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lunes, 30 de julio de 2018

Caníbales : rindiendo tributo a los ídolos


Cuando supimos por las redes sociales que los mexicanos de Caníbales se irían de gira por Canadá, nos dio gusto que un grupo que tantos años de esfuerzo pudiera traspasar las fronteras para mostrar su proyecto en otros lugares. Los resultados fueron tan buenos que a su regreso llegaron con un nuevo EP bajo el brazo y la edición de dicho material discográfico por la disquera independiente The Gizzlar. El disco ha sido publico y ahora es momento de revisarlo para saber qué contiene...

Una hermosa ilustración de un clásico auto V8 con el águila sobre el cofre y el sol poniéndose de trasfondo realizada por Javier Villalpando sirve de carta de presentación para Rocanrol, un EP conformado por cinco temas grabados en el estudio Negative Space ubicado en Edmonton por Jed Gauthier, vocalista de Counterfeit Jeans; quien registró y mezcló a la banda de Guadalajara en su paso por el oeste de Canadá durante octubre de 2017.


Manteniendo la misma alineación que grabó aquel salvaje y cáustico Bajo la influencia (reseña-review) y el single Hasta el final de a mediados de 2017, Caníbales abandona su formación básica de power-trío para sumar la fuerza de una segunda guitarra en manos de Rat Blackbeard. El poder logra robustecer el sonido áspero que siembre ha tenido la banda, pero que le permite tener más posibilidades sonoras que se agradecerán al respetar lo creado en el estudio sobre los escenarios y presentaciones en directo.

En lo que comienza la promoción en vivo del material, desmenuzamos el Rocanrol y encontramos un material directo que destila el amor por la música del demonio, por el ritmo que logra arder el asfalto, por la lírica sin mediaciones que confiesa su pasión a punta de latigazos eléctricos. Estribillos francamente infecciosos, desenfrenados riffs hirientes y potentes melodías vibrantes, en pocas palabras un breve material que inyecta la ansiedad a través de la piel por una dosis mucho mayor. 


Aunque Caníbales ha mantenido un estilo propio, la banda fincada en Guadalajara ha transitado desde el stoner y el proto-doom más denso que escuchamos en su Doom blues hasta el rock acelerado y el hard blues heredero de los viejos sonidos clásicos setenteros de su Bajo la influencia, sin embargo Rocanrol da un paso al frente para ofrecernos un hard rock denso y contundente de carretera, aquel de ritmo constante del que quema llantas y devora kilómetros sobre un árido paisaje.

Las ásperas cuerdas vocales de Jesús Caníbal se conjugan con las de su guitarra para crear temas incendiarios y sostenidos como "Electricidad", aunque las líneas profundas del reptante bajo de Hernán Descortéz que le dan cuerpo a "El ombligo del diablo" sirven de rival perfecto en una lucha cuerpo a cuerpo por la atención del incauto escucha mientras beben del cráneo negro. "Carretera" define el sonido "motero" del disco lleno de paisajes y destinos no definidos, aunque "Ven aquí" logra demostrar el deseo sexual que el rock n' roll contiene de manera implícita por medio de un contundente sonido sin fisuras basado en la batería demoledora e insistente de Daniel Sahagún, además de un incendiario solo de guitarra que vale la pena poner atención.

El primer sencillo del Rocanrol es "Ídolos", una confesión a gritos del deseo del músico por alcanzar el estilo de vida (y muerte) de la estrella de rock n' roll. A partir de los obligados referentes como el actor James Dean en su papel de rebelde sin causa y el guitarrista de T. Rex Marc Bolan (quienes murieron en accidentes automovilísticos) o Lou Reed y Lemmy Kilmister (quienes murieron ya muy grandes de edad tras una larga vida de excesos), escuchamos un tema venenoso que contiene todos elementos suficientes para convertirse en un himno: un ritmo adictivo, una lírica épica y un solo de guitarra lleno de sentimiento.

Caníbales están de regreso haciendo lo que más les gusta: tocando rock n´roll. La potencia de su nuevo EP es justamente la necesaria para emprender camino y quemar el asfalto. Sus melodías son directas e imposibles de soltar, sus ritmos infecciosos tienen toda la fuerza para tronar las bocinas mientras la sangre se agita en las venas por la emoción de escuchar aquella música explosiva que sirve para llevar la contracorriente. Rocanrol está girando y ahora es el momento para que lo disfrutemos...


viernes, 27 de julio de 2018

Satori Junk : cuando las profundidades se tornan ácidas


Cuando escuchamos el álbum debut de la banda italiana Satori Junk publicado a principios de 2015, nos encontramos con un grupo clavado en la psicodelia más ácida con la intención de regalarnos densas melodías llenas de imágenes terroríficas inspiradas en aquel cine de horror de los años 70's conocido como Giallo. Tuvieron que pasar tres largos años para que el cuarteto originario de Milán trabajara en su continuidad discográfica, material que al fin tenemos la oportunidad de escuchar.

Tuvimos noticias a través de las redes sociales que Satori Junk entraba a los estudios de grabación en junio de 2017 de la mano de Enrico Baraldi para grabar su segundo disco. Las preguntas comenzaron a rondar por la mente sobre si el grupo mantendría el mismo concepto sonoro o si el largo tiempo transcurrido entre ambas producciones significarían una modificación drástica en su estilo. A través de la disquera rusa Endless Winter se ha publicado The golden dwarf y las dudas han comenzado a ser despejadas.


