Killer Boogie es una de esas bandas a las cuales no se les ha dado su justo reconocimiento. Al ser un proyecto alterno de Gabrielle Fiori, el grupo ha sido considerado por unos como el hijo bastardo de Black Rainbows o de plano ha sido ignorado por otros. Lejos de cualquier tendencia, una de las primeras notas escritas por Earthquaker en el ya lejano abril de 2015 fue una reseña completa al Detroit (review), álbum debut de los italianos que logró despertar el gusto por el poderoso fuzz en su intento por recuperar la rabia de aquel sonido crudo creado por las bandas de hard rock directo y sin contemplaciones.
El tiempo ha pasado y ahora tenemos vibrando en los tímpanos el segundo material discográfico de la agrupación fincada en Roma. Bajo el título de Acid cream y publicado en marzo de 2018 por la disquera Heavy Psych Sounds Records (comandada por el propio Fiori), este nuevo álbum logra fusionar el rasposo sonido del fuzz de Blue Cheer con la acidez de la primera psicodelia y la electrificación del sentimiento blusero creado por Cream; sin dejar a un lado el estilo alcanzado en su debut a través del proto-punk de bandas clásicas como MC5 y The Stooges.
Para esta ocasión, Killer Boogie mantiene su soporte por medio de la unión de Gabrielle Fiori con quien fuera el baterista de Wisdoom Luigi Costanzo; pero ahora el grupo cuenta con la participación de Nicola Cosentino como su nuevo bajista. Una vez afianzado el trío gracias a sus presentaciones en grandes eventos como Desert Fest Berlin y Duna Jam donde comprobó la energía de sus nuevos temas, la banda se metió a los estudios de Point of View Records para grabar con el apoyo de Paolo Pierrelli en octubre de 2017 los once tracks que conforman el álbum.
Al bajar la aguja sobre los surcos del Acid cream escuchamos una explosión instrumental llamada "Superpusher '69" que de manera inmediata e innegable nos recuerda lo que ya escuchamos en Stellar prophecy y en Pandaemonium de Black Rainbows gracias a su tufo cósmico, pero al mismo tiempo encontramos sus diferencias a partir de sus acordes más crudos. Tras la pequeña introducción, Killer Boogie nos receta dos píldoras con la misma receta escuchada en Detroit gracias a sus guitarrazos viscerales, lo que en un primer momento produce una de decepción al escuchar una clonación de lo ya hecho sin mayor propuesta; aunque al prestar atención detenidamente a "Escape from reality" y "Atomic race" ya se pueden detectar algunos trazos innovadores sin escapar de su esencia.
No es hasta que los demoníacos tambores tribales de "Am I deamon" se escapan por las bocinas cuando realmente escuchamos un sonido más fresco dentro de la propuesta sonora de Killer Boogie, ya que su hard psych nos invita a bailar con su hipnótico ritmo mientras una densa neblina narcótica se posa sobre nosotros. Sin embargo, al llegamos a "Let the birds fly" con su lisérgico teclado y su ligera sombra blusera es cuando al fin tenemos un remanso que nos arranca los pies de la tierra y abre un universo de posibilidades al trío romano. A partir de este momento, Acid cream se permite jugar entre ritmos pop ("Dino-sour" y "The day of the melted ice cream") y el blues en todas sus expresiones (el negro sonido delta de "Mississippi" y hard blues eléctrico de "I wanna a woman like you").
Uno de los mejores tracks del Acid cream es la mágica "The black widow", aquelarre electrificado que nos narra la historia de la viuda negra, que envuelta entre sombras y obscuridad, espera que caigamos en sus redes mientras todo se derrumba a su alrededor. La noche toma el control y tan sólo la luna nos sirve de referencia ante la ausencia total de luz. La muerte se aproxima mientras el tiempo termina. Aquel espíritu maldito camina lento hasta caer en cuenta de su enfermedad, una locura que gira y gira en búsqueda de alguna manera de saciar su sed.
Demonios y brujas bailan en torno de la hoguera ritual mientras las guitarras explotan con una furia incontrolable que nos obliga a entonar un agridulce canto de muerte y pasión. Fiori nos regala en "The black widow" quizá uno de sus mejores solos en muchos años mientras el bajo le sirve de soporte perfecto y la batería juega con su tribal ritmo de tambores y panderetas. Un pequeño coro nos obliga a recordar el "Symphaty for the devil" de los Rolling Stones, pero ubicado dentro de la mística atmósfera atascada de zozobra de su final cambio de melodía, nos provoca la remembranza de aquellas aves nocturnas entonando su tétrico canto a medianoche. Por si fuera poco, Fiori nos regala unas últimas figuras de guitarra sobre un tenue teclado hipnótico, logrando con ellas transportarnos a otras galaxias que jamás habíamos escuchado con Black Rainbows y mucho menos con Killer Boogie.
