner Witch, banda originaria de Phoenix que ha aderezado con la aspereza de la arena los sonidos inspirados en el proto-doom de Black Sabbath, Pentagram y Sir Lord Baltimore. Los clásicos sonidos aletargados que recuerdan al lento paso de un condenado a muerte con un grillete amarrado al tobillo suman ahora un elemento más a la tortura: el pesado andar sobre los páramos desérticos.


Los primeros espasmos de existencia mostrados por Stone Witch los detectamos con la publicación de su debut Order of the goat, un EP con cinco track publicado en julio de 2016 que paso sin pena ni gloria debido a la gran vorágine de donde surgieron discos y bandas sin control. No fue hasta sino hasta enero de 2019 que con su Desert oracle cuando el grupo puedo destacar gracias a su sucio sonido y su pesada atmósfera que enamora a cualquier seguidor del género.

Stone Witch está conformado por el guitarrista y vocal Jayare Robbins, el guitarrista Matt Wentz y los hermanos Colbert, Ian en el bajo y Jason en la batería. Este cuarteto ha logrado distinguirse del resto de bandas gracias a su sonido lo-fi que logra por momentos rescatar la esencia de las primeras semillas del doom sembradas en los primeros años de la década de los 70. La frialdad de sus melodías contrasta radicalmente con el ardor de sus rasgueos, algo que indudablemente han logrado gracias al ambiente que los rodea en la seca Arizona.


Desert oracle es un álbum por momentos aterrador, pero quizá se distingue por su atmósfera sombría. Sus percusiones iniciales nos remiten irremediablemente a un ritual místico realizado bajo la luz de la luna, pero los acordes secos de la inaugural "Cursed" terminan creando una sonora tormenta de arena que satura los tímpanos y continua sus lamentos hasta "Wizard's smoke". Sin embargo, la somera producción de estos dos temas junto con la stoner "Void of form" nos podrían hacer pensar que el material se trata de un simple demo, aunque todo se transformará de manera mágica.

Lo que podría ser un simple disco dentro del gran cúmulo existente, las melodías se transforman de manera radical para ofrecernos una colección de temas poderosos que aprovechan la baja fidelidad para crear una atmósfera rancia y ofrecen un soporte inmejorable para el proto-doom hecho por Stone Witch: el lúgubre sonido de "White eye" alcanza niveles de verdadero escalofrío aunque la banda no permite que el track se petrifique bajo ese ritmo cuando aumenta la velocidad y todo se transforma en un agitado aquelarre, la lisérgica guitarra de "Shadow" penetra los poros de la piel hasta provocar el ácido paseo por lo que ocultan las neuronas, y "The Ark" simplemente es el estandarte sonoro del Desert oracle gracias a su sombría melodía que hechiza a quien ose colocar su atención en ella.


Si el Desert oracle no tuviera más elementos con los cuales sorprender, inesperadamente escuchamos otro quiebre sonoro por medio de "Dutchman" y su viaje acústico de tintes desolados. Sin embargo, el segundo álbum del cuarteto de Phoenix cierra con dos granadas más: el alucinógeno hard psych "Hollow earth" y la onírica oda titulada "Pillar of the colossus", un tema lento que poco a poco nos arrastra hasta los propios abismos del averno.


La bruja de piedra que intenta descifrar los arcanos ha quedado petrificada, pero en una de sus visiones ha narrado la historia de una arca que navega bajo el lento ritmo de las aguas someras. El arrullo provocado por la figura monótona poco a poco nos arrastra a lugares desconocidos, pero la fuerza contenida en su interior sencillamente enciende hogueras internas imposibles de sosegar. "The ark" es el primer quiebre auditivo en el Desert oracle, quizá un cruce de caminos donde se ofrece el alma al demonio con la finalidad de obtener las mejores habilidades para alcanzar lo más preciado. Es inevitable no dejarse llevar por la onírica melodía hasta quedar embelesado, tenue beso frío de muerte y mórbido deseo por develar lo que esconde aquella dama descarnada hecha de arena.