Desde sus primeros segundos, el nuevo material de los italianos nos regala un progreso en comparación a lo alcanzado en su debut pero sin dejar a un lado lo que nos enamoró en aquel momento. Quizá la primera diferencia entre ambas producciones es el trabajo compositivo más maduro que orientó a la construcción de temas más largos donde se detecta diversos momentos como si se trataran de movimientos de una obra clásica, lo que permite una gran versatilidad de ritmos y melodías que se traducen en sensaciones variables que mantienen al oyente en atención permanente durante los sesenta minutos de su duración total.

Con el uso de guitarras más ásperas y teclados omnipresentes, The golden dwarf nos sumerge en una versión de Satori Junk mucho más abismal y aletargada que a la menor provocación se transforma en una bestia furiosa que se arroja contra nosotros. Los densos riffs se convierten en infranqueables muros de sonido que sirven de base para melodías alucinantes que bien pueden hablar sobre películas de terror como en su álbum debut como también sobre horrores venidos del espacio exterior bajo la visión del mítico maestro H.P. Lovecraft.


Con tan solo seis nuevos temas propios y un mórbido cover a los legendarios The Doors, el segundo material de Satori Junk nos lleva a obscuros territorios de atmósferas densas en las cuales es muy difícil respirar. Si la influencia de la vieja psicodelia ácida era la base del sonido del grupo, para esta ocasión el grupo retoma el doom al estilo de Electric Wizard y el stoner más profundo de Sleep y Dopethrone para construir un telón sonoro muy espeso, quizá tan pantanoso que es imposible escapar de sus profundidades. 

La ilustración realizada por Roberto Borsi que sirve de portada para el The golden dwarf es una muestra fiel de lo que guarda en su interior: un disco monstruoso que te ofrece a partir de un lisérgico brebaje un fuerte viaje sonoro que puede despertar las más pesadas pesadillas. Todo comienza de manera muy suave gracias a los primeros acordes de "All gods die" con aquel sabor a blues que termina transformándose en una tormenta de distorsión que golpea sin piedad. Los hirientes rasgueos de guitarra continúan en "Cosmic prison" y en el tema que le da nombre al disco, pero el tiempo se hace lento como si se tratara del paso aletargado de un condenado a muerte. Sin embargo, cuando llegamos a "Death dog" nos encontramos con un animal de tamaño colosal dispuesto a morder todo lo que se le ponga enfrente.


Para crear ambientes más tétricos de lo obtenidos en el disco anterior, Satori Junk utilizó sintetizadores digitales en combinación con teclados análogos en manos de Luke von Fuzz, quien también mantuvo su seca voz para darle lírica a los temas; aunque ella quedara abajo de decenas de capas de sonido en la mezcla final. Como ejemplo ideal para el sonido alcanzado en The golden dwarf tenemos a "Blood red shrine", tema concreto de golpe constante marcado por la batería de Max y los fuertes acordes eléctricos de la guitarra de Chris que se distingue por su melodía hipnótica de sonido hosco alcanzado por la gravedad del bajo de Lory Grinder. Bajo una abrupta atmósfera, el horror comienza a filtrarse por las bocinas para hacernos entender que estamos frente a un ritual  sangriento que ofrece el vital líquido a las fuerzas del mal y lo desconocido.


A través del trabajo visual creado por Gryphus Visual, encontramos un apoyo icónico para el engendro auditivo de Satori Junk. En calidad de "FanVid", disfrutamos de algunos extractos cinematográficos bajo efectos visuales de simetría y filtros multicolor que denotan psicodelia y horror, elementos que a su vez distinguen a la banda italiana. Rituales satánicos, sectas malignas y sacrificios humanos saturan la pantalla mientras guitarras ensordecedoras y teclados hipnóticos se desbordan por los auriculares.   


Aquí está el regreso discográfico de Satori Junk, pero con ello también su retorno a los escenarios. Tras la experiencia adquirida por compartir espacio con gente del nivel de Red Fang, Lord Vicar, Salem's Pot, My Home on Trees o Midnight Ghost Train, el cuarteto italiano tiene todas las armas necesarias para trasladar lo creado en su The golden dwarf a las presentaciones en directo. Ahora tendremos que dejar madurar el material para conocer su justa dimensión dentro de la escena actual del doom y la psicodelia pesada, pero quizá sea esta la mejor oportunidad del grupo de Milán para establecerse como una de las mejores promesas dentro de su género... 



miércoles, 25 de julio de 2018

Viaje a Ixtlán : un breve trago de onírico líquido


Cuando escribimos sobre Viaje a Ixtlán hace dos años, lo hicimos bajo el recuerdo de aquel libro rescatado entre los escombros de un lugar derrumbado por la fuerza de un sismo despiadado, pretexto ideal para recordar una historia personal y para permitir un vuelo descontrolado por medio de la música etérea y la magia desamarrada por el ambiente sonoro (reseña-review). El tiempo ha pasado y ahora es momento de regresar los tímpanos hacia aquella fuente de imaginación que un día colmó la mente de recuerdos y escapes para intentar nuevamente una travesía más allá de los límites de nuestra realidad.

Aquel juego instrumental que corría desbocado por la imaginación fértil del oyente virgen logró identificar algunos rasgos de una banda argentina que buscaba reflejar en su propuesta sonora lo que es el tiempo, la vida y la muerte a través de un viaje interminable, quizá eterno. El capitán de este barco de múltiples posibilidades se mantiene al mando, pero a esta aventura se han sumado nuevos marineros dispuestos a atravesar las aguas de lo desconocido por medio de un onírico embeleso de música y tenues líricas.

