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jueves, 23 de noviembre de 2017

Ancestro : arena, pasado y veneno


Escribir sobre una banda instrumental siempre será un arma de doble filo, pues bien podría uno ser certero para describir la música conforme a la idea que sus interpretes han buscado como también puede ser un salto al abismo al permitir que las notas fluyan en el interior de las neuronas con la intención de despertar ideas y sentimientos propios. La imaginación permite ambas posibilidades, pero el riesgo es alto. Aún y con el peligro de caer, hoy caminamos sobre la cuerda floja para acercarnos a un proyecto que nace en la antigua ciudad de Trujillo, en el Perú...

Tras varios intentos y proyectos, fue hasta el año de 2015 cuando nació el power-trío que tendría la intención de mezclar el stoner desértico de los 90's con el heavy psych difundido en el nuevo siglo.Conformados por Boris Baltodano en el bajo, Diego Cartulin en las guitarras y Rod Hiraoka en la batería, la banda se refugió en el poder de la música instrumental para crear alucinantes paseos sonoros que juegan con la mente hasta llevarla al delirio provocado por la insolación y la distorsión. Bajo el nombre de Ancestro, los tres chicos peruanos buscarían fundir la grandiosidad del pasado con el misterio y la intriga que despiertan sus vestigios que encontramos el día de hoy, ruinas que provocan sueños y despiertan leyendas.


De manera inmediata, Ancestro se metería a los estudios de grabación para crear lo que sería su álbum debut, disco que llevaría por título El regreso de los brujos y sería publicado en agosto de 2016 por Man in the Box Records y Necio Records. A través de instantes lisérgicos llenos de densidad auditiva, el grupo encuentra su equilibrio perfecto al mezclar dichos sonidos con estruendosas melodías atascadas de fuzz arenoso de ritmos variables inspiradas en el primer stoner de bandas norteamericanas como Kyuss y Sleep, así como los referentes latinoamericanos del género como los argentinos Los Natas o los puertoriqueños La Iglesia Atómica.

Sin embargo, la banda sufriría la salida de su baterista original quien sería sustituido temporalmente por Arturo Quispe y definitivamente por Víctor García. Dicho cambio obligaría a la banda a replantear su sonido y dar continuidad a lo alcanzado en ese momento. Fue así que en septiembre de 2017 salió a la luz El gran altar, un disco que se permite a sí mismo experimentar nuevas posibilidades sonoras sin olvidar aquellos riffs arenosos llenos de introspección y zozobra que obligan a mirar hacia atrás en el tiempo y hacia dentro en nuestra mente.


Las desgatadas paredes de barro y adobe de lo que un día fue la impresionante Chan Chan, sirven de escenario perfecto para el regreso de Ancestro. Aquel lugar que en el pasado fue la capital de la cultura Chimú y que vivió la invasión inca y los saqueos de los conquistadores españoles, hoy resguardan los acordes desgarradores de un power trio que abre las puertas interiores con la finalidad de hurgar dentro del inconsciente y sacar a la luz aquellos secretos que la vida cotidiana y mundana han escondido como si fueran preciados tesoros. La vieja ciudad amurallada sirven de inspiración a los seis temas de El gran altar y al mismo tiempo permite al incauto escucha que su imaginación corra por sus ruinas y encuentre sentido a los acordes propuestos sin voz y sin más brújula que un título reducido a unas cuantas palabras.

El segundo disco de Ancestro arranca con un experimental recordatorio sobre el difícil encuentro entre el hombre y el sol que bajo el título de "Ícaro" nos acerca al astro rey para derretir nuestras alas y hacernos caer en caída libre. La antigua ciudad chimúe mira hacia al océano y desde ahí sentimos el mágico poder de las aguas gracias a "Mareación", un aletargado himno a las corrientes marinas que nos ahogan y nos sepultan hasta sus obscuros abismos. Sin perder el mismo referente, "Agua muerta" saca a flote el cuerpo sin vida para abandonarlo en la superficie mientras los mórbidos acordes lo desintegran en aquella mezcla de sal y agua. "Purga / El gran altar" nos ofrece un suave y breve remanso sobre las arenas que repentinamente se convierte en un despiadado golpe que rompe con el paisaje natural y levanta ante nosotros un imponente templo de guerreros entregados al mar y al sol, pero que dentro de sus impresionantes doce minutos de duración permite un insospechado clímax que nos hace recordar el "No quarter" de Led Zeppelin o instantes sueltos del Tarkus de Emerson, Lake and Palmer gracias a sus colosales sintetizadores.


Para los amantes del primer stoner, "Aguijón" es un dulce néctar donde podrán energía, poder y distorsión en plenitud. El piquete de un alacrán escondido entre las antiguas paredes del templo inyecta el veneno causando dolor e irritación, furia que recorre por las venas a salvajes kilómetros por hora hasta inundar todo el cuerpo. Las bocinas se atascan por el sonido áspero de la arena y la sustancia tóxica suministrada por la piel, explosión sonora llena de rabia y quemaduras bajo los ardientes rayos del sol que remite al Kyuss del Blues for the sun red, pero que al mismo tiempo se permite explorar sus propios terrenos a través de la magia del pedal wah jugando con la guitarra y las violentas figuras que recorren el mástil del bajo eléctrico. Mientras la batería golpea sin cesar, la melodía viaja por el torrente sanguíneo hasta infectar totalmente al cuerpo moribundo. "Aguijón" se puede resumir en dos palabras: fuerza y velocidad.