Stone Witch ha creado un material hipnótico que requiere varias vueltas para ser digerido en plenitud. Sus nueve historias hablan sobre el pasar del tiempo en diversos espacios como aquella mujer que lanza las cartas del tarot para interpretarlo, obscuras visiones que intentan descifrar lo desconocido bajo una lúgubre atmósfera imposible de abandonar. Desert oracle es el rescate de lo narrado por quien la piedra ha sido callada, ruido que expresa la memoria de la revelación y la advertencia, un sueño que remite al recuerdo y al sonido de lo que ocurrió alguna vez...

miércoles, 13 de marzo de 2019

Dead Witches : la expulsión de los demonios internos



Desde su inicio, el andar de Dead Witches ha sido errante. Al igual que la larga trayectoria de Mark Greening (su líder indiscutible), la banda inglesa ha vivido una difícil historia que no le ha permitido establecerse como un grupo fundamental para el stoner doom como estilo sonoro. Los reflectores siempre han estado en Electric Wizard, pero tras su segunda salida, Greening ha peregrinado en búsqueda de establecerse en un lugar definido con la intención de forjarse un nombre propio; aunque su carácter errático e inconforme lo ha llevado a vagar una y otra vez.

Aunque hay que pecar de sinceridad: la desgracia persigue a Dead Witches. El fallecimiento del guitarrista Greg Elk antes de la publicación de su debut Ouija y la salida de Virginia Monti tras el rompimiento con Greening, sellaron el destino la banda. Sin embargo, el reconocido baterista decidió reconstruir al grupo sin abandonar su concepto sonoro: ásperas guitarras, baterías criminales y una hipnótica voz femenina.


Para mantener la potente base sonora, Greening mantuvo al bajista Carl Geary mientras terminó de conformar al grupo por medio del guitarrista Oliver Hill y la vocalista Soozi Chameleone. Con esta alineación, Dead Witches entró a los estudios Chuckalumba para grabar una lúgubre colección de temas que se distingue por el fuzz omnipresente y una seca voz femenina que se lamenta entre las  ruidosas ruinas que conforman cada melodía. Así es como tenemos ahora la oportunidad de destazar el The final exorcism, álbum publicado en febrero de 2019 bajo el sello italiano Heavy Psych Sounds.

El segundo disco de Dead Witches está claramente dividido en dos partes: en la primera escuchamos dos densos temas ahogados en distorsión lisérgica y desgarradores acordes que repiten su riff una y otra vez hasta la obsesión, mientras que en la segunda escuchamos temas más versátiles que vagan entre el doom más profundo y el stoner metal más áspero a través de temas aletargados. A manera de dejar claras estas divisiones, la banda inglesa inicial su nuevo material con una tétrica introducción llamada "There's someone there" que asemeja un llamado desde ultratumba y en su parte media nos ofrece una agridulce melodía titulada "When do the dead see the sun" que sirve de remanso auditivo, aunque sin abandonar su mórbida atmósfera general.


The final exorcism inicia con las suaves notas del tema que le da nombre al álbum, una obscura oda que a los pocos segundos se transforma en un intento infructuoso por arrancarse al diablo del interior. La producción técnica del disco permite colocar cada instrumento en un lugar preciso para poder apreciarlo, pero al mismo tiempo logra mantener la unidad que distingue el stoner doom con su característica muralla de sonido infranqueable. Sin embargo, cuando escuchamos el lisérgico riff de "Goddness of the night" sabemos que estamos ante una banda que rescata sus orígenes sonoros inspirados en el Black Sabbath más intoxicado y el Electric Wizard más crudo de quien formó parte en sus momentos más cruciales.