Mariano Bertolazzi ha lanzado a su Viaje a Ixtlán a una nueva peripecia, pero siguiendo la lógica del breve sorbo, nos ofrece apenas una pequeña probada de su próximo retoño discográfico. Y aunque ello podría significar tan sólo una gota de su océano auditivo, la banda nos prepara para saborear detenidamente y sin prisas el nuevo remanso sobre el cual navegará su embarcación. Sus seis cuerdas se electrifican para marcar nuevas melodías llenas de pasión, serpientes que ingresan al vital líquido para sondear sus abismos y buscar nuevos panoramas que permitan el escape de las neuronas aprisionadas por la rutina y el ruido ensordecedor de lo cotidiano y lo banal.

Como un adelanto, ya se puede escuchar "Sueño de agua", tema que muestra los nuevos senderos que Viaje a Ixtlán busca recorrer; lugares donde el poder de los teclados se funde con la guitarra hipnótica para alcanzar los terrenos desconocidos del subconsciente y las quimeras. Con una mezcla mística de rhodes y sintetizadores, Jeque Raffo se transforma en el compañero de fórmula ideal para guiarnos por el nuevo trayecto que tiene por objetivo abrir las puertas de la percepción sin alcanzar un lugar definido.


Los estudios Zar y Black House sirvieron de puerto de partida para esta nueva odisea. El faro que sirve de guía se llama Damian Colaprette, aquel navegante que supo construir el sonido de Manthrass en su maravillo Mapa estelar para llevarlo a constelaciones únicas. Para esta ocasión, el mago tras la consola permite que los sonidos fluyan naturalmente por las bocinas hasta crear un lisérgico ambiente de ensoñación y tranquilidad que se permite explotar en millones de partículas, una pared sonora que iguala a una cascada que resguarda una cueva en su interior.

Un vaporoso bajo interpretado por Cher Man se suma a la oda mientras una batería insistente sobre el influjo de Alejandro Molina recrea un manto misterioso y metálico de platillos omnipresentes sin fin. Mariano Bertolazzi suelta su guitarra en un hermoso solo de guitarra que penetra el dulce velo de la melodía hasta que unos acordes secos rompen el embeleso como cuando un martillo quiebra un cristal, pero todo queda en un espasmo breve de agitación y violencia que regresa al instante sublime de sopor y levedad.


El nuevo trabajo de Viaje a Ixtlán está terminado, quizá hasta sus temas se desbordan en cantidad y en posibilidades, pero sus sonidos aún están resguardados para que puedan ser liberados poco a poco. El breve trago de onírico líquido permite la interpretación libre de aquel temerario que prueba el brebaje, protegiendo la idea originaria de la cual es único dueño su creador e intérprete. Para lograrlo es necesaria la calma, la paciencia y la posibilidad de asimilación por medio del viaje propio sin mediación ni prejuicio. Las líricas sirven de brújula, pero todo queda en manos de quien se anima lanzarse a la mar para vivir su propia aventura.


La más reciente configuración de Viaje a Ixtlán está surcando los escenarios de su natal Argentina, poniendo a prueba de esta manera sus nuevos himnos de vuelo y ensoñación. El camino se muestra abierto para cualquier posibilidad, así que ahora nos toca a nosotros sumarnos a la invitación que busca romper las cadenas para liberar a la imaginación a través de la propuesta musical de una de las bandas más oníricas y mágicas del cono sur. La desesperación por saber qué más resguarda en su embarcación corre por las venas, pero tras la prisa existe un goce pleno de deleite que requiere ser digerido y saboreado lentamente.


lunes, 23 de julio de 2018

Blackwater Holylight : cuando la vulnerabilidad se convierte en música


A principios de abril de 2018, la reconocida disquera norteamericana RidingEasy Records publicó el álbum debut de un cuarteto de chicas del rock etéreo y ambivalente que por momentos deslumbra con la iluminación multicolor de la vieja psicodelia y en otros te sumerge en profundos abismos ahogados en obscuridad y misterio. Sin mayor referencia, nos llegó a nuestros oídos Blackwater Holylight y ahora es momento de descifrar su propuesta onírica en unas cuantas palabras...

Bajo ese halo de misticismo que siempre ha rodeado a RidingEasy Records, inesperadamente se presentó el primer disco de Blackwater Holylight. Al rascar un poco para encontrar información nos encontramos con la breve historia de su formación donde se cuenta que en Portland, Oregon la bajista y vocalista Alison "Sunny" Faris conformó un nuevo grupo tras la separación del anterior donde se encontraba, pero ahora deseaba hacerlo con puras mujeres como compañeras. Sin embargo, la idea principal de la cual se aferraría sería en la música heavy; concepto que iría desde lo musical hasta lo emocional.


Como compañeras de fórmula, Faris encontró a la guitarrista Laura Hopkins, a la baterista Catherine Hoch y a la tecladista Sarah Mckenna. Ya como banda, el nombre de Blackwater Holylight comenzó a recorrer por las diversas páginas especializadas y estaciones de radio por internet hasta que comenzó a despertarse un especial interés por su proyecto, mismo que se ofrecía como una forma de enfrentar la vulnerabilidad desde todas las perspectivas posibles.

Bajo la supervisión técnica de Cameron Spies en los estudios The Greenhouse y Goldbrick, Blackwater Holylight  se dedicó a grabar un denso material que realmente logra penetrar el interior del alma para desmenuzar los temores, las creencias y los sueños de una mujer que desea romper con el miedo para seguir adelante con sus ideales. Voces fantasmales se escurren entre guitarras ásperas y teclados oníricos, líneas de bajo muy suaves que toman los tiempos aletargados marcados por la batería para construir muros de neblina y sonidos hipnóticos que muestran la obscuridad y la luz del individuo y buscan dejar a un lado el mal paso y seguir hacia adelante.