Ancestro es una prueba fehaciente que Perú tiene todo para colocarse dentro del escenario mundial del stoner, creando junto con Pradhana, El Jefazo, Brothers of the Sun, Cuarzo y Satánicos Marihuanos un conjunto de bandas rabiosas fundamentadas en el poder de los acordes arenosos y la frescura de nuevas melodías inspiradas en ritmos hipnóticos donde los efectos alucinatorios de la exposición al sol y el respeto a sus culturas milenarias. Sin embargo, este grupo nos demuestra que no todo está centralizado en Lima y que seguramente en el interior del país andino existen otras joyas por descubrir. Por lo pronto, hoy tenemos en nuestros oídos esta pequeña maravilla instrumental llamada El gran altar, que gracias a su infecciosa "Aguijón" a penetrado la piel para intoxicar y enamorar a quien ose pulsar el botón y se arriesgue a realizar un viaje mágico y onírico por las ruinas del pasado...

martes, 21 de noviembre de 2017

WhiteNails : una fresca y multifacética banda canadiense


Cuando un grupo de chicos se reúne alrededor de su gusto por Black Sabbath y Pentagram, se pueden esperar muchas cosas. Si dichos jóvenes terminan conformando una banda para hacer música original a través de dichas influencias, todo nos llevaría a pensar que dicho proyecto dirigiera su esfuerzos por sonar dentro de los límites establecidos por el proto-doom que ha invadido al mundo durante la última década. Sin embargo, en el caso de los canadienses de WhiteNails tenemos una sorpresa total ante dichos antecedentes.

La ciudad de Quebec, Canadá sirvió de refugio para el guitarrista Taylor Johnson tras su salida de la banda progresiva Atomis, quien en 2016 coincidió con un tatuador llamado Danahé Cote. Ambos se reunieron para improvisar en las guitarras algunas cosas por medio de su pasión por el hard rock setentero y la vieja psicodelia hasta lograr una suficiente colección de riffs que requerían ser completados por una buena base grupal, motivo por el cual reclutaron al baterista Maxx Beaulieu, el bajista Jipi Smith, el tecladista Vince Bernard y al vocalista Darcy Beaulieu. 


Tras seis meses de ensayos, la banda ya se encontraba abriendo las presentaciones de grupos reconocidos como The Sword o Royal Thunder, pero contra todo pronóstico, su estilo no se delimitaba al cliché del occult rock del nuevo siglo. La propuesta sonora de WhiteNails encuentra sus fronteras desde el ligero stoner a la Queens of the Stone Age hasta el grunge y rock alternativo según lo hecho por Melvins, pasando por algunos sobrevuelos psicodélicos y los obvios referentes melódicos del proto-doom setentero. 

A través de las disqueras Magnetic Eye Records y Kozmik-Artifactz Records, en mayo de 2017 fue publicado su First trip, un material lleno de sorpresas que rompe con moldes y géneros con el fin de establecer un amplio horizonte creativo. Más allá de la portada vintage nacida directamente de las películas de horror de serie B que han servido de inspiración a una infinidad de bandas que han desfilado por nuestras letras, WhiteNails toma como base el hard rock de guitarras afiladas y directas para crear ocho diversos temas que evitan encasillar al grupo en un estilo concreto.


First trip es una obra multifacética que encuentra en la energía de sus riffs la unidad y, quizá, su definición. El álbum debut de los canadienses arranca con la arenosa "Shangaied" por medio de guitarras ruidosas que atascan las bocinas y un bajo contundente, aunque su línea melódica permanece dentro de los cánones del hard rock más comercial. Sin embargo, el riff inicial de "Done and gone" es un tributo atmosférico al Black Sabbath de "Children of the grave" que termina encontrando en el nuevo stoner metal su perfecto refugio. Aunque "Dead in time" comience de manera incendiaria como lo haría el viejo rock desértico, también aterriza en un denso hard rock que cambia de intensidad pero no de figura melódica.

El primer álbum del sexteto de Quebec nos ofrece diversas facetas que por momentos podría tratarse de bandas distintas a cada tema. Del stoner comercial y digerible a la Queens of the Stone Age que escuchamos en "In my blood" podemos encontrar un viaje ácido y experimental con sabores orientales en "The crooked lake". Si bien "Damn Judas" encuentra en sus acordes el click perfecto entre la distorsión, la energía y la melodía asimilable a los oídos sensibles, "Brazen bull" nos ofrece arroja a un obscuro abismo por medio de su riff aletargado que también surge directamente de la retorcida imaginación de Tony Iommi.


