Estamos a la mitad del
bosque y tan sólo se escucha el agua correr y la tranquilidad del lugar. La
atmósfera es rota por uno que otro graznido de cuervos y una enigmática melodía
de teclado y batería que sirve de fondo para oír la narración televisiva sobre
la historia de Ricky Kasso. Dentro de la
historia del llamado “rey ácido” (por el
gusto al consumo de drogras alucinatorias como el LSD) encontramos la
profanación de una tumba del siglo XIX, el asesinato a puñaladas de una persona
cuyo cuerpo fue abandonado a la mitad de un bosque, su participación en un
grupo satánico llamado “Los Caballeros del Círculo Negro”, su suicidio y el
gusto apasionado por el heavy metal, especialmente por Black Sabbath, AC-DC y
Judas Priest. Estos elementos son la combinación perfecta para crear un disco
de doom… y quién más que Electric Wizard para hacerlo.
Una mirada triste nos
observa desde la portada. Las lágrimas salen por sus ojos y la resignación no
está cerca. Los caracteres que forman el nombre de la banda, terminan
escurriéndose para formar una especie de mariposa nocturna, aquella que
simboliza mal presagio y muerte. Pero ello no es todo, en un especie de
panóptico, varios ojos de color rojo se asoman en la imagen… la mirada de los
que se encuentra en el otro lado nos miran con recelo; sólo esperan el momento
para que nosotros formemos parte de ellos.
¿Cómo puede funcionar
un proyecto de tales características? El tema de la muerte atrae naturalmente
el morbo humano, un poco por su misticismo y obscuridad, un poco por lo
irremediable y terrible. Si a ello le sumamos música inspirada en lo más
profundo del rock pesado y psicodélico de principios de los setentas como
atmósfera que permeé las líricas, el producto resulta redondo.
¿Pero
quién carajos son estos tipos?
Electric Wizard se
fundó en Doset, Inglaterra en 1993 con Jus Oborn en las vocales y guitarras,
Tim Bagshaw en el bajo y Mark Greening en la batería. Con el paso de los años,
Jus fue tomando el control de la banda, lo que provocó la salida de Tim y Mark
en 2003 y la posterior reconstrucción de la banda.
Jus Oborn no sólo se
encarga de ser el frontman del grupo, sino que también es el letrista y
productor. Su gusto por las obscuras historias de H.P. Lovecraft, los cultos
satánicos-sexuales y el hard rock de principios de los sesentas, lo hizo crear
una banda que lograra unir sus gustos, encontrando en el doom el lugar ideal. Además
de guitarra principal y voces, Jus interpreta en las grabaciones los teclados
que terminan de redondear el sonido de la banda.
Para reformar su banda,
Jus se hizo acompañar de su mujer para tener una segunda guitarra y completar
el muro de sonido que necesitaba Electric Wizard. Así es como en 2003 Liz
Buckingham se vuelve parte de la banda, dotándole ese sonido tan particular de
distorsión y ambiente tétrico que han hecho reconocible al grupo dentro de la
pléyade doom.
Mucha gente ha pasado
con Electric Wizard desde su reformulación en 2003, pero para la grabación de
este Time to die se anunció que Mark
Greening, baterista original de la banda, regresaría a tocar nuevamente con el
grupo. Sin embargo, su estadía duró solamente para el trabajo en estudio, ya
que una vez terminadas las sesiones de grabación fue echado de la banda. Desde
entonces, Mark ha demandado a Electric Wizard por despido injustificado y por
violación de los derechos de autor por el uso de los audios de su batería en la
producción y mezcla final de la placa. Por si fuera poco, Greening decidió
hacer un nuevo grupo llamado With The Dead junto con Tim Bagshaw (bajista
original de Electric Wizard) y con Lee Dorrian (ex-vocalista de Cathedral y
dueño de la Rise Above Records, con quien Oborn tuvo problemas que provocaron
la salida de Electric Wizar de la disquera).