Acid cream es un disco muy degerible, pero para comprenderlo plenamente requiere de varias escuchas. Así como nos ofrece temas rápidos y directos, también se permite explotar nuevos senderos por medio de canciones más largas con diversos matices. Killer Boogie está buscando nuevas alternativas a su estilo, lo cual se agradece cuando escuchamos temas tan venenosos como "The black widow". La banda italiana le ha dado vuelta a la tuerca para crear un álbum más rico y variado, mismo que nos permite disfrutar de un Fiori más versátil e ingenioso. Es momento de permitir que el hechizo de Killer Boogie caiga sobre nosotros y soltemos el alma hacia sus parajes eléctricos...
Para esta ocasión, Killer Boogie mantiene su soporte por medio de la unión de Gabrielle Fiori con quien fuera el baterista de Wisdoom Luigi Costanzo; pero ahora el grupo cuenta con la participación de Nicola Cosentino como su nuevo bajista. Una vez afianzado el trío gracias a sus presentaciones en grandes eventos como Desert Fest Berlin y Duna Jam donde comprobó la energía de sus nuevos temas, la banda se metió a los estudios de Point of View Records para grabar con el apoyo de Paolo Pierrelli en octubre de 2017 los once tracks que conforman el álbum.
Al bajar la aguja sobre los surcos del Acid cream escuchamos una explosión instrumental llamada "Superpusher '69" que de manera inmediata e innegable nos recuerda lo que ya escuchamos en Stellar prophecy y en Pandaemonium de Black Rainbows gracias a su tufo cósmico, pero al mismo tiempo encontramos sus diferencias a partir de sus acordes más crudos. Tras la pequeña introducción, Killer Boogie nos receta dos píldoras con la misma receta escuchada en Detroit gracias a sus guitarrazos viscerales, lo que en un primer momento produce una de decepción al escuchar una clonación de lo ya hecho sin mayor propuesta; aunque al prestar atención detenidamente a "Escape from reality" y "Atomic race" ya se pueden detectar algunos trazos innovadores sin escapar de su esencia.
No es hasta que los demoníacos tambores tribales de "Am I deamon" se escapan por las bocinas cuando realmente escuchamos un sonido más fresco dentro de la propuesta sonora de Killer Boogie, ya que su hard psych nos invita a bailar con su hipnótico ritmo mientras una densa neblina narcótica se posa sobre nosotros. Sin embargo, al llegamos a "Let the birds fly" con su lisérgico teclado y su ligera sombra blusera es cuando al fin tenemos un remanso que nos arranca los pies de la tierra y abre un universo de posibilidades al trío romano. A partir de este momento, Acid cream se permite jugar entre ritmos pop ("Dino-sour" y "The day of the melted ice cream") y el blues en todas sus expresiones (el negro sonido delta de "Mississippi" y hard blues eléctrico de "I wanna a woman like you").
Uno de los mejores tracks del Acid cream es la mágica "The black widow", aquelarre electrificado que nos narra la historia de la viuda negra, que envuelta entre sombras y obscuridad, espera que caigamos en sus redes mientras todo se derrumba a su alrededor. La noche toma el control y tan sólo la luna nos sirve de referencia ante la ausencia total de luz. La muerte se aproxima mientras el tiempo termina. Aquel espíritu maldito camina lento hasta caer en cuenta de su enfermedad, una locura que gira y gira en búsqueda de alguna manera de saciar su sed.
Demonios y brujas bailan en torno de la hoguera ritual mientras las guitarras explotan con una furia incontrolable que nos obliga a entonar un agridulce canto de muerte y pasión. Fiori nos regala en "The black widow" quizá uno de sus mejores solos en muchos años mientras el bajo le sirve de soporte perfecto y la batería juega con su tribal ritmo de tambores y panderetas. Un pequeño coro nos obliga a recordar el "Symphaty for the devil" de los Rolling Stones, pero ubicado dentro de la mística atmósfera atascada de zozobra de su final cambio de melodía, nos provoca la remembranza de aquellas aves nocturnas entonando su tétrico canto a medianoche. Por si fuera poco, Fiori nos regala unas últimas figuras de guitarra sobre un tenue teclado hipnótico, logrando con ellas transportarnos a otras galaxias que jamás habíamos escuchado con Black Rainbows y mucho menos con Killer Boogie.
Acid cream es un disco muy degerible, pero para comprenderlo plenamente requiere de varias escuchas. Así como nos ofrece temas rápidos y directos, también se permite explotar nuevos senderos por medio de canciones más largas con diversos matices. Killer Boogie está buscando nuevas alternativas a su estilo, lo cual se agradece cuando escuchamos temas tan venenosos como "The black widow". La banda italiana le ha dado vuelta a la tuerca para crear un álbum más rico y variado, mismo que nos permite disfrutar de un Fiori más versátil e ingenioso. Es momento de permitir que el hechizo de Killer Boogie caiga sobre nosotros y soltemos el alma hacia sus parajes eléctricos...