Para los sonidos áspero que siempre han sido del gusto de Earthquaker, nos quedamos con "Silver linings" como el mejor tema del disco gracias a su figura insistente e hiriente llena de fuerza e intensión. La distorsión satura las bocinas con un paso seguro y tenebroso para abrirse camino entre las neblinas y ofrecer una melodía adictiva que clava los dientes y succiona todo el líquido vital. Junto con "Brazen bull", "Silver linings" coincide con la imagen de la tapa del disco por medio de la obscuridad y tendencia retro que ofrece, pero que al mismo tiempo nos sitúa en el nuevo siglo. Los dedos saltan entre las cuerdas para construir figuras descendentes que sorprenden y enamoran, y ellos son tan sólo una pequeña muestra de calidad interpretativa de una nueva banda en el horizonte musical que desea propuestas frescas más allá del cliché y lo obvio dentro del género.


First trip fue desgranado poco a poco hasta que durante este 2017 fue liberado en su totalidad, convirtiéndose en un disco con múltiples aristas que puede sorprender a más de uno. Sin embargo, el material requiere ser escuchado detenidamente para terminar de saborear todas sus posibilidades y tendencias sonoras. Mientras WhiteNails prepara un nuevo álbum, la banda grabó un tema para el recopilatorio tributo a Pink Floyd que será publicado el próxima año por Magnetic Eye Records, siendo éste una muestra más de la multifacética propuesta del grupo. Demos click o bajemos la aguja sobre el vinil, otorguemos la oportunidad a mirar desde otros puntos de vista al hard rock setentero para que sirva como fuente de inspiración y no como un ídolo al cual emular... aquí una opción!!


jueves, 16 de noviembre de 2017

Comeculebras : cuando la sangre tiñe las aguas


Un estertor se escucha nuevamente desde las entrañas de la tierra, un rugido desgarrador que hace temblar el ambiente con furia y coraje. La corriente de agua que baja desde las frías montañas se ha tornado escarlata, color de la venganza y la muerte. Al sur del sur, casi al final de la tierra, un canto crudo demuestra dignidad y levanta su voz contra el robo, la usurpación y la violación. Un helado y violento viento choca de frente contra el rostro de aquellos que han mancillado el honor del pueblo, de la nación y de la humanidad por su insistencia en satisfacer sus deseos, sus ambiciones y sus instintos.

Hace más de un año escribimos sobre el álbum debut de Comeculebras, banda argentina originaria de San Carlos de Bariloche que tiene en el más denso stoner el medio ideal para expresar su hartazgo y  su cólera. La continuación de aquel denso material ha salido a la luz en septiembre de 2017 con la lógica de mantener la fuerza sonora para dar un paso firme hacia nuevos horizontes sin perder la esencia, un salto hacia el abismo con la finalidad de expandir las posibilidades compositivas y tornar su paleta de colores y sonidos hacia el carmesí.


La aletargada y pesada marcha del obscuro jinete aumenta la velocidad al sumergirse en las turbulentas aguas teñidas de sangre. Bajo el nombre de Río rojo, siete rabiosos temas constituyen el segundo material discográfico de Comeculebras, mismo que es editado por Oso de Agua Records, grabado por Luciano Pucheta en su natal Bariloche y masterizada por Pablo Soiza en el Uruguay. Para complementar la nueva entrega, las ilustraciones de "Toro" Brizuela vuelven a acompañar al trío de la Patagonia con sus furiosos trazos y estética cruda.

Río rojo es un disco de riffs concretos y figuras hirientes, filosas navajas que entrar al cuerpo para hacer brotar el líquido vital. La guitarra de Emilio Contissa es mucha más áspera que en material anterior, mientras que las percusiones de Federico Agüero golpean con mayor precisión al mismo que los platillos aprovechan su metálica vibración para invadir todo el horizonte sonoro. Los tonos graves del bajo de Fernando Valeria logran afianzar el soporte de cada tema a través de la potencia y la distorsión, otorgando a la vez el contrapunto a su voz llena de coraje, reclamo y protesta.


Comeculebras nos ofrece un disco dinámico con diferencia a la sensación de expectativa y zozobra de su debut (reseña-review), éste es un material ambivalente que arranca en remansos y termina en torbellinos, altibajos rítmicos que sorprenden bajo una producción técnica que permite disfrutar las capacidades interpretativas de cada integrante de la banda. Aquel stoner de origen pesado y abominable que llamó la atención en el primer disco del grupo lo podemos encontrar en "Destierro", pero en esta ocasión podemos escuchar acordes sueltos que aprovechan la reverberación provocada por la distorsión en tracks como "Encapuchados", tema que logra hacer vibrar el espacio sonoro.

La atmosférica "Paisaje vil" nos sumerge en un abismo tétrico impenetrable que poco a poco sube de intensidad, pero encuentra su oposición en "El moro", la cual es un áspero pasaje instrumental de reminiscencias desérticas que tienen la intención de explotar las neuronas dormidas de quien no desea ver más allá de lo evidente. Río rojo bien nos puede ofrecer una armónica melodía que demuestra a una banda madura más allá al ruido contestatario (como en "Ingobernable") y al mismo tiempo un épico y enigmático capítulo de identidad y sacrificio a través de experimentales sonidos que terminan en un rugido (como en el track que da nombre al material).