Asimismo, para hacer el
Time to die, Electric Wizard contó
con Count Orlof, un desconocido bajista de sesión. Por ende, casi todo el
sonido grave del disco es creado a partir del muro de sonido de las guitarras
distorsionadas y afinadas más debajo de lo habitual.
Con la intención de
sacar este disco a la calle, el matrimonio Oborn-Buckingham decidió reclutar a
Simon Poole en la batería y a Clayton Burgess en el bajo como miembros de la
banda para las presentaciones y los conciertos. Poco a poco estos músicos se
han ido integrando al concepto de Jus, por lo que no sería una sorpresa que
ellos pudieran entrar a los estudios en futuros proyectos de Electric Wizard.
El
concepto
Time
to die es precisamente lo que en alguna entrevista declaró
Jus Oborn: una obra mórbida que hablaría sobre la muerte. Todos los temas que
el grupo había abordado en su vasta obra discográfica podía ser resumida en una
sola palabra: muerte. Asesinatos, sacrificios rituales, misas negras, sectas
satánico-sexuales, sadomasoquismo, suicidio y drogas alucinógenas: un negro camino
que lleva irremediablemente a la desaparición, al vacío, a la nada.
Con una gestación de
cuatro años, esta placa no sólo fue creada sobre el eje rector arriba descrito.
El ambiente que rodeó a Electric Wizard en este tiempo ha sido propicio para
las atmósferas que terminaron siendo grabadas. Primeramente la salida de la
banda de su discográfica de toda la vida, Rise Above Records, dentro de un
ataque mutuo de recriminaciones entre Jus y Lee Dorrian, dueño de la disquera.
Tras la guerra de declaraciones, los miembros del grupo con los que se grabó el
Black Masses, Tas (bajo) y Shaun
Rutter (batería) tomaron la decisión de abandonar al matrimonio
Oborn-Buckingham. Es más, Black Masses recibió
críticas encontradas: algunos decían que esta era la mejor obra de la banda,
mientras otros decían que la esencia se estaba perdiendo y que musicalmente no
tenían nada nuevo. Sólo una mente retorcida como la de Oborn podía utilizar las
acusaciones, las críticas y su rencor para renacer como el ave fénix, crear una
excelente obra y jalar hacía Electric Wizard los reflectores nuevamente.
El disco es obscuro:
temas sobre ocultismo, satanismo y muerte bajo una atmósfera muy densa, llena
de coraje y de enfermedad. Doom nacido desde las más hondas profundidades
sonoras, aderezado con un ligero toque ácido del stoner y psicodelia en su
faceta alucinatoria. La sociedad piensa en el camino hacia la construcción de
un mundo mejor; la realidad dice que no y devela la mentira que hay en ese
deseo. Time to die quita el velo de
nuestra mirada: en esta vida sólo queda sufrir y esperar el momento final. En
pocas palabras, el disco es un apocalipsis sónico que galopa directamente desde
el odio y el rencor hasta llegar, irremediablemente, a la muerte.
Canción
por canción
Incense
for the damned: un ritual en honor al desgraciado, una
pequeña ofrenda para el maldito. Se puede oler el tufo de mariguana saliendo de la tumba. No hay lugar
en la sociedad para quien desea tener el mundo en sus manos, pegarse un viaje y
luego morirse… Los primeros diez minutos del Time to die son una oda al “rey ácido” Ricky Kasso, un tributo muy al
estilo de Church of Misery (rolas densas que den voz a asesinos y sus
pensamientos). Un tétrico grito da paso a guitarras que se deshacen en su
propia distorsión mientras una batería entona una marcha fúnebre. Tras un
ruidoso eco, un riff marca el inicio de la melodía en el más denso tributo a
Black Sabbath. Un bajo super distorsionado se queda al centro de las bocinas
para marcar la diferencia entre las guitarras atascadas del matrimonio maldito.
