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lunes, 6 de enero de 2020

Mathis Hunter : el mejor secreto guardado de Atlanta


Buscando algunos tesoros perdidos de lo que pocos hablaron durante el 2019, la suerte o quizá el destino nos llevó a coincidir con un trabajo visual realizado por Ben Coleman llamado "Mother tongue". Al pulsar el botón de play un reproductor de cintas análogas conocidas como "carrete abierto" aparecen ante la pantalla mientras un riff directo y adictivo se hace escuchar por las bocinas... sin lugar a dudas nuestra atención fue atrapada al instante y era inevitable no escribir algo sobre este descubrimiento sonoro.

Mathis Hunter es un músico, cantante y DJ de la enorme escena musical de Atlanta, Georgia en Estados Unidos. A su nombre se encuentran ligadas algunas bandas independientes como The Selmanaires, Noot d' noot y Frosted Orange, pero en lo que va de la presente década se ha dedicado a conformar una colección de temas que recuperan la esencia de los años 60 y 70 a través de composiciones inspiradas en el folk, la psicodelia, el blues electrificado y los primeros instantes del hard rock.


Como resultado final del trabajo de este multi-instrumentalista es una trilogía aferrada a su publicación en el mes de marzo conformada por Soft opening de 2010, Countryman de 2017 y Mother tongue de 2019, éste ultimo publicado a través de Ley Lines Records. Mientras observamos las curiosas ilustraciones realizadas por Essy May, la música fluye sin freno hasta alojarse plácidamente en nuestras neuronas por medio de sus melodías pegajosas, estribillos infecciosos y múltiples posibilidades sonoras que enriquecen al material y lo convierten en una delicia para su escucha gozosa y plena.

Es innegable el sabor a Led Zeppelin en sus riffs de guitarra, pero Mathis Hunter se permite añadir otros elementos que hacen girar a cada tema hacia otros senderos como bien queda demostrado en "Tea for two" con sus estribillos funky en enfrentamiento directo contra las figuras cortantes llenas de  hard rock. De manera multifacética, Mother tongue viaja desde el tenue blues electrificado de "Mrs. Vinegar" hasta el rock desenfrenado que escuchamos en la desbocada "Hobby horse" y su ritmo que no se cansa de cabalgar cuesta bajo.


Para lograr esta maravilla de álbum, Mathis Hunter canta, toca la guitarra, el bajo, las percusiones y el teclado, además de grabar y mezclar el material. Sin embargo, este señor no carga con la totalidad del peso y se hizo acompañar para el registro del Mother tongue del baterista de The Purkinje Shif Lee Corum y de Andy Morrison quien hace las guitarras y una que otra línea de bajo. Finalmente, en el apoyo vocal contó con Pete DeLorenzo, quien también se encarga del bajo eléctrico en las presentaciones en directo.

Mother tongue es un ambivalente en su sonido al saber coincidir la crudeza de las guitarras como en la rabiosa y bluesera "Table turning" con la ligereza que bien podemos escuchar en la concluyente "Even out", aunque bien nos podríamos quedar con esa pequeña joya de rock pop que es "Long in the tooth" con su precisa e impresionante batería que jamás frena ni un segundo. pero si aun deseamos más sorpresas, el álbum nos ofrece la onírica "Liquid lair" con sus mareas sonoras que saben cambiar de dirección a la menor intención, la afilada "Cherokee rose" con su ligero toque southern rock, y la atmosférica "Forever and a day" que se distingue por esa suave guitarra en delay que es un caramelo.


Si se trata de encontrar la joya de la corona, sin lugar a dudas el tema que bautiza al tercer álbum de Mathis Hunter es la que se lleva los honores gracias a ese riff heredero de aquel crudo Jimmy Page de "Immigrant song". "Mother tongue" es una maravilla porque recrea en su línea melódica principal lo que hace impresionante el Led Zeppelin III, es decir la coincidencia en el uso del lap steel (realizada por Andy Morrison y que recuerda el country rock y que sólo ha utilizado en los últimos años la banda texana Chili Cold Blood) con la figura de guitarra seca y afilada (que también el martillo de los dioses repitió en "The wanton song" del Physical Graffiti y que varias bandas han emulado como Salem's Bend en "Mammoth caravan" y Slow Season en "Y'wanna". Sin embargo, el track tiene un as bajo la manga cuando llega a su estribillo gracias a su entrecortada melodía que eleva al tema hacia diversas galaxias sin caer en lugares comunes derivados por la rabia inicial.


Mientras nos aprendemos aquella extraña coreografía bailable que nos muestra Ben Coleman en su video, el single del Mother tongue se repite una y otra vez en el reproductor. Sus dos minutos con cuarenta y seis segundos son adictivos, pero al mismo tiempo despiertan el morbo por devorar el resto del álbum. Lo mejor del caso es que el tercer del álbum de Mathis Hunter no decepciona al dejar abandonado a su track promocional como si se tratara de algo suelto y ajeno al resto del material discográfico, pero al mismo tiempo tampoco es una repetición sin fin que no brinda mayores posibilidades. Sin lugar a dudas, el Mother tongue es un disco que urge rescatar para valorar el tesoro que se resguarda bajo sus surcos...


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