Con el grito en la garganta que sentencia "el silencio no cambia la verdad", el Río rojo brota de las montañas. Su figura es directa y sin contemplaciones, un golpe directo al rostro sin freno ni reserva. Los acordes de "Séptimo hijo" muestran ímpetu hasta derretir las bocinas ante nuestros oídos, pero sus cambios melódicos hacia la mitad del tema logran realmente arrancarnos de la tierra hacia un sublime viaje astral para soltarnos en pleno vuelo y permitir la irremediable caída. Potencia que denota coraje encapsulada en tan sólo dos minutos y medio. Tres hombre del desierto montañoso le suben al volumen de sus amplificadores para hacer llegar su voz a un pueblo cegado que fácilmente olvida su terrible pasado.

A partir del día de mañana, 17 de noviembre de 2017, Comeculebras presentará sobre los escenarios a su nuevo retoño, un pequeño engendro con menos de treinta minutos que se escapa como agua entre las manos. Ha llegado el momento de enfrentar con el público este Río rojo, un disco pesado que intenta abrir los ojos por medio de la vibración de los tímpanos. Es un golpe frontal contra la desidia y el individualismo, es una sangrienta inundación que deja al descubierto la espantosa realidad y un llamado a despertar...


viernes, 10 de noviembre de 2017

The Black Angels : una inyección lisérgica directa a las venas


Hace unas semanas se anunció el festival Hipnosis que se llevará acabo el próximo 9 de diciembre en el centro deportivo Lomas Altas de la Ciudad de México. Dicho concierto es organizado por la revista Indie Rocks! y la promotora de eventos Major Tom, quienes presentaran un cartel lleno de bandas clavadas en la psicodelia, el garage, el noise y el fuzz como Black Rebel Motorcycle Club, Ty Segall, Death Valley Girls, The Coathangers, entre otros. Sin embargo, existe una banda que participará en Hypnosis que fuertemente llama la atención de Earthquaker: The Black Angels.

Al principio de este siglo, varias bandas encontraron su fuente de inspiración en la vieja acidez psicodélica para mezclarla con diversas tendencias musicales. Desde el pop hasta el noise, pasando por el garage, el electrónico y el stoner, la nueva psicodelia se estableció con el paso de los años en un lugar común. Al hablar de este estilo, inmediatamente nos viene a la mente el nombre de bandas como Dead Medow, Temples, Brian Jonestown Massacre, Youth Lagoon o Tame Impala; pero se existe un grupo que rescata la esencia lisérgica del sonido originario de finales de los 60's con líricas reflexivas y corrosivas, ese es The Black Angels.

Con una historia iniciada en 2004 y con cuatro cuatro álbumes completos y cuatro EP's, la banda de Austin, Texas ha regresado en 2017 con un nuevo material discográfico que nace directamente de su pasión por Velvet Underground, grupo de donde toman su nombre y ahora bautizan su más reciente entrega. Compuesto y grabado en pleno proceso electoral que llevó a Donald Trump a la Casa Blanca, Death song es un disco desgarrador que hace coincidir las líricas catárticas con la música explosiva, áspera y alucinante que el grupo ha desarrollado durante su carrera.

Bajo la producción de Phil Ek, quien es reconocido por su trabajo con The Shins, Band of Horses, The Walkmen y Fleet Foxes, la nueva entrega de The Black Angels rompe con el halo misterioso del Indigo meadow de 2013 para sumergirnos en una marea de ansiedad provocada por la división en las posturas políticas en los Estados Unidos hasta alcanzar el malestar y la indignación. Los acordes suenan con coraje mientras las estrofas entonan melodías que van desde la reflexión hasta la crítica directa, canciones fuertes con ácida crítica social.


Bajo el formato de quinteto, The Black Angels ha creado un material equilibrado entre la rabia sonora que desgarra bocinas y melodías infecciosas que muerden y no sueltan. La hipnótica voz de Alex Maas nos envuelve con su peculiar color mientras que las figuras insistentes del bajo en las manos de Kyle Hunt dotan de profundidad a los temas y las bases rítmicas de Stephanie Bailey juegan con los tiempos en un esfuerzo por crear intensidad. Un arsenal de guitarras nos ahoga como el zumbido de un enjambre de abejas, una tormenta de arena construida a partir de los acordes marcados por los zurdos Christian Bland y Jake García, distorsiones que rasgan los tímpanos y al mismo tiempo recogen los pedazos rotos de todo lo que quebraron unos segundos antes.

Death song es un disco ambivalente en todos los sentidos: por un lado nos muestra el rostro más misterioso de la banda con suaves temas que hechizan ("Grab as much") y por el otro uno más hiriente a base de riffs afilados e insistentes como cuchillos ("Hunt on me" o "Medicine"), por un lado tenemos canciones de protesta directa ("Currency" ataca la filosofía mercantilista basada en el dinero y "Half believing" critica la devoción a los personajes mediáticos) y por el otro himnos reflexivos llenos de metáforas ("I'd kill for her") por un lado pasajes multicolores herederos de la psicodelia de los clásicos del género como 13th Floor Elevators y Pink Floyd ("Comanche moon" o "I dreamt") y por el otro sombríos paseos que sobrevuelan obscuros abismos ("Estimate" o "Death song").