Tras la hipnosis alucinante del ritmo repetitivo, la melodía cambia bruscamente
ante una lenta plegaría que implora la
muerte. Sin embargo, como muerto viviente, el riff principal de la canción se
vuelve a escuchar tras el feedback que daba la idea del final irremediable. Melodía
ácida, psicotrópica y enferma igual que el personaje que la inspiró.
Time
to die: odio, codicia y miseria: ésta es una tierra
estéril gracias a la mano del hombre que la profana, la viola y la tortura. Nos
invade el deseo de gritar, pero será imposible, estamos enfermos ¿Qué destino
puede haber si todo muere de cualquier forma? Todas las sombras, los
sufrimientos y el dolor podrán quedar atrás: es el momento de morir. A través
de la muerte alcanzaremos el “oblivion”, el estado permanente de no existencia,
la no consciencia, la nada. Sin embargo, ¿cómo podemos saber que no estamos
muertos en este mismo momento?... Tema que le da título al disco basado en un
riff lentísimo que se arrastra sobre sí como si de una procesión fúnebre se
tratara. El muro de sonido es tan denso que no existe marcha hacia atrás, hemos
dado el paso final. En algunos resquicios de la pared sonora se escucha un
tétrico mellotrón que semeja instrumentos de cuerda de interpretación tétrica y
algunas breves notas de guitarra que se lamentan en su penar. El uso del pedal
wah, amplificadores en feedback y un bajo atascado de fuzz sólo logra meternos
más en la profundidad y la obscuridad.
I
am nothing: el hombre terminó con el tiempo y con los dioses
para crear su propio abismo y obscuridad. Lo único que hay son mentes
esclavizadas perdidas en lujuría y tecnología. Hondea la bandera del odio
contra la raza humana hasta levantarse, matar y limpiar todo vestigio de ella.
El hombre es nada, no ha visto ni ha sentido nada… y es la nada quien lo ha
asesinado. ¿Acaso el Dios que ofreció salvación y perdón ha cumplido sus
promesas al hombre? Después de la muerte, sólo está la nada… Si las melodías no
podían ser más lentas, Electric Wizard casi lograr para en seco. Los riff en
cámara lenta nos quieren abandonar en el abismo más negro y profundo, nos
quieren orillar a olvidar nuestra mente y nuestros sentimientos hasta alcanzar
la nada. Sin embargo, la contradicción está en que la melodía nos quiere
arrastrar a la falta de conciencia por medio de su ruido infernal, un viaje muy
fuerte de odio, densidad y muerte. Poco a poco avanza la canción hasta
transformar la aletargada melodía en un infranqueable muro sonoro de
reverberaciones y feedbacks sin salida.
Destroy
those who love God: unida con el ruido sepucral del final de
I am nothing, escuchamos un pesado
jamming sin lírica de título blasfemo. Un interludio instrumental donde se
escuchan nuevamente las guitarras pesadas, un profundo bajeo y una batería
marcando el ritmo mientras seguimos oyendo relatos sobre los motivos que
llevaron a Ricky Kasso a asesinar a una persona por no decir “amo a Satán”.
Funeral
of your mind: ya no quedan fuerzas para nada. La
mente está revuelta y quemada; la culpa es de uno mismo. Todos alrededor te han
llamado enfermo, pero de todos modos nunca los necesitado, nunca los has
escuchado. Este es el momento para el funeral de mente: ¿olvido? ¿escape?
¿suicidio?...Una pesadas y graves guitarras nos escoltan en cada bocina: una
marca la nota inicial para quedarse en su feedback y la otra repite
insistentemente un breve riff. Al centro nos quedamos atrapados un tenue bajeo
perdido con las percusiones de la batería y una guitarra muy distorsionada y
atascada de wah que en lugar de música sólo crea un áspero paisaje duro de
asimilar. Hacia el final, un solo de guitarra surgido desde las entrañas del
bloque sonoro sólo logra perdernos todavía más en el pesado viaje hasta el
final de nuestra consciencia.
