Desde su inicio, el andar de Dead Witches ha sido errante. Al igual que la larga trayectoria de Mark Greening (su líder indiscutible), la banda inglesa ha vivido una difícil historia que no le ha permitido establecerse como un grupo fundamental para el stoner doom como estilo sonoro. Los reflectores siempre han estado en Electric Wizard, pero tras su segunda salida, Greening ha peregrinado en búsqueda de establecerse en un lugar definido con la intención de forjarse un nombre propio; aunque su carácter errático e inconforme lo ha llevado a vagar una y otra vez.
Aunque hay que pecar de sinceridad: la desgracia persigue a Dead Witches. El fallecimiento del guitarrista Greg Elk antes de la publicación de su debut Ouija y la salida de Virginia Monti tras el rompimiento con Greening, sellaron el destino la banda. Sin embargo, el reconocido baterista decidió reconstruir al grupo sin abandonar su concepto sonoro: ásperas guitarras, baterías criminales y una hipnótica voz femenina.
Para mantener la potente base sonora, Greening mantuvo al bajista Carl Geary mientras terminó de conformar al grupo por medio del guitarrista Oliver Hill y la vocalista Soozi Chameleone. Con esta alineación, Dead Witches entró a los estudios Chuckalumba para grabar una lúgubre colección de temas que se distingue por el fuzz omnipresente y una seca voz femenina que se lamenta entre las ruidosas ruinas que conforman cada melodía. Así es como tenemos ahora la oportunidad de destazar el The final exorcism, álbum publicado en febrero de 2019 bajo el sello italiano Heavy Psych Sounds.
El segundo disco de Dead Witches está claramente dividido en dos partes: en la primera escuchamos dos densos temas ahogados en distorsión lisérgica y desgarradores acordes que repiten su riff una y otra vez hasta la obsesión, mientras que en la segunda escuchamos temas más versátiles que vagan entre el doom más profundo y el stoner metal más áspero a través de temas aletargados. A manera de dejar claras estas divisiones, la banda inglesa inicial su nuevo material con una tétrica introducción llamada "There's someone there" que asemeja un llamado desde ultratumba y en su parte media nos ofrece una agridulce melodía titulada "When do the dead see the sun" que sirve de remanso auditivo, aunque sin abandonar su mórbida atmósfera general.
The final exorcism inicia con las suaves notas del tema que le da nombre al álbum, una obscura oda que a los pocos segundos se transforma en un intento infructuoso por arrancarse al diablo del interior. La producción técnica del disco permite colocar cada instrumento en un lugar preciso para poder apreciarlo, pero al mismo tiempo logra mantener la unidad que distingue el stoner doom con su característica muralla de sonido infranqueable. Sin embargo, cuando escuchamos el lisérgico riff de "Goddness of the night" sabemos que estamos ante una banda que rescata sus orígenes sonoros inspirados en el Black Sabbath más intoxicado y el Electric Wizard más crudo de quien formó parte en sus momentos más cruciales.
Dead Witches busca expandir sus propios límites más allá de un género por demás definido, por lo que se convierte en un reto para quien decide entrar en sus abismales aguas. Dejando a un lado "Fear the priest" con sus figuras retorcidas clavadas en el doom metal tradicional, la segunda parte del The final exorcism es un intento por romper sus propias cadenas para construir temas con mayores posibilidades estéticas que el ruido desgarrador y la pesadumbre de la muerte y los horrores ocultos tras de sí. "Lay, demon" esconde dentro de su melancólica melodía una serie de efectos fantasmales y una figura innovadora que permite enamorar a cualquier osado escucha para atraparlo como si se tratara de un canto de sirenas. Aunque la voz de Soozi Chameleone es más restringida que la de Virginia Monti, sus tonos crudos llenos de dolor logran captar la esencia de la banda hasta formar parte del propio barullo general.
Sin embargo, si buscamos un tema que defina los nuevos senderos de Dead Witches, es necesario hablar de "The church by the sea". Su poderosa guitarra descompuesta marca la melodía mientras los tambores rituales cimbran el suelo hasta que el tema nos muestra toda su fuerza. El bajo ahogado en fuzz quiebra la tierra donde se posan nuestros pies mientras la desgarradora voz entona una melodía sobre una desesperada lucha contra los demonios internos. DE manera inesperada, las líneas rítmicas se transforman a partir del ácido efecto del wah para simular como todo termina ahogado por las aguas abismales; pero si aún ello no nos ha sorprendido, la canción se transforma en su parte central por medio de una figura marcada e insistente que finalmente abre paso a un vals macabro y atmosférico del que será imposible escapar. La batería de Greening en primerísimo plano no deja de golpear de manera sorprendente, aunque el breve solo de guitarra de Oliver Hill es quien se lleva los aplausos gracias a su sentimiento y entonación.
Según cuenta el propio Mark Greening, "The church by the sea" fue escrita al poco tiempo de la muerte de Greg Elk (su primer guitarrista), siendo al mismo tiempo la primera canción terminada en su totalidad por la nueva alineación de Dead Witches. La figura de una iglesia frente al mar hace referencia a un lugar en el que se busca paz, pero una vez que la marea sube, todo se torna confusión y dolor. Los gritos desesperados que imploran salida, escape y libertad contrastan con los sonidos que atrapan y te jalan al fondo del océano sin posibilidad de huida. Asfixiante himno que lleva a Dead Witches a nuevos terrenos dignos de alabar que, si deciden seguir sembrando, seguramente les rendirán grandes frutos.