Para ejemplificar lo alcanzado por The Black Angels en Death song, tomamos como referencia su segundo tema promocional llamado "I'd kill for her". Este áspero track atascado de fuzz es igual a una inyección que surte una fuerte sustancia química al torrente sanguíneo para provocar una alucinación lisérgica sin control. Su melodía penetra la piel para envenenar el cuerpo e intoxicar la mente mientras su lírica habla de muerte y violencia entre retorcidas metáforas de amor y mujeres fatales.

"Tuve una mujer, ella me tuvo también. Ella era muy sucia, te convencía. Ella estaba tan cargada que me hipnotizó. Yo tenía que seguir su obscuro horizonte. Ella tenía precisión, una vista perfecta, una mirada clara que podía cambiarnos, te seducía. Era tan brutal la forma en que la se movía, una francotiradora perfecta, pero ella nos llevó al campo de batalla. Todos sabíamos que había una ciudad y ella robó su su libertad. Ella voló como un ángel roto dentro de la habitación... No, no mataré por ella otra vez. Este es tu corazón que ella golpea, éste es tu amor que ella desnuda y es este tu amor que está a la deriva..."


Aquí está la oportunidad para que la Ciudad de México disfrute a The Black Angels sobre el escenario y pueda constatar la capacidad interpretativa de la banda en directo y lejos del refugio de los estudios de grabación. Mientras tanto, permitamos que el arco iris sature la pantalla y el fuzz distorsione las salidas de sonido con la intención de sacudir conciencias y despertar la mente, entremos al ácido viaje que critica al mundo y busca salidas posibles a través de acordes que quiebran el alma y líricas inconformes que invitan a la rebeldía



martes, 7 de noviembre de 2017

The Dues : el momento del heavy psych suizo


Cuando escribimos en Earthquaker sobre el álbum debut de la banda suiza The Dues, describimos su fórmula en tres ideas: rock vintage, demonios y viajes en el tiempo. Tras un año después del hermoso Thief of time (reseña-review), el grupo originario de Winterthur ha publicado otra dosis de música nacida directamente del hard rock sesentero; sin embargo, en este paseo por el tiempo nos ofrece algunos cambios sonoros que lo convierte en una frontera, una división sonora que marca un antes y un después. 

En octubre de 2016 ha salido al mercado Time machine, un álbum inspirado sin duda alguna en el hard blues de The Jimi Hendrix Experience, Cream, Taste o Grand Funk Railroad; pero la transformación auditiva de la banda es bastante notoria. De aquel sonido crudo lo-fi de guitarras ásperas con soporte en la fuerza de un power trío que escuchamos en Thief of time, el día de hoy tenemos a un grupo que juega con el heavy psych que ha hecho explotar la costa californiana en la última década gracias al trabajo de Radio Moscow. Dejando a un lado los temas directos de riffs concretos e hirientes, The Dues le apuesta a la ácida improvisación de guitarras ahogadas en wah y overdubs que amplifican las posibilidades del sonido stereo.


La gran transformación sonora de la banda fue lograda a través del trabajo del propio Stefan Huber (bajista del grupo) quien equilibró la explosión interpretativa de The Dues con la claridad auditiva de una precisa producción hecha en los DALA Studios. La guitarra Fender de Pablo Jucker nos toma de mano para hacernos volar por todo un horizonte multicolor lleno de posibilidades. Su lluvia ácida de notas nos bombardea en todas direcciones mientras la precisión de la batería en las manos de Dominik Jucker nos marca los ritmos de manera salvaje, aunque por instantes toma el control total como en la experimental "Demons", tema final del álbum que bien podría ser comparada con "Moby Dick" de Led Zeppelin, "T.N.U.C" de Grand Funk o "Toad" de Cream .

Si por algunos momentos Thief of time contenía algunos trazos de proto-doom y occult rock, Time machine secuestra la propuesta psicodélica cuando ésta se unió con el blues electrificado a finales de los años sesentas. La acelerada "Waiting" cabalga de manera agitada sobre una tormenta eléctrica de notas sin fin, el boogie cortante de "Soul my soul" nos obliga a mover los pies con su contagioso ritmo, los acordes potentes de "What a fool" nos recuerda por instantes el álbum debut de los suizos y el pasaje acústico titulado "Pictures of time" nos remite al Jimy Page oriental de sus primeros años con Led Zeppelin. La saturación lisérgica llega con la ambivalente "Devil's work", pero la propuesta sonora que ahora tiene The Dues queda claramente definida en "Spirits of the dead" con la intensidad del pedal wah marcando las líneas melódicas, impresionantes solos de guitarra, mágicos cambios de figura que nos arrojan al abismo y largas improvisaciones que llevan cada tema hasta sus últimas consecuencias.


El primer sencillo que se desprende del Time machine es "You got to live", quizá el único track del álbum que confiesa sin remordimientos la esencia bluesera de The Dues. De constantes cambios melódicos, el tema nos deja al filo del asiento en espera de la siguiente combinación de acordes y tiempos. En sus casi cinco minutos podemos disfrutar de manera condesada toda la capacidad de los suizos, su amor por el viejo hard rock y su deseo por agregarle la intensidad de la intempestiva  improvisación lisérgica. Como si se tratara de una montaña rusa, "You got to live" nos lleva de un momento a otro del cachondeo y las primeras caricias hasta el clímax y el orgasmo de la manera más inesperada. 

