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miércoles, 29 de abril de 2015

“Mouths of madness” de Orchid: en el filo del revival y del plagio.



A principios de 2013, los medios electrónicos especializados en el resurgimiento del heavy rock y psicodélico al estilo de finales de los 60 y principios de los 70 hicieron correr la noticia como reguero de pólvora: el sello discográfico Nuclear Blast publicaría un nuevo disco de Orchid, el segundo en su discografía para la banda californiana. La imagen de una portada que recordaba la tipografía y los colores del Master of reality de Black Sabbath comenzó a impregnar los sitios de internet, pero este The mouths of madness nos regalaba algo más.

Unas fumadas letras nos daban el nombre del grupo, aquel que ya había llamado la atención de aquellos seguidores del rock revival hacía unos pocos años. En medio del espacio que forma la letra O podíamos asomarnos como lo hace un doctor cuando le solicita a su paciente que abra la boca y diga “AHHH”. Una calavera desdentada, una mujer con la cara descompuesta por el miedo, una mujer con el rostro absorto y una mujer de avanzada edad que sólo nos podría hacer suponer que fuese una bruja. El concepto visual sólo podía estar ad-hoc con música obscura, enferma y densa. Theo Mindell, tatuador profesional de la bahía de San Francisco, no era únicamente el vocalista de la banda, también era el creador del arte visual para esta placa.

Con los reflectores encima, Orchid decidió retomar las críticas que recibieron en el Capricorn del 2011 y comenzaron a construir su nueva obra. Algunas revistas y bloggers habían alabado la recuperación del sonido que logró construir Black Sabbath en sus primeros disco, elemento que buscaron reforzar y tomar como base para las nuevas composiciones. Sin embargo, muchos fans de la mítica banda y especialistas musicales tomaron a la banda como una burda copia que, en un juicio más agresivo, podrían ser demandados por plagio. A pesar de este pésimo escenario, la banda no regresó sobre los pasos ya dados, y teniendo en Will Storkson como ingeniero y productor, hizo uno de los mejores discos de doom y se convirtió en la banda número uno del revival en Estados Unidos.



¿Pero quién carajos son estos tipos?

Ubicados en la bahía de San Francisco, California, un grupo de amigos decidieron hacer una banda que sonara como Black Sabbath, Pentagram y Trouble. Los acetatos comenzaron a pasar entre las manos del grupo hasta que fueron conformando un estilo definido: riffs graves, atmósfera lúgubre y distorsiones pesadas.

Todo había nacido por la iniciativa de Theo Mindell, quien tomó el rol de frontman con su estilo distintivo tono medio de sus cuerdas vocales, con su mezcla camisas de manta y chamarras de cuero, con su pelo lacio que cae sobre su rostro mientras coloca las manos sobre su micrófono de pedestal. Aunque él no se quedaría del todo ahí, ya que la imaginería de las líricas corren a su cargo. Efectivamente, sus líneas melódicas surgen directamente de las ideas de Ozzy Osbourne, pero el color de su voz le dota de una personalidad propia. Aun así, es necesario resaltar la influencia que sobre él ejercen vocalistas tan distintos como Bobby Leibling (Pentagram),  Ronnie Van Zant (Lynyrd Skynyrd), Paul Rodgers  (Free, Bad Company) y Colin Blunstone (The Zombies).



Las guitarras están a cargo de Mark Thomas Baker. Un combo de amplificadores Orange y Marshall propulsan una SG con su fundamental vibrato Bigsby al más puro estilo de Toni Iommy. Sin embargo, su forma de tocar no queda subordinado al miembro fundador de Black Sabbath y sus guitarras siamesas. Sus efectos y distorsiones se acercan a los utilizados por gente como Hendrix, Page o Beck.



Los tonos graves son fundamentales en el sonido de rock a la forma doom. El encargado de crear la naturaleza obscura es un el bajo Fender Precison amplificado con equipos Ampeg y Laney a cargo de Keith Nickel, un rubio rollizo que si uno encontrara en la calle, sólo pensaríamos que gusta vestir al estilo hippie.



El soporte sonoro es hecho por Carter Kennedy, basterista que no sólo cita como sus influencias a Bill Ward, sino a gente como John Bonham de Led Zeppelin (de hecho, su favorito), Mitch Mitchells de The Jimi Hendrix Experience, John Desmore de The Doors y Neil Peart de Rush. Interesantes juegos de platillos y percusiones obscuras y graves que acompañan los riffs de guitarra y bajo son su sello distintivo.