Dead Witches busca expandir sus propios límites más allá de un género por demás definido, por lo que se convierte en un reto para quien decide entrar en sus abismales aguas. Dejando a un lado "Fear the priest" con sus figuras retorcidas clavadas en el doom metal tradicional, la segunda parte del The final exorcism es un intento por romper sus propias cadenas para construir temas con mayores posibilidades estéticas que el ruido desgarrador y la pesadumbre de la muerte y los horrores ocultos tras de sí. "Lay, demon" esconde dentro de su melancólica melodía una serie de efectos fantasmales y una figura innovadora que permite enamorar a cualquier osado escucha para atraparlo como si se tratara de un canto de sirenas. Aunque la voz de Soozi Chameleone es más restringida que la de Virginia Monti, sus tonos crudos llenos de dolor logran captar la esencia de la banda hasta formar parte del propio barullo general.



Sin embargo, si buscamos un tema que defina los nuevos senderos de Dead Witches, es necesario hablar de "The church by the sea". Su poderosa guitarra descompuesta marca la melodía mientras los tambores rituales cimbran el suelo hasta que el tema nos muestra toda su fuerza. El bajo ahogado en fuzz quiebra la tierra donde se posan nuestros pies mientras la desgarradora voz entona una melodía sobre una desesperada lucha contra los demonios internos. DE manera inesperada, las líneas rítmicas se transforman a partir del ácido efecto del wah para simular como todo termina ahogado por las aguas abismales; pero si aún ello no nos ha sorprendido, la canción se transforma en su parte central por medio de una figura marcada e insistente que finalmente abre paso a un vals macabro y atmosférico del que será imposible escapar. La batería de Greening en primerísimo plano no deja de golpear de manera sorprendente, aunque el breve solo de guitarra de Oliver Hill es quien se lleva los aplausos gracias a su sentimiento y entonación.

Según cuenta el propio Mark Greening, "The church by the sea" fue escrita al poco tiempo de la muerte de Greg Elk (su primer guitarrista), siendo al mismo tiempo la primera canción terminada en su totalidad por la nueva alineación de Dead Witches. La figura de una iglesia frente al mar hace referencia a un lugar en el que se busca paz, pero una vez que la marea sube, todo se torna confusión y dolor. Los gritos desesperados que imploran salida, escape y libertad contrastan con los sonidos que atrapan y te jalan al fondo del océano sin posibilidad de huida. Asfixiante himno que lleva a Dead Witches a nuevos terrenos dignos de alabar que, si deciden seguir sembrando, seguramente les rendirán grandes frutos.


Para navegar las obscuras aguas del The final exorcism es necesario conocer el largo recorrido hecho por Mark Greening por medio de Electric Wizard, Ramesses y With the Dead, tres insignias del doom en su encuentro con el stoner más lisérgico. Sin embargo, el segundo álbum de Dead Witches tiene los suficientes elementos propios para ser disfrutado para quien gusta aventarse al abismo de lo desconocido mientras la estridencia satura las bocinas y las tétricas voces relatan historias de dolor, angustia y muerte. Los demonios internos de la banda buscan un refugio nuevo, la música ha logrado exorcizarlos mientras las almas  que les dieron hogar buscan su eterno descanso...



jueves, 7 de marzo de 2019

Sementales Salvajes : el dulce ruido de la verde hoja


Las palabras han sido erradicadas, arrancadas del sonido y lanzadas al olvido. El ruido se levanta con todo su poder mientras el dulce humo es inhalado y la realidad se torna difusa, quizá distinta tan sólo. Una nube psicotrópica ahoga el ambiente hasta que la estridencia toma el control de las neuronas para dejar su infeccioso aguijón clavado como aquellos mortíferos insectos del desierto. Los ásperos acordes desgarran la piel mientras el canábico ritual se lleva acabo entre los devotos al viaje y el estruendo. 

La amenaza estaba lanzada, pero el encuentro completo con aquello que apenas fue pronunciado ha roto con cualquier expectativa. En un primer momento, Greend fue un colosal tema presentado como single en noviembre de 2018, una calada para preparar el terreno. Sin embargo hace unos días Greend se convirtió en un álbum completo, el nuevo material discográfico de Sementales Salvajes que había sido probado sobre los más insospechados y obscuros rincones de México hasta condensar las densas improvisaciones en un conjunto de cápsulas bien definidas grabadas en el estudio BandInc.