"Oh mujer, perdóname por mis pecados. Sé que no te he cuidado y sé lo que ello significa. No puedo ser el elegido, aquel que necesitas. Tú me preguntas cuál es el problema, pero mi alma está deshecha, mi corazón está roto porque tengo que dejarte. Mi alma está adolorida porque siempre te amaré. Pero siempre te lo diré: tienes que encontrar tu camino, tienes que encontrar tu calma. Tu has dicho que no puedes ser sin mí, pero éso te hará caer, nunca serás libre y la obscuridad aplastará tu alma. Esto siempre es igual con todos a los que he elegido amar... Oh, mi amor, tienes que vivir" 

Par acompañar el lanzamiento de "You got to live" con single, The Dues ha publicado un videoclip promocional donde podemos observar a la banda tocando entre elipses de colores fuertes en contraste con algunas escenas a blanco y negro de la película Voyage to the planet of prehistoric woman, filme de ciencia ficción dirigido por Peter Bogdanovich y protagonizado por Mamie Van Doren en 1968 que cuenta la aventura de unos austronautas en Venus quienes matan a un pterodáctilo prehistórico que es adorado por las hermosas mujeres nativas del planeta. Utilizando como metáfora la idea de abandonar al viejo dios y encontrar un nuevo motivo para seguir con vida, el trío suizo reviste visualmente su tema con esta vieja película, logrando al mismo tiempo un equilibrio en la cromática, la intensidad de la música y la propia sexualidad que enfrenta a hombre con mujeres.


Los doce temas condensados en una hora que conforman al Time machine obligan que integremos en una misma tendencia a The Dues junto con otras bandas que han conformado la escena del hard psych como los americanos Radio Moscow, Cloud Catcher, Joy, Sacri Monti y Earthless, así como los europeos Prisma Circus,  Electric Zoo y The Heavy Minds. Sin embargo, el power trio suizo ha construido un estilo propio que termina por definirse en este segundo álbum. Ahora es el moento de llecarlo al calor de los escenarios para madurarlo y enfrentarlo al público lejos del resguardo del estudio. La capacidad interpretativa del grupo es innegable, así que seguramente The Dues lograrán abrir una puerta dimensional al presentar su Time machine con tan sólo su fuerza sonora y su presencia mágica...

sábado, 4 de noviembre de 2017

Blood Ceremony : entre hadas, duendes y amantes



Un viejo cuento escoces narra la historia de Janet, una hermosa mujer que decide internarse en los bosques de Carterhaugh para salir de la rutina en la que vivía dentro de las paredes de piedra en el castillo de padre. Al arrancar una rosa, la joven se encuentra con Tam Lin, el cuidador de los bosques encantados quien de niño fue robado por la Reina de las Hadas y lo transformó en una criatura mágica. Ambos caen enamorados y juntos intentan romper el hechizo. En la noche Halloween, el mundos de los seres místicos y se une con el de los humanos. A medianoche, los amantes deberán quedar abrazados a pesar de cualquier conjuro. Tam Lin y Janet lograrán su cometido, pero la amargura de la Reina de los Elfos demostrará sus deseos por él y hará entender la razón por la cual pagaba un tributo a los infiernos cada siete años a través de un sacrificio.

A través de esta vieja leyenda, Blood Ceremony abrió su cuarto álbum titulado Lord of Misrule, material publicado en marzo de 2016 a través de Rise Above Records. Con a intención de mantener la misma receta de The Eldritch Dark (su producción anterior), la banda originaria de Toronto, Canadá retomó historias del folklore europeo y guiones cinematográficos del género de terror y suspenso para crear una colección de temas infecciosos que inmediatamente enamoran al escucha e intrigan a los curiosos.


Blood Ceremony es una banda de melodías arrebatadas y sonido afilado. En The Eldritch Dark (reseña-review) todo queda bajo un velo de misterio y obscuridad para perdernos dentro de sus laberintos, pero Lord of Misrule nos ofrece todo el arsenal bajo el resguardo de la banda sin límites ni contemplaciones. Las neblinas del material anterior lo convierten en un discoagresivo por momentos y seductor en otros, pero para esta última producción todo queda al desnudo gracias a confesar sus pecados y no ocultar sus influencias musicales.

La banda canadiense ha sido considerada como un grupo de occult rock que mezcla la acidez psicodélica de los años 60's con el hard rock de los años 70's, pero para esta ocasión Blood Ceremony juega con los ritmos para ofrecernos un amplio horizonte que va desde su proto-doom ya conocido hasta un pop vintage, pasando obviamente por el movimiento progresivo inspirado en la música barroca y el folk acústico. 


Al escuchar detenidamente los nueve temas que conforma el cuarto disco de los canadienses, podemos descubrir a un grupo que ha roto sus cadenas para sobrevolar parajes pop que eran inimaginables en sus materiales anteriores. El juego de teclados y mellotron de "Lorely" nos recuerdan los primeros momentos de la psicodelia, aunque el ritmo de "Flower phantoms" termina por colorear la obscura imagen que tenemos de Alia O'Brien sobre el escenario. Sin embargo, no todo son dulces arco iris, ya que podemos escuchar algunos pasajes crudos como en "Old fires" y sus guitarras entrecortadas o en "The Rogue's lot" con aquel sabor a proto-doom que ha distinguido a la agrupación desde su formación.