El debut de Blackwater Holylight versa entre lo melódico y el arranque desenfrenado, creando una colección de temas que equilibran los primeros momentos del doom con las ensoñaciones ácidas de la psicodelia setentera, aunque por momentos bien podemos escuchar atmósferas del movimiento dark ochentero. Con una mezcla tan amplia, las posibilidades del álbum son enormes. Al bajar la aguja sobre los surcos, nos encontramos con un riff concreto de guitarras fantasmales llamado "Willow" que intenta crear un ambiente etéreo hasta que poco a poco crece hasta llevarnos a las nubes; aunque de manera contraria nos ocurre con "Babies", tema de riff misterioso que repta por el suelo hasta que nos obliga arrastrarnos con él.

Con una línea melódica más directa, la hipnótica "Sunrise" nos recuerda algunas cosas creadas por las bandas alternativas de los años noventas por medio de sintetizadores nebulosos y voces femeninas que provocan a los hombres como sirenas embrujadas. Sin embargo, el primer disco de Blackwater Holylight crea momentos realmente obscuros llenos de melancolía y zozobra como en "Jizz witch" con su tiempo lento heredero del doom o en "Slow hole" con aquel bajo distorsionado aletargado y los efectos sonoros de guitarra y sintetizadores de otro mundo. Aunque no muy lejos del mismo sentimiento acongojado del material, "Carry her" destaca por su melodía proto-doom que recuerda algunas cosas de The Oath, termina por deshacer las bocinas al estilo de Windhand o Acid King.


El primer sencillo del material es "Wave of conscience", tema que delimita a la perfección las características sonoras de la banda: guitarras con algunos destellos ásperos de fuzz, teclados tenues que sirven para crear una atmósfera mórbida, voces fúnebres que hechizan desde la primera frase y una suave batería que tan sólo marca los tiempos de manera concreta. Conforme avanza el tema, el muro sonoro se hace tan espeso que imposible atravesarlo; pero cuando llegamos a la parte central de la canción, todo se vuelve tan pantanoso que el movimiento es imposible como si algo desde el fondo nos tomara del tobillo para ahogarnos en su abismo. La melodía se transforma en un ruido tenebroso que nos envuelve sin remedio, pero de su propio interior surge nuevamente la línea inicial del tema para dejarnos abandonados en la nada. ¿Acaso puede existir algo mejor que esta sensación para tratar de representar lo que es la vulnerabilidad?


Apenas hace unos días, la disquera RidingEasy Records presentó en su canal de videos de YouTube el trabajo promocional para "Wave of conscience". Mientras vemos sobre la pantalla un viejo documental sobre la viuda negra (aquella araña venenosa de tan mala reputación), la infecciosa guitarra hiriente pero contenida de Blackwater Holylight se escucha por las bocinas sin remedio. La mirada se posa sobre el insecto mientras éste teje su trampa en espera de su próxima víctima. Un viejo castillo se levanta en medio de la noche, extrañas formas comienzan a tomar cuerpo y los retoños toman vida. 


Si realmente ha nacido una banda que en sus venas corre la obscuridad y la densidad creada por el miedo a enfrentarse al mundo, esa es Blackwater Holylight. Su álbum debut es una colección de ocho temas sublimes que navega por océanos abismales de melancolía para que por el arrebato de un instante de furia todo se convierta en tormenta de ímpetu y fuerza desesperada. Disco mágico que mezcla los universos oníricos del interior humano con la intensidad del deseo y el arranque apasionado de un sentimiento puro sin control. Sin embargo, este cuarteto de sirenas fantasmales tienen algo más escondido, pues más allá de este maravillo trabajo de estudio, tienen la capacidad de trasportarlo a los escenarios; por lo que su magia y zozobra traspasa la muralla de la grabación estática para vivirse en una realidad aun más aterradora...


viernes, 20 de julio de 2018

Stonefield : entre hermanas, Australia y el espacio exterior


A mediados de 2017, los exóticos australianos de King Gizzard and the Lizard Wizzard giraron por la costa este norteamericana; pero más allá de su multifacético sonido, el grupo decidió tener como banda de soporte a unas compatriotas suyas. Honrando dicho merecimiento, Stonefield derrochó sobre los escenarios un cocktail lisérgico del cual se degustaba por igual space, heavy rock vintage y psicodelia pesada. Aprovechando ese viaje a California, las chicas grabaron su tercer álbum de estudio y hoy tenemos la oportunidad de desmenuzarlo para descubrir las maravillas que en él se resguardan.

Stonefield se conformó en el Australia rural, en un pequeño poblado llamado Macedon Ranges en el estado de Victoria, muy cerca de la zona conurbada de Melbourne. La unión de las hermanas Findlay en 2010 las llevó a crear una banda inspirada en el viejo rock psicodélico de finales de los años sesentas que dió origen al movimiento space y específicamente al krautrock, lo que las llevó a publicar su debut en 2013 y el As above, so below en 2016, material este último que las catapultó al reconocimiento en su país.


Con la intención de internacionalizarse, Stonefield se fue de gira a California y entró en abril de 2017 a los Ultrasounds Studios, lugar comandado por Sthepen McBean, guitarrista y vocalista de Black Mountain. Un año después fue publicado a través de la disquera Flightless su Far from Earth, un disco que sabe aprovechar las capacidades de cada integrante a través de temas intensos que por momentos terminan siendo atmosféricos. Mientras mantiene el ritmo en la batería, Amy recita líricas sobre remotos sitios fuera del sistema solar. Los teclados de Sarah nos elevan hasta lugares desconocidos, pero las líneas de bajo de Holly nos recuerdan nuestro origen en los cimientos del suelo terrestre. Sin embargo, es la guitarra áspera de Hannah la que termina tomándonos de la mano para comenzar la odisea espacial y dejarnos olvidados entre galaxias y agujeros negros.