Nuestra referencia inmediata sobre Sementales Salvajes era Vol. 0 (reseña-review), aquel álbum hecho a base de vibrante stoner metal con tufo desértico que fue coronado con una impactante portada que nos mostraba una mujer desnuda preparada para participar en algún ritual satánico. Tras cuatro años de su publicación, la banda originaria de Durango regresó a los escenarios con la intención de darle continuidad a lo realizado en dicha ocasión.

Si bien en ese disco de 2014 podíamos escuchar temas instrumentales de gran manufactura, hoy en Greend han quedado desterradas las líricas para ofrecernos una tormenta auditiva llena de furia y hierba quemada. Los juegos de palabras están ahora encadenados bajo los títulos de los abismales monstruos sonoros del álbum para explotar su múltiple significado y provocar resquemor en las buenas conciencias. 


Mientras las dulces hojas quedan inmortalizadas en un Santo Grial, el sonido que se escapa por las bocinas golpea irremediablemente los tímpanos del viajero psicotrópico. El potente impacto de las percusiones de Isaac Sánchez ofrece una referencia en el tiempo para las pantanosas líneas de bajo de José Peyro, pero las hirientes figuras de la guitarra de Isaac Sosa logran penetrar la piel hasta ofrecer la sangre inocente en sacrificio al maligno. "Beqa" nos prepara para el ritual con sus lisérgicas figuras,  quizá el inicio de una senda maldita que encontrará su objetivo en "Greend", un espesa oda de dimensiones titánicas que arrastra al viejo stoner desértico hacia los confines del doom más visceral y el sludge más sincero.

Para los oídos no adiestrados, Greend puede ser un material estridente y reiterativo que no llega a ningún lugar. Sin embargo, es necesario dejar que cada tema hable por sí mismo para que cada acorde se impregne sobre la piel y su vibración logre trasmitirnos su sagrado mensaje. La melodía de "Grimoire di opium" quizá pueda ser el tema ideal para adentrarse a las ásperas mareas sonoras de Sementales Salvajes gracias a su ritmo hipnótico que poco a poco nos ahoga hasta dejarnos sumergidos en sus abismales aguas. En cambio, si lo que buscamos es energía que sature las neuronas hasta perdernos en algún confín olvidado del Universo, "The eternal man" puede ser la dosis perfecta. 


Si uno es de aquellos aventureros arriesgados que saben navegar por aguas profundas, Greend será una joya en bruto digna de ser admirada. Las bestias guardadas en su interior requieren la quema de las dulces hojas verdes para que su vibración se pueda sentir en cada poro de la piel. La saturación sonora de "Green VVitch" es la muestra ideal del atascado ruido que se eleva junto con el humo para hechizar al más preparado. Sus insistentes figuras se pierden entre constantes golpes tribales y acordes desgarradores que no dejan ni por un segundo de rasgar, poderoso viaje canábico que golpea de frente contra una muralla de sonido imposible de cruzar.


Si tras los primeros cinco track de Greend no hemos quedado atizados ante el fuerte olor a hierba, además de cimbrados por el escándalo, Sementales Salvajes nos recetan un obscuro instrumento mental hecho a base de palabras sin sentido titulado "Black mantra", un hipnótico y monótono canto que logra rescatar nuestro espíritu para abandonarlo en el vacío. Mientras un extraño misticismo sustituye al barullo eléctrico, sólo nos queda ante nosotros el recuerdo de un zumbido insistente que mezcla lo prohibido con lo sublime, la magia del poder instrumental con la infinita posibilidad de significados, el sonido saturado en búsqueda de un cauce donde poder fluir y depositar toda su fuerza.