El recuerdo melódico por lo alcanzado en The Eldritch Dark se escucha claramente en "Half moon street" como si éste se tratara de un track no incluido; pero Lord of Misrule no se queda varado en el confort de lo alcanzado y se avienta al abismo de la experimentación. En varios instantes del disco se puede escuchar el horizonte auditivo que el movimiento progresivo de los años setentas construyó a base de virtuosismo y un anhelo por recuperar sonidos creados en siglos pasados. "The weird of finistere" nos ofrece una suave balada que sublima el misticismo que rodea a Blood Ceremony hasta alcanzar un extraño mundo onírico, pero todo intento de transformación queda claro en "Things present, things past" con su melodía acústica que recuerda los primeros momentos de Jethro Tull o The Moody Blues gracias a sus acordes de guitarra y figuras de flauta transversal.


Para aquellos que requieren un puente que comunique los sonidos que identificaban a Blood Ceremony con su nuevo sendero auditivo, "The devil's widow" es el tema ideal que cumple con dicho cometido. La zozobra avanza lentamente por el suelo hasta que de manera intempestiva todo se convierte en una melodía agresiva y acelerada a través de la áspera guitarra de Sean Kennedy. Mientras Alia O'Brien dota de voz a la despechada Reina de las Hadas frente a la fuerte voluntad de Janet, los cambios melódicos a cargo de Lucas Gadke en el bajo y la intensidad de la batería en manos de Michael Carrillo sirven de telón perfecto a la épica historia sobres duendes que pasean a caballo en la medianoche de Día de Todos los Santos. Salvajes pasajes eléctricos chocan directamente contra tenues aires acústicos, logrando que el tema se convierta en un universo de posibilidades como reflejo de la historia que narra.


"El clima nunca cambia a través de los ayeres olvidados. Engendrados en la neblina, todos mis hijos son como uno dentro de los bosques de Carterhaugh. Indiferentes, sueñan con demonios invisibles que bailan en su bacanal. Diversiones y placeres son lo mejor de la vida. Sin preocuparse del mañana, viviendo sólo por el presente. La errante mirada muerta está protegida del mundo a pesar de que sea demasiado tarde. Ellos no pueden hacer nada más que permanecer ahí, ya que de cualquier manera no hay nada para ellos allá afuera. Todos pastan mi justicia, todos excepto Tam Lin el fugitivo. Te has ido y has estropeado todo lo ocurrido, Decidiste abandonarme. Las cosas que dices no son parte de tí, pero te están transformando. Eras una sombra que brincaba sobre mis paredes. Has abandonado la escena y has dejado a tu reina dentro de Carterhaugh... Tam Lin, mi amor, se ha ido."


Durante 2016 y 2017, Blood Ceremony estuvo de gira promocionando su Lord of Misrule con otras bandas como Beastmaker, The Admiral Sir Cloudesley Shovell y Cauchemar, entre otros. Los aires de cambio modificaron las tendencias sonoras mantenidas por la banda durante varios años, pero ahora las posibilidades han incrementado y todo es posible ahora. Sin traicionar su estilo, el cuarteto canadiense abre el abanico para demostrarnos su capacidad compositiva y su calidad interpretativa. Ahora debemos esperar cuál será el nuevo as bajo la manga que se develará en el siguiente disco de Blood Ceremony, pero éste será seguramente el que establezca al grupo como la mejor banda canadiense de occult rock.


miércoles, 1 de noviembre de 2017

Kadavar : amplificando horizontes


Cuando un estilo sonoro es alcanzado, las bandas levantan murallas imposibles de trasgredir, los fanáticos desean vorazmente nuevas melodías pero éstas deben ser contenidas dentro de los límites establecidos. Un grupo de acordes o un efecto fuera de dichas fronteras auditivas bien pueden ser tomadas como una traición a los ideales o como una ofensa al público. Sin embargo, existen pocos grupos que logran explorar nuevos territorios y abandonar el calor de la guarida de lo que ha funcionado, pues ello conlleva riesgo y crítica.

Hoy tenemos en los tímpanos el cuarto disco de Kadavar, trío basado en Alemania que en la última década se ha convertido en referente sonoro gracias un concepto auditivo definido y a estructuras melódicas propias. Aun con lo anterior, el grupo quiso girar 180 grados para esta ocasión. En Berlin (su anterior entrega que fue reseñada aquí) pudimos encontrar algunos guiños hacia nuevas posibilidades, pero es ahora en Rough times donde podemos escuchar una plena transición, una que será difícil de aceptar por los primeros seguidores de la banda.