Pero a pesar de lo que podríamos esperar, Far from Earth es un disco ambivalente y hasta contradictorio. Por un lado podemos escuchas suaves melodías que denotan largos trayectos siderales como en "In the eve", hipnóticos ritmos donde los juegos corales nos sumergen en lisérgicos sueños como en "Together" o hasta el ambiente místico con la que inicia "Broken stone"; pero por otros momentos podemos escuchar temas de intensidad y ruido estridente como en la abridora "Desilution", los juegos electrónicos de "Visions" o la hiriente "In my head" con los diversos cambios melódicos por instantes estridentes que nos obligan a recordar a los suecos de Salem's Pot y hasta los nebulosos sonidos de las españolas Kabbalah.


El tema que identifica el sonido del Far from Earth es precisamente el que le da nombre al álbum. A partir de un riff directo de guitarra entrecortada que se transforma en una misteriosa figura a la cual se suman el resto de los instrumentos para ofrecernos una atmósfera galáctica como se entendía a principios de los años setentas. Mientras la linea del bajo permanece inmutable, los platillos de la batería se abren impacientes ante la sublime melodía de las voces femeninas que poco a poco nos sumergen en su mundo onírico de vuelo y cero gravedad. Mención aparte merece el puente musical basado en la profundidad de los teclados que terminan envolviendo todo a su alrededor, confesando la mano de Sthepen McBean como responsable técnico del material discográfico.

"Podemos encontrar la forma de vivir en el espacio exterior. Llévame de viaje dejando todo atrás. Nosotros corremos lejos de la Tierra y del Sol, me paro por detrás y nos abandonamos a la obscuridad. Viviendo al límite, me tenso con arrepentimiento. Agárrate a mis brazos y guíame sólo lo necesario. Nosotros corremos lejos de la Tierra y del Sol, cayendo con un corazón que no se irá por la obscuridad..."

Stonefield lanzó como single "Far from Earth" junto con un video promocional, un trabajo realizado por Ben Jones donde podemos observar a las chicas australianas entre sombras e imágenes de cohetes espaciales, planetas y lanzamientos. Bajo una estética psicodélica, la banda nos envuelve en su atmosférica melodía para dejarnos ante la disyuntiva de la luz y la obscuridad. Un viaje visual con sabor vintage que nos muestra el poder de una guitarra Gibson SG y su enfrentamiento con los etéreos teclados Roland, una prueba icónica de cuatro talentosas mujeres que saben construir escenarios sonoros sobre espacios desconocidos, lugares remotos y sitios mágicos.


Far from Earth es un material sublime que sabe mezclar los juegos vocales con los entornos misteriosos creados por los teclados y las figuras corrosivas de una guitarra desgarradora. Sin embargo, Stonefield no es una banda creada en el estudio, y más allá de lo alcanzado con su última grabación, la banda tiene toda la calidad necesaria para llevar a los escenarios los diez temas que lo conforman. Existen pocos grupos conformados por puras mujeres, quizá escasos los integrados por puras hermanas, pero Stonefield es el único grupo que conjunta lo anterior y tienen la capacidad de crear un excelente hard rock vintage bajo una estética cósmica y pasajes lisérgicos que logre tomarnos de la mano para servirnos de guía por un fuerte viaje por el espacio exterior y nos muestre la maravilla de la suspensión de la gravedad y la hermosa vista más allá de nuestro hogar...



martes, 17 de julio de 2018

The Slow Voyage : la cósmica psicodelia chilena


A través de la recomendación de nuestros amigos de Necio Records, disquera independiente del Perú que se ha dedicado desde cinco años a editar diverso material de hard psych, stoner, doom, space rock y experimental; nos llega a nuestros oídos la propuesta de una joven banda chilena clavada en la distorsión lisérgica de la psicodelia llamada The Slow Voyage. Con el pretexto de la edición de su primer material en disco compacto hecha en mayo de 2018, nos damos a la tarea de sumergirnos en sus aguas multicolor para permitirnos un denso paseo por sus oníricas notas.

The Slow Voyage nació entre 2012 y 2013 en la ciudad de Los Ángeles, en la región chilena de Biobío, gracias al encuentro musical de los guitarristas Freddy Lepe y Rodrigo Salamanca, quienes tras un tiempo de composición se vieron en la necesidad de conformar una banda convencional con la intención de darle base a sus ideas. Fue así que se integraron Mauricio Pinilla en la batería y Camila Muñoz en el bajo eléctrico. Desde entonces, el grupo ha trabajado para construir un sonido propio caracterizado por las densas atmósferas etéreas de la psicodelia ácida y la improvisación de la música libre que despertara diversas sensaciones a través del viaje y el rompimiento de las cadenas del prejuicio.


Tras conformar una colección de ocho temas de manera concisa, The Slow Voyage se animó a grabar el material a manera de demo en el Trewa Estudio bajo el nombre Live sessions 2015. Gracias a este trabajo, la banda tuvo la oportunidad de ser escogidos para participar en el proyecto Converse Rubber Tracks, que como lo habíamos relatado cuando escribimos sobre los mexicanos The Wizard, la idea consiste en otorgar tiempo de estudio a nuevas bandas bajo el resguardo técnico de experimentados productores. Fue así como el cuarteto chileno pudo grabar "Look at me" en el estudio Lautoro de Santiago de Chile con Jack Endino, reconocido productor que ha trabajado con bandas de grunge como Nirvana, Soundgarden y Mudhoney, además de diversas bandas de rock latinoamericano como los mexicanos Guillotina, los argentinos Banda de la Muerte y los chilenos The Ganjas.