El ritual ha terminado por este momento, pero sabemos que el escandaloso veneno ha infectado a todo el torrente sanguíneo. Sin remedio, regresamos la aguja al punto de inicio para permitir que el vicio vuelva a ofrecernos aquella pasión que nada más puede satisfacer. México tiene en Greend de Sementales Salvajes una colosal obra doom para presumir al Universo...



martes, 5 de marzo de 2019

Mooner : los sonidos de la lejana isla de Java


Cuando escuchamos Indonesia llega a nuestra mente tan sólo referencias sueltas de un lugar lejano, exótico y desconocido. Siendo un país ubicado entre Oceanía y el sur del continente asiático, las noticias que llegan de ahí son muy escasas para Occidente, de nos ser la belleza de los paisajes tropicales y los grandes explosiones volcánicas que han dado origen a las islas que conforman la zona. Sin embargo, hoy hemos encontrado entre los mares electrónicos a una banda formada en dicho lugar que mezcla a la perfección lo sublime con el estruendo: Mooner.

Las redes sociales y el desarrollo de los medios de comunicación e información han creado las condiciones necesarias para los encuentros entre distintos pueblos y diferentes culturas. El tsunami creado por el fuerte sismo que ha sacudido al planeta en la última década alrededor del hard psych , el vintage rock y el proto-doom llegó a lugares insospechados, pero una vez asimilado el género, muchas bandas lograron imprimir su propio sello y hasta su forma de ver el mundo. Esto fue lo que ocurrió con Mooner, grupo que mezcla lo ácido de la psicodelia con la distorsión del obscuro rock eléctrico de principios de los años setentas mientras insospechadas líricas cantadas en su propio idioma.


Mooner nació en la ciudad de Bandung a mediados de 2016 a través del encuentro entre el bajista Rekti Yoewano y el guitarrista Absar Lebeh, quienes buscaban llevar el fuerte rock inspirado en el nuevo stoner que hacán en sus respectivas bandas para llevarlo a nuevos terrenos de experimentación. Fue así que llegó la vocalista Marshella Safira y el baterista Pratama Kusuma para terminar de conformar un cuarteto poderoso al que se le ha calificado de "super-grupo" gracias a que cada intengrante ha formado parte en algún momento de distintas agrupaciones importantes en Indonesia como Sarasvati, the SIGIT, The Slave y Signum.

En abril de 2017 el grupo presentó su álbum debut por medio de la disquera Bhang Records titulado Tabiat, material de hard rock directo donde se puede saborear algunas melodías propias de la nación asiática. Sin embargo, al escuchar su sencillo "Ingkar" uno puede detectar fácilmente la omnipresente influencia del Black Sabbath, pero si uno tiene la oportunidad de escuchar todo el disco de manera íntegra uno termina recordando a otras bandas donde las voces femeninas dominan el espectro auditivo como Electric Citizen, Psychedelic WitchcraftDevil Electric o Mount Salem.


A finales de enero de 2019, Mooner presentó su segundo álbum también por medio de Bahng Records llamado O.M., aunque en esta ocasión fue editado para su difusión internacional a partir de febrero con Outer Battery Records.  Para esta ocasión, el cuarteto de Bandung  abandonó los clichés del género para permitir una experimentación por medio de sonidos orientales que lograran transportar a sus oyentes a través del profundo oriente; algo que inevitablemente se vincula con las mezclas sonoras hechas en la primera psicodelia.

O.M. comienza con una breve introducción de cítara llamada "Indo", tema que logra arrancarnos de la realidad para llevarnos a sitios místicos de introspección y reflexión. Sin olvidar los ásperos sonidos alcanzados en Tabiat, O.M. respira directamente de la música indonesa entre percusiones y flautas que construyen un ambiente exótico como el narrado por Emilio Salgari en las distintas aventuras de Sandokan por las islas de Malasia, Sumatra y Java.


Para esta ocasión, Mooner ha dejado a un lado el proto-doom de Tabiat que aun se saborea en algunos instantes como en "Aram" o en la fugaz "Bahala" para regalarnos tenues pasajes nacidos del blues como en "Lamun ombak" o en "Renjana". Sin embargo, O.M. es un álbum de hard rock con tintes psicodélicos que insisten en mostrarnos los sonidos de aquella isla indonesa. "Gasang" juega con la magia del pedal wah sobre ritmos pop, pero Mooner se permite subir el volumen como en la hipnótica "Ilat" o en la múltifacética "Umara" con aquel sublime paseo cósmico que hay en su interior.