Berlin nos mostró el lado más luminoso del power trio, pero Rough times va en dirección opuesta. Para esta ocasión, los instrumentos se hacen más densos de manera deliberada con la intención de recuperar a los seguidores perdidos en la última entrega gracias a sus experimentos melódicos sin dirección definida que dejaron a un lado aquella esencia vintage que los convirtió en líderes de una tendencia sonora hace algunos años. De aquella portada del disco anterior llena de glamour a blanco y negro que rozaba peligrosamente alguna revista de modas, hoy nos encontramos con una impactante imagen que muestra a un cuerpo juvenil con un rostro calavérico, una ilustración desollada que pone sobre aviso de los nuevos aires que soplan en los océanos sonoros de Kadavar.

Bajamos la aguja sobre la primera pista y nos encontramos con un golpe de distorsión que sacude cualquier duda sobre el nivel del trío, pero al ir transcurriendo los minutos nos encontramos con una banda que ha dejado sus infecciosas melodías de antaño para quedar reducido a un puñado de acordes distorsionados como si se trata de un punto de fuga. De aquel viejo hard rock setentero, Kadavar busca nuevos espacios sonoros a partir del proto-doom sin dejar a un lado su característico muro de sonido que con el tiempo se ha convertido en su marca personal.


Tras la extensa gira de su disco anterior que los llevó por todas partes del mundo, Kadavar decidió abrir todas las posibilidades en Rough times. Cualquier cambio conlleva riesgos, y el precio que ha pagado el trío es alto. Este material discográfico es quizá el más disperso si establecemos una línea estilística  a través de todos sus temas, pero al mismo tiempo se convierte en una ruptura al dique que ellos mismos habían construido, una salida necesaria que permite expandir las posibilidades compositivas de un grupo etiquetado.

Rough times nos muestra los nuevos senderos que Kadavar seguirá de aquí en adelante, ya sea el NWOBHM que inmediatamente se saborea en la insistente "Word of evil" o la fuerza intempestiva de "Into the wormhole" que por momentos alcanza el doom. Más allá de la crudeza que por  momentos logra la placa como en el track inicial que bautiza al disco o en "Skeleton blues" (con la magia de un saturado pedal wah), el grupo se lanza a nuevos parajes auditivos como en "Vampires" con sus ligeros teclados y agudos juegos vocales. La tétrica psicodelia de "The lost child" nos recuerda por momentos el estilo de la banda francesa Aqua Nebula Oscillator (primer grupo donde participó el bajista "Dragon" Bouteloup), aunque las dudas quedan a flor de piel con la extraña "A l'ombre du temps", canción que nos deja suspendidos en la nula gravedad del espacio exterior mientras pensamos que futuro le depara al trío.


El track que sirve de puente perfecto entre el sonido alcanzado por la banda y la nueva intensidad que por momentos alcanza Rough times es "Die baby die", primer single del álbum. La tormenta de notas con que inicia inmediatamente nos provoca un vértigo, una caída en espiral al obscuro abismo propuesto por Kadavar. Mientras "Lupus" Lindemann suelta salvajes acordes sueltos, "Dragon" Bouteloup juega con las cuerdas de su bajo como si se trataran de enfermos resortes. "Tiger" Bartelt no deja un solo instante de golpear los tambores para brindar la base ideal al ruido que logra el trío en conjunto, aquel que se había suavizado en Berlin y que en su momento logró el reconocimiento del público y las bandas en Abra Kadavar

La línea melódica de "Lupus" nos remite inmediatamente a cantos del pasado del hard rock setentero, pero aún en ello guarda una originalidad que se agradece. Quizá algo de lo que había sido criticado el grupo era que sus temas eran infecciosos pero se quedaban en su riff inicial sin gran des cambios ni sorpresas. "Die baby die" rompe con este estereotipo y nos regala cambio tras cambio sin perder la energía ni el interés. Fuerza en los acordes, pausas que permiten a cada integrantes lucirse, un estribillo que obliga a cantar y un puente misterioso que nos transporta a lugares obscuros, pero que al final logra una explosión multicolor.


Bajo una estética retro del antiguo formato VHS, Kadavar publicó en agosto de 2017 el video promocional de "Die baby die" a través del canal en You Tube de su disquera Nuclear Blast Records. En dicho trabajo visual podemos observar a la banda tocando mientras diversos juegos multicolores nos deslumbran, múltiples planos se sobreponen y la saturación de imágenes nos provocan el vertigo al igual que la propia melodía. Por momentos podemos captar un intento por crear un efecto 3D para alcanzar una profundidad estética, aunque el zoom total a los rostros de los integrantes de la banda nos sacuden hasta perder el control. Como detalle curioso, al final del video podemos ver algunos elementos extraños a la lógica ácida del trabajo como un peine, un machete y un pequeño tambor de juguete mexicano.


Por el momento, Kadavar se encuentra de gira por Europa junto con Death Alley y Mantar, lo que supone un largo tiempo hasta tener a la banda nuevamente en México. Por lo pronto, es necesario escuchar detenidamente la nueva propuesta del grupo contenida en su Rough times, trabajo que muestra la versatilidad del trío más allá de lo alcanzado en sus materiales anteriores. Quizá se requiera que el tiempo pase para colocar en su justo lugar al cuarto disco de Kadavar, pero lo que nos queda claro es que sus diez temas buscan romper las cadenas de lo establecido con la intención de alcanzar nuevas opciones y refrescar su estilo.