Pones play y de repente un grito
satura las bocinas. La guitarra, el bajo y la batería golpean de manera
simultánea, rítmica y poderosa bajo un sonido lo-fi. Revisas la tapa del disco
y ves el dibujo de una mujer de mirada hipnótica mostrando sus pechos y
señalando al infinito, una animación que te recuerda los viejos comics del
Conán el bárbaro, pero en una versión más obscura. Sabes que estás frente una
obra importante…
Wolfmother publicó su primer
placa en 2006, un disco poderoso, crudo, ruidoso y que te remontaba a las
viejas glorias del hard rock de finales de los 60 y principio de los 70. A
pesar del sabor revival, su sonido no era común en ese momento. Uno se
encontraba escuchando “Frances the mute” de The Mars Volta, el “10,000 days” de
Tool, “Z” de My Morning Jacket, el “First impressions of Earth” de The Strokes
o el “Get behind me Satan” de The White Stripes; sin embargo, el “Wolfmother”
traía otro sabor, quizá más directo, quizá más vintage, quizá más puro.
Desempacados desde Sidney,
Australia, el trío llegó a California para grabar lo que sería su primer disco
tras la grabación de un EP y ganar reconocimiento por sus incendiarias
presentaciones. Es así como llegan a manos de David Sardy, aquel que ha producido y mezclado los discos de gente
como Slayer, Rage Against The Machine, Chris Cornell, Death from above 1979,
Dirty Pretty Things, NIN, Monster Magnet, Red Hot Chili Peppers, Oasis, Jet,
The Hives y ZZ Top.
¿Pero quién carajos son estos tipos?
Andrew Stockdale es el prototipo del frontman: una voz aguda
aderezada con cabello chino alborotado, al hombro una guitarra Gibson SG con su
vibrato Bigsby respaldada con amplificadores Orange o Vox, y una imaginación
fértil para crear atmósferas líricas mágicas a través de su potencia escénica.
Chris Ross es la competencia directa contra Stockdale. Es un chico
alto armado con un bajo Rickenbacker amplificado gracias a un equipo Ampeg,
quien en momentos de climax, abandona su herramienta principal para jalar los
reflectores hacia él gracias al sonido de sus teclados y la forma como hace uso
de ellos.
Para equilibrar el espectáculo
visual, Myles Heskett otorga la base
sonora a través de su batería: figuras exactas, fuertes e imaginativas.
El concepto
“Wolfmother” es un disco lleno de
contrastes. Por un lado encontramos el sonido fuerte y energético: estridente
en algunos momentos, melódico en otros. Sin embargo, las líricas nos llevan a
la melancolía del hombre solo que busca a la mujer ideal, a la libertad
necesaria y la comprensión del mundo… pero no lo logra. El único medio para
visualizar los deseos es la mente y el poder de las ensoñaciones, se toca la
puerta para entrar a otra dimensión. Luego de diversas imágenes y viajes,
metáforas y seres mágicos, enfrentamientos entre el pasado y el presente; el
hombre solitario encuentra la respuesta: la salida está en el otro, en el
encuentro de la mirada mística tras el
despojo de los miedos, las creencias y las distracciones. La psicodelia se
siente en las letras enigmáticas, en los seres mágicos que aparecen y que se
esfuman con el golpe de los instrumentos. Wolfmother busca sacudir al hombre
solitario para que halle su camino a través del encuentro del otro, del
conocimiento y del amor.
Canción por canción
Dimension.- sonido saturado con una energía que se desborda por las
bocinas. Líricas psicodélicas creadas a partir de las imágenes que generan la
soledad: desiertos, neblinas moradas, tormentas, caballos, santuarios y cielos
malditos. La línea melódica del coro nos lleva directamente al sonido de los
primeros discos de Black Sabbath. Cerca del final, la figura principal de la
guitarra sube de tono mientras la del bajo permanece igual, emulando la idea de Jimmy Page en “Black Dog” de Led Zeppelin.
White unicorn.- Una mujer maravillosa sólo aparece como producto
mental por el influjo del alcohol. El unicornio blanco que está en su hombro
cabalga sobre el puente musical despegando finalmente a un viaje astral que al
final explota sonoramente.
Woman.- una oda sexual a la mujer, la cual tiene uno de los riffs
de guitarra más identificables de lo que lleva este siglo. Un preludio de notas
pentatónicas dan la bienvenida a un puente musical construido bajo una
repetitiva figura de 15 ciclos sobre la cual explota un órgano que recuerda el
sonido del mismísimo Hammond C3 de Jon Lord de Deep Purple. Esta rola ganó un
Grammy en 2007 a la mejor interpretación de Hard Rock.
Where eagles have been.- recordando las baladas acústicas y “folkys”
de Led Zeppelin, esta rola gira sobre una guitarra que flota sobre un suave
teclado. Pero eso sólo es el intro… os instrumentos truenan y nos toman de la
mano para llevarnos a un vuelo con la mujer águila sobre la ciudad de los
sueños. Una letra que implora el rompimiento de cadenas para alcanzar el
entendimiento. Gran solo de guitarra de Stockdale y gran viaje sonoro de Ross.