Lo que si es claro dentro de O.M. es que el álbum está construido a través de las distintas líneas melódicas creada por la voz de Marshella Safira, que a diferencia del disco anterior, sus líricas buscaban acomodarse en las melodías instrumentales hechas por Lebeh y Yoewano. "Menenggala" es un hechizo eléctrico que nos obliga a soñar en bellas mujeres bailando ataviadas en vestidos tradicionales mientras una línea de flauta al estilo de los alemanes Wucan nos vuela las neuronas. Quizá la luminosidad del segundo material de Mooner se opaca con las insistentes figuras de guitarra de "Kama", aunque ese velo exótico de sonidos entrecortados y cantos hipnóticos nos regresan al ambiente general del disco.


El estilo alcanzado por Mooner en su O.M. queda claramente demostrado en su primer single llamado "Kelana", que a partir del eco sonoro de cítaras entona una melodía infecciosa que poco a poco nos arrastra a su mística construida sobre algunos elementos de hard psych y cantos hipnóticos que hablan sobre un ser errante que vaga por el cielo estrellado mientras difunde su mensaje. Sin lograr separarse de su esencia, la banda de Bandung mezcla el frenesí alcanzado con la zozobra de ritmos aletargados herederos de las primeras semillas del doom. Sin embargo, el trabajo visual realizado por Agung Prawobo y dirigido por Badu Wirandoko a través de Seeds Motion nos ofrece un fuerte viaje ácido que nos muestra a la vida y a la muerte como motores del universo.


Poco a poco, las tendencias musicales nos han atrapado la atención hasta dejarnos encadenados a Europa y América. Sin embargo, en el resto de los continentes están construyendo interesantes fusiones sonoras que tienen los elementos suficientes para envenenarnos y provocar el abandono de la realidad. Sin abandonar su propio idioma, Mooner nos demuestra que se puede utilizar el hard psych y el proto-doom para crear bellas e enigmáticas odas universales. ¡Atención planeta Tierra! Ahora nuestros tímpanos están dirigidos hacia Java...



jueves, 28 de febrero de 2019

Spidergawd : una orgía acústica hecha en Noruega


Un grave saxofón ofrece la bienvenida gracias a una tormenta de notas escupidas desde su boca hasta inundar toda la atmósfera a nuestro alrededor. Salvajes figuras hechas a base de metal y viento anuncian el regreso de la quimera noruega que en más de una ocasión han quebrado tímpanos a base de colosales sonidos ahogados en intensidad y distorsión. El tiempo ha pasado hasta conseguir que el rugido de la bestia escandinava encontrara su camino tras la salida de uno de sus pilares, pero una vez orientada su brújula, ahora es el momento de entonar nuevos himnos y demostrar su fuerte imaginación.

Spidergawd vivió un periodo de construcción sonora cuando, tras la publicación del impresionante III en enero de 2016 (reseña-review), el bajista Bent Saether decidió concentrar sus esfuerzos con Motorpsycho, aquel indefinible monstruo de múltiples cabezas que él mismo fundó. Desde entonces, Hallvard Gaardløs se unió a la banda para cumplir varias fechas contraídas hasta que definitivamente se quedó con el control de las cuatro graves cuerdas. Desde esta manera, el siguiente álbum de la banda titulado IV  que fue presentado en febrero de 2017, terminó siendo un material de transición que navegó en grandes improvisaciones, largos puentes instrumentales y algunos momentos frenéticos construidos bajo el estilo ya definido previamente.

Tras un tiempo de adaptación vivido entre los estudios de grabación y los escenarios, Spidergawd logró establecer su marca auditiva a través de sus poderosas armonías que se levantan como grandes murallas de sonido construidas por el encuentro de las guitarras distorsionadas de Per Borten, el saxofón barítono de Rolf Martin Snustad y las líneas de bajo en manos del recién llegado Gaardløs. Si bien en IV la banda pudo explorar sobre nuevos terrenos, en el recién estrenado V podemos escuchar a un grupo suelto y confiado que puede dedicar a componer melodías memorables sin perder su estruendo característico. 

