Bajo el resguardo de las montañas misteriosas y el pesado de la noche, el fuego ritual se levanta para rendir tributo al señor de la obscuridad. Los mitos de nuestros antepasados se hacen realidad ante el refugio que ofrecen las sombras y las rocas, recuerdos de valientes caballeros que reflejaban temor y locura ante la magia maldita nacida en el templo sagrado. Los demonios rabiosos y las brujas desnudas se toman de la mano para realizar una danza dedicada al macho cabrío mientras las cenizas de la maldad retoman su fuerza para postrarse nuevamente sobre la humanidad...
Si aquella imagen de un monolito atravesado por un rayo cósmico nos había volado la cabeza, para esta ocasión la ilustración de Mikel Bidaurrazaga nos lleva de zozobra mientras dota de identidad inmediata e infecciosa a Wicked Wizzard, aquella banda de Vizcaya, España que logró despertar nuestra pasión acústica gracias a ese poderoso y directo álbum debut de febrero de 2018 lleno de hard rock vintage y stoner áspero (reseña-review). Sin embargo, ahora era el momento de dar el siguiente paso y saber qué más podía hacer una agrupación con su gran capacidad interpretativa y su fértil imaginación compositiva, algo que sin lugar a dudas han logrado con su segundo disco bautizado como Warlords of the dark realm, publicado en marzo de 2020.
Cuando comenzamos a escuchar cada uno de sus tracks, el segundo álbum del trío de Mungia nos parece una obvia continuación de su antecesor a través de una colección de temas desgarradores que se sucede uno tras otro como golpes certeros, aunque sueltos y sin un sentido que los haga coincidir. Bajo un obvio tributo al hard rock obscuro y el proto-doom setentero de bandas como Black Sabbath y Pentagram o su re-encarnación en gente como Wolfmother, Wicked Wizzard nos avienta al abismo por medio de tres temas incendiarios tras una introducción sombría donde la imaginación nos arrastra a una húmeda y fría catacumba que sirve de punto de fuga: "Give em hell" recrea una melodía electrizante que hechiza hasta inmovilizar los sentidos, "Evil" ofrece una serie de acordes rabiosos sin contemplaciones que tributan los sonidos clásicos mientras los demonios internos reptan por el suelo esperando el momento para tomarnos por asalto, y "Master of all" que dota de agresividad al material mientras nos abofetea con sus ásperos riffs venenosos que poco a poco carcomen las neuronas hasta acabarlas definitivamente.
Tras la escucha de estas tres endemoniadas odas, sabemos que Wicked Wizzard va más allá de su debut gracias a la potencia obtenida y al colorido que le han dado a su estilo más allá de las cadenas impuestas por su género, pero en el momento en que las oníricas y heladas líneas de "Blood" se escapan por las bocinas, sabemos que estamos frente a un álbum mayor. Aquel hard blues pastoso de paso firme y pesado logra su redención gracias a su misteriosa lírica sobre un tierra de obscuridad y tinieblas que termina creando un frenético cambio de velocidad y un solo de guitarra desbocado y salvaje que explota como una granada de fragmentación en nuestras manos.
Aquí es el momento en que ponemos atención a las líricas que componen al Warlords of the dark realm y descubrimos una misma lógica que nos habla de un reino de obscuridad donde los campos congelados son fieles testigos del horror que se ha postrado sobre ellos. Las hordas del mal cabalgan sobre "Dark realm", un tema de percusiones tribales que hacen estremecer la profundidad de los bosques en sombras a través de una melodía maldita que por momentos ruge para demostrar su poder pero al final se logra contener como muestra de su dominio sobre los terrenos frente a nuestros sentidos.
Por si fuera poco, el segundo disco de Wicked Wizzard tiene más ases bajo la manga con los que logran enamorar a los amantes de los sonidos fuertes y sucios. En primera instancia tenemos a "The Barbarian", una salvaje melodía de herencia sabbathica que se distingue por su intensidad y energía que sabe cambiar de riff para dotar de flexibilidad al track hasta volverlo en un tema fundamental dentro del set list de la banda. Y si aún no estuviéramos extasiados con hecho hasta el momento, los de Mungia nos ofrecen con su "Cosmogony" catorce minutos de de hipnóticos sonidos de sabores psicotrópicos que nos envuelven en un áurea mística donde la magia de las estrellas aparece a cada rincón aguardando a ser descubierta mientras la larga odisea nos abandona ante la ausencia de gravedad. Las percusiones de Mikel Bidaurrazaga como asteroides golpeando nuestra espacial transportación, las graves cuerdas de Iñigo Jauregui como tenue brillo de algún astro alejado y los acordes violentos de Unai Minguez como explosiones de cuerpos estelares pereciendo ante la inmensidad del silencio universal y su obscuridad total.
Sin embargo, Warlords of the dark realm alcanza su punto climático cuando escuchamos la parte central del álbum. Escoltada por dos mágicas piezas acústicas, "Doomed" se erige como la joya de la corona, que igual que un monolito antiguo, se erige en el centro del terreno para ser adorado. En primera instancia tenemos "Hidromancy", un místico interludio instrumental donde la guitarra construye una tranquila atmósfera que transporta a remotos lugares; aunque bajo la misma lógica sonora, "Ancient forest" nos regala un ambiente con aires medievales y cortesanos por medio de su guitarra arpegiada y su flauta penetrante.
Fue lindo y agradable la primera vez que nos conocimos
Desaparecieron mis problemas y el dolor hiriente
El falso alivio para mi mente joven y aturdida
Tú tomaste todo de mí sin dejar nada atrás.
Con la mente transformada en un laberinto
seguramente intentarás escapar
pero tú eres el elegido
el que pones las trampas mortales.
Arruinando tu propio futuro, toda esperanza desaparece
Desesperado y miserable, incapaz de preocuparte
Loco y esclavizado, forjaste tus propias cadenas
Arrastrando tu culpa, pagando por tus pecados
Descubriste un mundo nuevo dentro de ésto,
ahora no puedes escapar
atrapado en una enferma rueda sin fin de miedo y dolor
Rechazando todo lo que has hecho
anhelando algo perdido hace mucho tiempo
Esta es una fría contemplación que te atormenta
a la que no hay vuelta atrás, estás condenado...
Los acordes gordos y aletargados de "Doomed" nos reciben como si buscaran justificar el nombre del tema en alusión tributaria del obscuro género, pero tras unos segundos todo se transforma en un lisérgica y sombría armonía que confiesa su gusto por las semillas sembradas por el primer hard rock setentero. Su rastrera figura avanza lentamente por el suelo mientras nos eriza la piel, pero que al menor descuido lanza la mordida para no soltar. El dolor y la pena se pasean a sus anchas por todo el abismo obscuro creado al interior de aquel condenado que decidió vender su alma al diablo, pero ahora es momento que la maldad cobre su alto precio ante el deseo de poder y escape. La intensidad nos toma de la mano cuando la guitarra toma el control con su litúrgico solo, logrando de esta manera comprender que todo está decidido y no existe salvación posible.
Tras la escucha completa y detenida del Warlords of the dark realm, descubrimos un álbum coherente que logra desechar la pesada losa de un género encasillado para alimentarlo con melodías infecciosas, intensas letras llenas de imaginación y gran capacidad interpretativa que siempre depara gratas sorpresas más allá de la predisposición para un disco de proto-doom. El segundo material discográfico de Wicked Wizzard quiebra las expectativas y cruza las fronteras de una simple colección de buenos temas gracias a ese tenue hilo conductor que no va arrastrando lentamente hasta aquel reino obscuro lleno de maldad y castigo que muy pocos se atreven a cruzar.
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