Apple tree.- un movido reclamo al creador por la expulsión del
paraíso de aquel que quiso saber. Energía que choca literalmente con un puente
musical heredado a Black Sabbath.
Joker & the thief.- Andrew Stockdale nos enseña a resbalar los
dedos sobre el mástil de su guitarra como un loop sin fin. El ritmo constante
truena y nos deja indefensos sobre una historia retomada de Bob Dylan en “All
along the watchtower”, aquella que covereó y llevó a la estratósfera Jimi
Hendrix. Infinitas notas que suben y bajan hasta romper con la mágica visión.
Colossal.- quizá la rola más “sabbath” del disco. El efecto
auditivo de los graves del órgano y la guitarra nos demuestra lo imponente y
hasta atemorizante chica colosal; aquella de la portada del disco, una gitana,
una bruja que huye sobre aquel bosque mágico nacido de las leyendas nórdicas.
La avalancha sónica del final y que cae sin freno sobre nosotros nos lleva sin
remedio al recuerdo de rolas como “Sweet leaf”, “Iron man” o “Electric funeral”.
Mind’s eye.- pausa sónica que da al oyente un momento para sentir
cómo se mezclan la visión y la mente en un viaje psicodélico. El sabor a Deep
Purple es innegable.
Pyramid.- un hipnótico riff de bajo nos hace saltar, mover el
cuerpo y agitar la cabeza sin parar. El poder de elementos mágicos como la
pirámide nos permite mirar el pasado y el presente en un mismo momento.
Witchcraft.- almas encadenadas por la brujería a través de un rock
pesado que nos remite sin duda al progresivo de Jethro Tull a través del solo
de flauta transversal hecho por Dan Higgins, aquel sesionista que hace todos
los saxos de “Encías sangrantes” Murphy, aquel jazzista de Los Simpsons.
Tales (from the forest of gnomes).- tras de las historias de
duendes y bosques mágicos, esta rola nos recuerda los sonidos del space rock (¿Pink
Floyd?) gracias a las atmósferas que crea el órgano del coro.
Love train.- las percusiones nos catapultan a los ritmos afro-latinos de las rolas de aquel Santana del festival de Woodstock o a "Symphaty for the devil" de The Rolling Stones. Un desenfrenado tren del amor corre a todo vapor para estrellarse sobre un gran solo de teclado de Chris Ross. Las percusiones son cortesía de Lenny Castro, sesionista que ha estado con gente como The Mars Volta, Red Hot Chili Peppers o Caifanes.
Vagabond.- El golpe marchante y la guitarra acústica nos dejan un ligero tufo de viejo blues del Delta del río Mississippi. El encuentro de la libertad y de uno mismo está en los ojos de los demás; aquí está la respuesta que busca el hombre solitario que ha vagabundeado a través de su mente.
Conozcan esta maravilla que vale la pena escuchar de principio a fin. No sólo es una colección de temas, existe un hilo conductor que nos lleva a la reflexión de la soledad. la búsqueda personal y el encuentro con los otros. Aquí están los 54 minutos y 36 segundos de esta obra... disfrútenlos.
Love train.- las percusiones nos catapultan a los ritmos afro-latinos de las rolas de aquel Santana del festival de Woodstock o a "Symphaty for the devil" de The Rolling Stones. Un desenfrenado tren del amor corre a todo vapor para estrellarse sobre un gran solo de teclado de Chris Ross. Las percusiones son cortesía de Lenny Castro, sesionista que ha estado con gente como The Mars Volta, Red Hot Chili Peppers o Caifanes.
Vagabond.- El golpe marchante y la guitarra acústica nos dejan un ligero tufo de viejo blues del Delta del río Mississippi. El encuentro de la libertad y de uno mismo está en los ojos de los demás; aquí está la respuesta que busca el hombre solitario que ha vagabundeado a través de su mente.
Conozcan esta maravilla que vale la pena escuchar de principio a fin. No sólo es una colección de temas, existe un hilo conductor que nos lleva a la reflexión de la soledad. la búsqueda personal y el encuentro con los otros. Aquí están los 54 minutos y 36 segundos de esta obra... disfrútenlos.
Después de leer la reseña, la cual es muy digerible y amigable, queda el ansia de escuchar aquellas rolas que describes con tanta pasión. En ocasiones muy Zeppelin, otras quizá con un toque muy BRMC, pero sin duda, su estilo se define en la mayoría de las rolas. Riffs de bajo y liras, agudeza en las vocales y pesadez en cada inicio. Felicidades amigo, sabes de lo que escribes. No cualquiera y como dicen por ahí, El rock no es para todos.
ResponderEliminarUn disco que es bueno por sonar a viejo pero con una actitud más contemporánea. Una "Joyita"!! De esas pocas que a mi parecer a regalado este milenio.
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