El quinto álbum de estudio ha sido publicado por Crispin Glover Records en enero de 2019 bajo su estética visual previamente definida por la artista Emile Morel, quien en esta ocasión nos satura la mirada con una barroca ilustración atascada en detalles y misteriosos personajes que hacen coincidir la fantasía y la naturaleza. Ante dicha portada, las múltiples posibilidades sonoras responden a las expectativas sembradas por la imagen, estilos y géneros que se funden para crear una orgía acústica sobre melodías llenas de riffs y ganchos que indudablemente quedarán anclados a las neuronas.


V está inspirado en las líneas melódicas y la intensidad del New Wave of British Heavy Metal (NWOBHM) según la reinterpretación hecha en la última década por bandas suecas como Hypnos, Horisont, Black Trip o Saturn; aunque todo termina bajo el tamiz estridente de Spidergawd que invariablemente recuerda a un zumbido de abejas que satura los tímpanos o la sensación de una tormenta de arena sobre la piel. Sobre la base NWOBHM, el cuarteto noruego diferentes toques para cada tema: "All and everything" es una oda in crescendo que remata con un estribillo viscoso imposible de soltar, "Ritual supernatural" está construida sobre una directa melodía pop que bien podría ser el primer single del álbum, y "Knights of C.G.R." es una granada a punto de explotar por medio de su adictivo y filoso riff tras una colosal introducción llena de misterio y zozobra.

Sin embargo, el nuevo álbum de Spidergawd recupera elemento de otros géneros como lo hace su alter-ego Motorpsycho, aunque todo termina sobre los ásperos dominios sonoros de la banda de Trondheim. Podemos detectar ciertos aires progresivos en "Green eyes" gracias a su inicial guitarra acústica y algunas figuras orientales sobre un ritmo constante que busca clavar los dientes en la yugular. "Avatar" es construida a partir de un heavy rock clásico, aunque con una velocidad moderada en sentido contrario de "Twentyfourseven", track que recuerda por instantes al clásico "Old fangs" de Black Mountain. Ante las múltiples posibilidades, Spidergawd termina por ofrecernos un impresionante sonido atmosférico que sorprende por su volumen y textura, algo que queda demostrado en los apocalípticos vientos de "Whirlwind rodeo" que se escuchan sobre sus constantes cambios de melodía.


Si un elemento distintivo de Spidergawd hacía falta en V, la cerradora "Do I need a doctor...?" lo tiene. Cuando se asiste a un concierto de la banda noruego, lo primero que se ve sobre el escenario es la impresionante batería de Kenneth Kasptad, elemento que funciona de centro de gravedad dentro del sonido del grupo. En el último track del quinto disco de Spidergawd podemos escuchar la potencia y la gran imaginación del baterista, quien a base de golpes nos ofrece un constante y acelerado ritmo, construye un poderoso himno a la intensidad. La poderosa velocidad es sólo quebrada por instantes gracias a la gravedad del saxofón de Snustad y la afilada guitarra de Borten, la cual nos ofrece en el clímax del tema un memorable solo lleno de magia y misterio. ¡¡Descomunal forma de concluir el álbum!!


El regreso de Spidergawd es espectacular. Así como es de barroca su portada, V también está saturado de sonidos hasta el punto de requerir un oído fino y tiempo suficiente de escucha para lograr identificar cada uno de sus elementos. Sin embargo, más allá de tecnicismos y especialidades, el último disco de los noruegos es una bomba que puede volar las neuronas de quien se atreva a pasear por sus pasillos; y aunque es alto el riesgo de perderse entre ellos, con tan sólo el deleite de escuchar esta majestuosa obra musical de alto nivel interpretativo, habrá valido la pena el salto hacia el abismo...