"Look at me" hizo honor a su nombre y provocó que muchas miradas se posaran sobre la banda, sin embargo, el tema no terminaba por mostrar su verdadera esencia; pues todo quedaba reducido en un distorsionado tema de hard rock con algunos elementos alternativos basado en la melodía, pero olvidando el poder del jam ácido. Sin embargo, todo ello quedaría redimido en la publicación de su primer álbum formal de noviembre de 2017 llamado Time lapse; un material que sería grabado, mezclado y masterizado por Pablo Giadach en el mismo estudio Lautoro.


Time lapse recupera cinco temas del Live sessions 2015 para trabarlas con mayor detenimiento  hasta desmenuzarlas gracias a los años practicarlas hasta permitirles encontrar su propio espacio. El melancólico lamento de "Mas allá" logra subir suavemente hasta alcanzar un orgasmo cósmico descontrolado, las innegables líneas árabes que terminan misteriosos derroteros que reptan la arena bajo el omnipresente rayo de sol que se escucha en "Horus", la potencia descontrolada de "Wake up! "que de manera inevitable nos recuerda la estridencia fuzz de los italianos Black Rainbows, la guitarra lisérgica de "Will you be back tomorow?" que poco a poco nos hipnotiza bajo un tufo pesado muy en la escuela de los californianos The Black Angels y la polifacética "Take me away" basada en sus insistentes acordes que construyen una serie de muros para perdernos en sus laberínticos pasillos.

The Slow Voyage logra intensidad, zozobra y obscuridad en las nuevas versiones de aquellas canciones que han formado parte del repertorio de la banda por años; sin embargo, también es necesario poner atención en las dos nuevas joyas que abren el disco más allá de la inclusión de la versión de "Look at me" con Jack Endino. Las guitarras llenas de efectos mágicos que nos transportan a galaxias  desconocidas llenas de colores deslumbrantes sirven de relampagueos en la obscuridad eterna del cosmos, sonidos desgarradores que invitan a cerrar los ojos para descubrir al universo dentro de uno mismo. "Close your eyes" se derrite lentamente por las bocinas a pesar de sus  ásperas cuerdas que intentan cruzar por la piel, pero la línea melódica nos toma de la mano para pasearnos por las neuronas hasta dejarnos perdidos en ellas.


Sin embargo, la inaugural "All the days" sobre sale del resto del material debido a que su riff inicial entra directo al torrente sanguíneo y nos deja claras sus intenciones. La combinación de voces de Freddy y Rodrigo crean una densa neblina que poco a poco se integra con la atmósfera construida por los instrumentos. La línea de bajo de Camila nos ofrece una soga para asirnos ante el abismo sin gravedad creado por la banda, pero conforme los segundos van pasado, todo se vuelva más ácido hasta que no queda más remedio que soltarse y disfrutar el viaje. Ácida psicodelia que se entremezcla con algunos tintes de space-rock, aunque el solo de guitarra ahogado en wah es un maligno agujero negro del cual no existe un retorno posible.


Gracias a Time lapse, The Slow Voyage ha logrado condensar su sonido en un estilo definido lleno de magia, cosmos y sensaciones. Ahora es tiempo de reflejar lo alcanzado en el estudio sobre los escenarios y permitir que todos los átomos sonoros esparcidos por los galaxia se condensen en la memoria y deleite del público. El disco contiene demasiados elementos para ser ingeridos en una sola cucharada, así que la dosis tendrá que ser medida para que en cada viaje se pueda descubrir todas las posibilidades que puede crear este cuarteto chileno. Atención, mundo! El conteo regresivo ha terminado y el lanzamiento ha colocado a esta sonda esterofónica y multicolor a girar por el universo con la intención de hacer llegar sus líneas melódicas a los desprevenidos tímpanos ansiosos por  intensas sensaciones lisérgicas...

jueves, 12 de julio de 2018

Electric Monolith : la magia de la pausa en el hard psych


Durante la última década, el heavy psych ha sido un estilo preponderante en los diversos circuitos subterráneos e independientes del rock en España. Prisma Circus, Lewis & The Strange Magics, The Mothercrow, Cachemira, Wicked Wizzard y Green Desert Water son tan sólo algunos nombres de aquellas bandas ibéricas que se han animado a retomar el viejo sonido del rock ácido de la psicodelia pesada para crear nuevas melodías sin perder aquel sabor a energía, interpretación e imaginación. Hace algunos meses fue publicado el álbum debut de otra banda dentro de este marco sonoro, así que era imposible que Earthquaker los dejara pasar de largo.

Formados desde 2015 en Barcelona, Electric Monolith es un power trio en toda la extensión de la palabra, pues tan sólo con el poder de la tríada maldita de guitarra-bajo-batería recrean paisajes auditivos llena de sonidos estridentes, figuras melódicas adictivas y ritmos entrecortados salvajes que incitan al baile y al escape emocional. Mientras sus notas vintage se escapan por las bocinas, los fuertes colores iluminan la estancia hasta saturar la vista entre psicodelia y relámpagos deslumbrantes que demuestran energía e intensidad.


El equilibrio de Electric Monolith se encuentra en el triangulo equilátero. Oscar Chamorro se encarga de las ráfagas de notas en la guitarra Stratocaster, el soporte melódico por medio de los tonos graves de las cuatro cuerdas está en Ramón Viña y la fuerza peculiar de las percusiones que constantemente buscan su espacio propio pertenecen a Pepo Villena. Al ser un power trio, su base se encuentra de manera obvia en el hard blues eléctrico de finales de los años sesentas que terminó floreciendo por diversos senderos como la psicodelia, el heavy metal y el hard rock; elementos todos fundamentales para el sonido del grupo.