We
love the dead: se escucha el arrastrar de pies sobre
sepulcros y criptas. No más mentiras, no más traiciones; sólo muerte. El hombre
se burla de su destino, tratando de evadir su última hora, pero cuando sea
alcanzado por ella, no existirá otra opción. Estas son las voces de ultratumba
que le recuerdan que su muerte lo está acompañando, esperando su momento para
postrar las flores negras en su tumba… Un tétrico órgano se queda atorado en
una nota, creando a su alrededor una aterradora atmósfera. Una guitarra impía
marca el riff principal a la cual se suman otra guitarra y un bajo
terriblemente atascado. Rola de ritmo lento que recuerda los primeros discos de
Alice Cooper (además de la irremediable referencia a I love the dead del Billion
dollar babies), pero arrastrada hasta el fondo de las profundidades de
ultratumba. Poco a poco se va dejando escuchar un solo de guitarra que sirve de
compañía a la melodía, pero cerca del final logra explotar hasta lograr una
cascada de notas llenas de wah.
SadioWitch:
el veneno corre por las venas, una ansiedad por la pasión enferma. La
sacerdotisa de la lujuria hace su presencia y ata a sus cadenas para siempre.
Obscura droga que tortura y esclaviza. Pasión y sadomasoquismo hasta la muerte…
Breve canción del Time to die
escogida como sencillo gracias a su riff heredado a Tony Iommi de Black Sabbath
y que recuerda al tema que da título al último disco de los propios Electric
Wizard, Black masses. Hipnótico ritmo
que se balancea entre la fuerza de sus instrumentos y la melodía que habla de
satanismo, sexualidad y tortura. El video fue grabado en tétricas locaciones de
Bélgica e Islandia y fue dirigido por Shazzula, una artista que ha trabajado
con gente como Whjite Hilles y Kadavar.
Lucifer’s
slave: oda a los muertos en vida sin salvación y que en
su sangre sólo corre marihuana y LSD. El rencor y la enfermedad se sienten a
cada paso. Aquí están los perdedores y las almas sin vida que no tienen
arrepentimiento ni perdón; aquí están los anticristos, los esclavos de Lucifer…
Guitarras pesadas que juegan con los feedback creados con sus amplificadores.
El riff toma forma y sus figuras se hacen pegajosas, enfermamente infecciosas y
adictivas. Los remates de la batería nos hace simplemente recordar a Bill Ward
de Black Sabbath. El bajo atascado de fuzz ayuda a crear la atmósfera tétrica
ideal para la lírica, pero su momento cumbre llega gracias a algunas notas sueltas
de mellotrón en el puente de la rola. Finalmente, los instrumentos explotan
para dar mayor intensidad y abrir las puertas a la mismísima muerte. Vale la
pena aplaudir el solo de guitarra con pedal de Jus, una verdadera joya
psicodélica.
Saturn
dethroned: jamming ácido dedicado a Saturno, aquel antiguo
dios que fue destronado por su hermano Titán por no cumplir la promesa de no
tener hijos varones. Saturno, también identificado como Cronos en la mitología
griega, regresó al imperio de los cielos cuando Júpiter, su hijo, derrota a
Titán. Sin embargo, Saturno intenta matar a Júpiter (Zeus, para los griegos)
para mantener su poder, pero éste lo termina derrotando finalmente,
convirtiéndolo en un simple mortal.. Los teclados toman el poder para crear un
ambiente sombrío que logre significar el destierro y la finitud de la vida
mundana. Al término del pasaje musical, nuevamente nos encontramos con el
correr del río y el sombrío graznar de los cuervos en aquel bosque que dio
origen a esta obra, cerrando el círculo de esta historia. De la nada,
alcanzamos a escuchar un narrador televisivo del programa 20/20 que habla sobre
satanismo, pero lo curioso de esta grabación, es que es exactamente la misma
con la que inicia el Dopethrone,
tercer disco de Electric Wizard.
Aquí van los 64 minutos
de Time to die, doom para el presente
siglo sobre un tema irónicamente imperecedero: la muerte. Disfrútenlo…
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