Para mantener la potente base sonora, Greening mantuvo al bajista Carl Geary mientras terminó de conformar al grupo por medio del guitarrista Oliver Hill y la vocalista Soozi Chameleone. Con esta alineación, Dead Witches entró a los estudios Chuckalumba para grabar una lúgubre colección de temas que se distingue por el fuzz omnipresente y una seca voz femenina que se lamenta entre las ruidosas ruinas que conforman cada melodía. Así es como tenemos ahora la oportunidad de destazar el The final exorcism, álbum publicado en febrero de 2019 bajo el sello italiano Heavy Psych Sounds.
El segundo disco de Dead Witches está claramente dividido en dos partes: en la primera escuchamos dos densos temas ahogados en distorsión lisérgica y desgarradores acordes que repiten su riff una y otra vez hasta la obsesión, mientras que en la segunda escuchamos temas más versátiles que vagan entre el doom más profundo y el stoner metal más áspero a través de temas aletargados. A manera de dejar claras estas divisiones, la banda inglesa inicial su nuevo material con una tétrica introducción llamada "There's someone there" que asemeja un llamado desde ultratumba y en su parte media nos ofrece una agridulce melodía titulada "When do the dead see the sun" que sirve de remanso auditivo, aunque sin abandonar su mórbida atmósfera general.
The final exorcism inicia con las suaves notas del tema que le da nombre al álbum, una obscura oda que a los pocos segundos se transforma en un intento infructuoso por arrancarse al diablo del interior. La producción técnica del disco permite colocar cada instrumento en un lugar preciso para poder apreciarlo, pero al mismo tiempo logra mantener la unidad que distingue el stoner doom con su característica muralla de sonido infranqueable. Sin embargo, cuando escuchamos el lisérgico riff de "Goddness of the night" sabemos que estamos ante una banda que rescata sus orígenes sonoros inspirados en el Black Sabbath más intoxicado y el Electric Wizard más crudo de quien formó parte en sus momentos más cruciales.
Dead Witches busca expandir sus propios límites más allá de un género por demás definido, por lo que se convierte en un reto para quien decide entrar en sus abismales aguas. Dejando a un lado "Fear the priest" con sus figuras retorcidas clavadas en el doom metal tradicional, la segunda parte del The final exorcism es un intento por romper sus propias cadenas para construir temas con mayores posibilidades estéticas que el ruido desgarrador y la pesadumbre de la muerte y los horrores ocultos tras de sí. "Lay, demon" esconde dentro de su melancólica melodía una serie de efectos fantasmales y una figura innovadora que permite enamorar a cualquier osado escucha para atraparlo como si se tratara de un canto de sirenas. Aunque la voz de Soozi Chameleone es más restringida que la de Virginia Monti, sus tonos crudos llenos de dolor logran captar la esencia de la banda hasta formar parte del propio barullo general.
Sin embargo, si buscamos un tema que defina los nuevos senderos de Dead Witches, es necesario hablar de "The church by the sea". Su poderosa guitarra descompuesta marca la melodía mientras los tambores rituales cimbran el suelo hasta que el tema nos muestra toda su fuerza. El bajo ahogado en fuzz quiebra la tierra donde se posan nuestros pies mientras la desgarradora voz entona una melodía sobre una desesperada lucha contra los demonios internos. DE manera inesperada, las líneas rítmicas se transforman a partir del ácido efecto del wah para simular como todo termina ahogado por las aguas abismales; pero si aún ello no nos ha sorprendido, la canción se transforma en su parte central por medio de una figura marcada e insistente que finalmente abre paso a un vals macabro y atmosférico del que será imposible escapar. La batería de Greening en primerísimo plano no deja de golpear de manera sorprendente, aunque el breve solo de guitarra de Oliver Hill es quien se lleva los aplausos gracias a su sentimiento y entonación.
Según cuenta el propio Mark Greening, "The church by the sea" fue escrita al poco tiempo de la muerte de Greg Elk (su primer guitarrista), siendo al mismo tiempo la primera canción terminada en su totalidad por la nueva alineación de Dead Witches. La figura de una iglesia frente al mar hace referencia a un lugar en el que se busca paz, pero una vez que la marea sube, todo se torna confusión y dolor. Los gritos desesperados que imploran salida, escape y libertad contrastan con los sonidos que atrapan y te jalan al fondo del océano sin posibilidad de huida. Asfixiante himno que lleva a Dead Witches a nuevos terrenos dignos de alabar que, si deciden seguir sembrando, seguramente les rendirán grandes frutos.
Para navegar las obscuras aguas del The final exorcism es necesario conocer el largo recorrido hecho por Mark Greening por medio de Electric Wizard, Ramesses y With the Dead, tres insignias del doom en su encuentro con el stoner más lisérgico. Sin embargo, el segundo álbum de Dead Witches tiene los suficientes elementos propios para ser disfrutado para quien gusta aventarse al abismo de lo desconocido mientras la estridencia satura las bocinas y las tétricas voces relatan historias de dolor, angustia y muerte. Los demonios internos de la banda buscan un refugio nuevo, la música ha logrado exorcizarlos mientras las almas que les dieron hogar buscan su eterno descanso...
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