Sin embargo, las más allá del estilo característico de una banda enmarcada en este estilo, Electric Monolith se distinguen claramente del resto por una peculiaridad: el silencio. Pocos grupos emplean las pausas sin sonido para alcanzar mayor intensidad a sus composiciones, aunque de manera paradójica, este elemento es fundamental en el blues más clásico. El trío de Barcelona lo asimila de manera perfecta para crear temas entrecortados que provocan la zozobra y la atención del oído congestionado por un género lleno de ruido descontrolado que persigue tan sólo el virtuosismo o acaso la saturación sonora por temor al espacio vacío.


Electric Monolith entró al estudio La Atlantida a principios de de 2017 para grabar su álbum debut, un material realizado completamente por la propia banda (un elemento que genera mayor valor al resultado final). Bajo el nombre de Resurrect the dead y una mágica portada realizada por Jalón de Aquiles que muestra la obligada referencia de la gran piedra de Stanley Kubrik en un ambiente galáctico, encontramos diez tracks que asimilan el hard blues de Cream, Hendrix y Led Zeppelin con la fuerza obscura de Black Sabbath y la energía eléctrica del proto-metal de Budgie.

Sin perder por un solo instante su sonido propio, Resurrect the dead intenta delimitar algunos caminos por los cuales recorrer para no ser devorado por un estilo que al final pudiera sonar repetitivo durante toda la placa. El definido riff de "Hole in the sky" nos instala en el hard psych que ha abanderado en la actualidad Radio Moscow pero con un obligado paseo especial que termina varado en los agujeros negros contenidos en cada una de sus estrofas que bien pueden ser comparados con las pausas que se escuchan en "Tainted will", tema que nos regala también aquel estribillo y solo de guitarra clavados en el Black Sabbath fundamental. El hard rock ácido heredero del blues eléctrico lo podemos degustar en "The lonesome road" con todo y sus twin-guitars muy cercanas a Thin Lizzy, pero al mismo tiempo nos podemos deleitar con el sentimiento a baja velocidad de "Still remember" por medio de atmósfera melancólica que nos permite encontrar a una banda con mayores posibilidades melódicas que las escuchadas en el resto del material.


El primer sencillo del debut de Electric Monolith es "Shade of sorrow", un tema que enamora desde la ansiedad de su riff inicial y los juegos de percusiones que se escuchan atrás de él. Con una línea melódica en las vocales que nos remiten al viejo Ozzy o acaso al primer Wolfmother, el power-trio de Barcelona nos sumerge en un tufo vintage lleno de obscuridad que sin saturar el panorama sonoro de ruido permite a cada instrumento lucir y demostrar lo que está haciendo como piezas de rompecabezas integrándose para alcanzar la unidad con sus características propias. Densa pesadilla que nos adentra a los abismos de la mente para penetrar las neuronas y visualizar qué ocurre en ellas, fuerte viaje ácido que nos hace resbalar por los pasillos de nuestro interior hasta la pérdida del control, un encuentro de frente con el dolor, la pena y el pesar. La aguja de la guitarra inyecta en nuestras venas su venenoso contenido mientras el bajo tan sólo sirve de vaga referencia de aquella cueva por donde nos hemos internado. Las percusiones tribales golpean sin cesar a lo lejos, pero bien sabemos que hemos perdido la batalla contra nosotros mismos...


Una espiral en movimiento con la intensión de provocar vértigo nos da la bienvenida al trabajo visual que sirve de promoción para "Shade of sorrow". Entre sombras e imágenes sobrepuestas alcanzamos a distinguir a los tres miembros de Electric Monolith, aunque el poderoso efecto de pirámide logra hacernos entender que la triada es la base para el concepto auditivo y visual de la banda. Fractales, neblina y espejos recrean un ambiente místico y psicodélico donde la interpretación del track por el grupo se convierte en el centro de la colección de imágenes; un recuerdo vivo de aquellos viejos trabajos de la televisión antigua que mostraba a los grupos tocando en las trasmisiones en vivo y los camarógrafos aplicaban los más diversos efectos para darle mayor emoción al espectador lejano al escenario.


Electric Monolith está aquí y ahora está sobre los escenarios demostrando lo que sabe hacer de manera directa. El grupo ha compartido espacio con gente como The Wizards, The Necromancers, Colour Haze y próximamente lo harán con Ruby the Hatchet y Doctor Doom, lo que nos habla de una banda con excelentes referencias sonoras para formar parte de buenos carteles. Sin embargo, a nosotros como público nos toca escuchar detenidamente el Resurrect the dead para exprimir de él todo el jugo que contiene y todos los elementos propios que ayudan a alimentar a una escena tan competida como la del heavy psych, además de disfrutar de aquellos sonidos inspirados en el pasado que hoy son retomados para crear nuevos tesoros y nuevas vibras auditivas...


martes, 10 de julio de 2018

Lucifer : el regreso de la bruja rubia


Cuando escuchamos el álbum debut de Lucifer (reseña-review), sabíamos que estábamos frente un disco obscuro clavado en el hard rock vintage cercano a los primeros instantes del doom que se convertiría en referencia obligada del género para esta década. La nueva banda creada por la rubia obsesionada con la magia, la superstición y la numerología tras el rompimiento de The Oath y el reconocido guitarrista Gaz Jennings de Cathedral y Death Penalty volvería a colocar al tenebroso sonido de guitarras distorsionadas y riffs enigmáticos en su merecido nicho; pero tras la gira proporcional del disco, el guitarrista anunció su salida. Había llegado el momento para Johanna Sodanis para su reconfiguración.

