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jueves, 16 de noviembre de 2017

Comeculebras : cuando la sangre tiñe las aguas


Un estertor se escucha nuevamente desde las entrañas de la tierra, un rugido desgarrador que hace temblar el ambiente con furia y coraje. La corriente de agua que baja desde las frías montañas se ha tornado escarlata, color de la venganza y la muerte. Al sur del sur, casi al final de la tierra, un canto crudo demuestra dignidad y levanta su voz contra el robo, la usurpación y la violación. Un helado y violento viento choca de frente contra el rostro de aquellos que han mancillado el honor del pueblo, de la nación y de la humanidad por su insistencia en satisfacer sus deseos, sus ambiciones y sus instintos.

Hace más de un año escribimos sobre el álbum debut de Comeculebras, banda argentina originaria de San Carlos de Bariloche que tiene en el más denso stoner el medio ideal para expresar su hartazgo y  su cólera. La continuación de aquel denso material ha salido a la luz en septiembre de 2017 con la lógica de mantener la fuerza sonora para dar un paso firme hacia nuevos horizontes sin perder la esencia, un salto hacia el abismo con la finalidad de expandir las posibilidades compositivas y tornar su paleta de colores y sonidos hacia el carmesí.


La aletargada y pesada marcha del obscuro jinete aumenta la velocidad al sumergirse en las turbulentas aguas teñidas de sangre. Bajo el nombre de Río rojo, siete rabiosos temas constituyen el segundo material discográfico de Comeculebras, mismo que es editado por Oso de Agua Records, grabado por Luciano Pucheta en su natal Bariloche y masterizada por Pablo Soiza en el Uruguay. Para complementar la nueva entrega, las ilustraciones de "Toro" Brizuela vuelven a acompañar al trío de la Patagonia con sus furiosos trazos y estética cruda.

Río rojo es un disco de riffs concretos y figuras hirientes, filosas navajas que entrar al cuerpo para hacer brotar el líquido vital. La guitarra de Emilio Contissa es mucha más áspera que en material anterior, mientras que las percusiones de Federico Agüero golpean con mayor precisión al mismo que los platillos aprovechan su metálica vibración para invadir todo el horizonte sonoro. Los tonos graves del bajo de Fernando Valeria logran afianzar el soporte de cada tema a través de la potencia y la distorsión, otorgando a la vez el contrapunto a su voz llena de coraje, reclamo y protesta.


Comeculebras nos ofrece un disco dinámico con diferencia a la sensación de expectativa y zozobra de su debut (reseña-review), éste es un material ambivalente que arranca en remansos y termina en torbellinos, altibajos rítmicos que sorprenden bajo una producción técnica que permite disfrutar las capacidades interpretativas de cada integrante de la banda. Aquel stoner de origen pesado y abominable que llamó la atención en el primer disco del grupo lo podemos encontrar en "Destierro", pero en esta ocasión podemos escuchar acordes sueltos que aprovechan la reverberación provocada por la distorsión en tracks como "Encapuchados", tema que logra hacer vibrar el espacio sonoro.

La atmosférica "Paisaje vil" nos sumerge en un abismo tétrico impenetrable que poco a poco sube de intensidad, pero encuentra su oposición en "El moro", la cual es un áspero pasaje instrumental de reminiscencias desérticas que tienen la intención de explotar las neuronas dormidas de quien no desea ver más allá de lo evidente. Río rojo bien nos puede ofrecer una armónica melodía que demuestra a una banda madura más allá al ruido contestatario (como en "Ingobernable") y al mismo tiempo un épico y enigmático capítulo de identidad y sacrificio a través de experimentales sonidos que terminan en un rugido (como en el track que da nombre al material).


Con el grito en la garganta que sentencia "el silencio no cambia la verdad", el Río rojo brota de las montañas. Su figura es directa y sin contemplaciones, un golpe directo al rostro sin freno ni reserva. Los acordes de "Séptimo hijo" muestran ímpetu hasta derretir las bocinas ante nuestros oídos, pero sus cambios melódicos hacia la mitad del tema logran realmente arrancarnos de la tierra hacia un sublime viaje astral para soltarnos en pleno vuelo y permitir la irremediable caída. Potencia que denota coraje encapsulada en tan sólo dos minutos y medio. Tres hombre del desierto montañoso le suben al volumen de sus amplificadores para hacer llegar su voz a un pueblo cegado que fácilmente olvida su terrible pasado.

A partir del día de mañana, 17 de noviembre de 2017, Comeculebras presentará sobre los escenarios a su nuevo retoño, un pequeño engendro con menos de treinta minutos que se escapa como agua entre las manos. Ha llegado el momento de enfrentar con el público este Río rojo, un disco pesado que intenta abrir los ojos por medio de la vibración de los tímpanos. Es un golpe frontal contra la desidia y el individualismo, es una sangrienta inundación que deja al descubierto la espantosa realidad y un llamado a despertar...


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