Al enterarse de la noticia, el mítico guitarrista sueco Nicke Andersson quien había formado parte de emblemáticos proyectos como Entombed, The Hellacopters y Imperial State Electric se acercó a su amiga para reconstruir a Lucifer. La idea original del grupo era crear música inspirada en el hard rock heredero de la psicodelia más ácida como Deep Purple, Black Sabbath, Steppenwolf o Blue Öyster Cult, por lo que Andersson inyectó toda su energía para componer junto con Sodanis una colección de temas potentes que mantuvieran el halo misterioso que la rubia alemana siempre ha impreso a sus bandas.


Para complementar el nuevo concepto, Nicke Andersson contactó a Robin Tidebrick, quien aprovechó una pausa de su banda de hard rock y proto-metal Saturn, para que hiciera todas las guitarras principales. Fue así que el trío se metió en el verano de 2017 a los estudios The Honk Palace para grabar el segundo volumen de Lucifer, un álbum grabado completamente por el propio Andersson, mezclado en España por Ola Ersfjord (quien es conocido por su trabajo con Tribulation y Dead Lord) y masterizado por Magnus Lindberg (quien ha trabajado con Cult of Luna, Black Bonzo y Greenleaf).

Desde sus primero acordes, Lucifer II difiere de su antecesor en sus líneas melódicas más luminosas, la fuerza de su interpretación y los ritmos infecciosos que inmediatamente sueltan su veneno desde la primera escucha. Todos los instrumentos fueron interpretados por el demonio de Estocolomo, lo que demuestra su compromiso con el proyecto y la influencia que inyectó sobre él. Finalmente tenemos la oportunidad desde los primeros días de julio de 2018 de poder escuchar el disco completo a través de Century Media Records y comprobar con nuestros propios oídos al renovado Lucifer.


Por momentos podemos detectar en Lucifer II el hard rock violento bajo la más clásica escuela sueca como en "Aton" y "Phoenix", pero es innegable la intención de Andersson de respetar el sonido alcanzado por el proyecto en su álbum debut; por lo que se degusta fácilmente el proto-metal  con suaves líneas melódicas creadas por Sadonis inpirada en Heart y Fleetwood Mac en "Reaper on your heels" y "Before the sun. Por si fuera poco, y fiel a su estilo, la rubia bruja alemana rescata aquel sabor proto-doom en nebulosos temas como "Dreamer" (un recuerdo directo al The Oath junto con la bella guitarrista Linnéa Olsson) y "Faux Pharaoh" (con un cierto sabor a Uncle Acid & the deadbeats por medio de sus guitarras desgarradoras y aletargadas que terminan transformándose en un heavy metal hiriente).

Como primera muestra del cambio que se escucha en Lucifer II, la banda publicó en mayo de 2018 a través de sus redes sociales como su primer single "California son", tema inaugural del álbum que sin duda está clavado en el hard rock sueco gracias a su entrecortado ritmo insistente que desborda pasión y energía mientras nos permite enamorarnos (otra vez) de Johanna Sardonis. Un ligero toque de teclados se escuchan como ácido telón mientras los instrumentos de cuerda marcan la figura hipnótica y la batería rompe con todo lo que podríamos esperar. Los solos de guitarra se superponen unos sobre otros hasta que los acordes nos regresan definitivamente al sendero inicial, sin embargo, al pasar los tres minutos y medio que dura la canción, poco a poco vamos subiendo la mirada de la ardiente carretera al cielo estrellado mientras una densa nube se posa sobre nosotros para anunciarnos la fuerte tormenta que se avecina.

Bajo su imagen de entallado cuero negro, Johanna Sadonis se sube a la moticicleta para recorrer los polvorientos caminos mientras las bocinas explotan al ritmo adictivo de "Califonia son". Para completar el club sobre ruedas, Robin Tidebrink y Nicke Andersson aceleran y queman los neumáticos sobre el asfalto que está bajo sus pies. Este es el concepto visual que sirve de video promocional para el primer single de Lucifer, un trabajo realizado por la casa productora Klinta-Forsberg y dirigido por la propia rubia alemana. Son innegables las influencias en este video surgidas directamente de las viejas películas de bandas de motociclistas que azotaban los caminos de California en los años 50's y 60's como "The wild one" (1953), "Born losers" (1967), "Easy rider" (1969) y, por supuesto, "The girl on a motorcycle" (1968) con Marianne Faithfull enfundada en su traje negro.


Para promocionar Lucifer II, la banda ha incluido en su lista de integrantes al bajista austriaco Alexander Mayr y al guitarrista Martin Nordin, éste último integrante de la banda sueca de hard rock Dead Lord; con la intención de recrear en vivo lo alcanzado por Nickle Andersson en el estudio, dejando de manera sorprendente a éste en la batería. Tras unas semanas de prueba, Lucifer incluyó a Linus Björklund como otro guitarrista más, pero su ingreso habla de los compromisos que Robin Tidebrink tiene que cumplir con Saturn. La rubia bruja ha regresado y no lo ha hecho sola, pues el demonio de Estocolmo está a su lado como su diablo protector, así que ahora es nuestro turno de escuchar detenidamente los nueve temas que conforman el segundo álbum de Lucifer para saborear detenidamente su obscuridad mientras su misticismo ahoga la atmósfera, mientras la magia de lo desconocido nos toma por sorpresa y mientras nos deleitamos ante aquella mujer en cuero negro frente al micrófono...