Sin embargo, no todo queda ahí, como verdadero quinto Orchid, Will Storkson, quien funge como productor e ingeniero de sonido, también toca los sintetizados y teclados que, muy tenues sobre la mezcla final del audio, logran crear la atmósfera obscura que la banda busca plasmar.

El concepto

Siguiendo la orientación marcada por la brújula de Black Sabbath construida hace 40 años, Orchid compuso una serie de canciones que tuvieran ese sabor denso, obscuro y pesado; aunque todo no quedó en un simple remake. Gracias a una imaginación fértil, el sonido sabbath fungió como base para crear extrañas líricas sobre atmósferas misteriosas.

Estas son las bocas de la maldad. Voces que piden piedad, que confiesan su enfermedad, que expulsan su dolor y que finalmente aceptan su condición y su cruel destino. Enfermos mentales, brujos, psicóticos, poseídos, vagabundos y condenados tienen la oportunidad de expresar sus sentimientos, aquellos que causan repulsión, rechazo y remordimiento.

Tras varias sesiones de improvisación que tuvo la banda, poco a poco fueron llegando los riffs que dieron base a las melodías. Gracias a la obscuridad nocturna, Theo Mindell fue escribiendo las letras hasta encontrar el hilo conductor de la obra: la interiorización del sufrimiento ajeno que permitiera la posibilidad de la redención de los dolorosos. Proceso catártico que hace comprender al otro y que permite ver las cosas desde el otro lado.



Canción por canción

Mouths of madness: sin señal de aviso, de pronto nos encontramos ante un muro sonoro como poderosa bienvenida al mundo de la locura y la enfermedad. El ritmo baja para encontrar un riff de guitarra llena de fuzz y cry baby que nos ubica en un sitio siniestro. Las voces se hacen más desesperadas hasta que encuentran desahogo en un coro que implora respuestas. Enfermedad y tristeza ante una realidad que sólo provoca desilusión. Como si fuera poco, el puente musical se llena de voces y ecos que remiten a frías imágenes nacidas de la mente retorcida que ha perdido el control… Gran solo de guitarra al más puro estilo Iommi. El juego melódico del coro recuerda mucho al de 10,000 light years from home de sus satánicas majestades The Rolling Stones. El video hace parodia de las primeras presentaciones en televisión de Black Sabbath durante la época de la psicodelia.



Marching dogs of war: pasos militares, sirenas y bombas cayendo sobre las trincheras inundadas. El anuncio está hecho, la guerra está aquí. Todo huele a sangre, a muerte. Pero todo ha quedado en la ilusión del soldado, una aturdida realidad que los horrores bélicos construyeron sobre una mente atormentada… Una rola sabbath hecha bajo la estructura melódica de Faires wear boots (del Paranoid), una harmónica en efecto sonoro que recuerda The Wizard (del Black Sabbath) y un solo de guitarra sobre un círculo de notas descendentes muy semejante a la coda de Black Sabbath (rola del primer disco que nombra a la banda como a la placa).



Silent one: las sombras se postran sobre el tiempo y el espacio. Unas alas negras sobrevuelan a través del final de un día negro. La mirada está absorta sobre el abismo de obscuridad y se escuchan voces y ecos sobre el mar. Estamos presenciando el nacimiento del hijo del futuro, el hijo de Satán, el elegido silencioso…  Tema ahogado en un aroma doom que no puede negar su origen sabbath clavado en el Into the void (del Master of reality) con un puente tétrico que sólo puede agradecer su sonido a los teclados atmosféricos y las campanas funerarias obra del productor del disco, Will Storkson.



Nomad: una oda al vagabundo que viaja sobre la realidad, sobre el tiempo y sobre sí mismo. Un eterno extranjero que nunca pisará tierra propia. El nómada que tiene en el horizonte su único e inalcanzable destino. Sólo siguiendo la andanza se puede sacudir las sombras de la maldad de la mente, pero jamás se encontrará la paz... Una melodía que se encontraba en las manos de Orchid desde sus primeros días, pero no fue hasta pasados los años que maduró hasta convertirse en el nómada. Quizá esta sea la canción del Mouth of madness más alejado del sonido sabbath, aunque los efectos sonoros de la guitarra psicodélica estén cercanos a Am I going insane (del Sabotage).



Mountains of steel: un viaje lisérgico que nos arrastra a paisajes ilusorios y cósmicos, a lugares donde se arrastra el alma hasta la pérdida de la conciencia. Aunque se intenta tomar el control nuevamente, no existe marcha atrás… la mente se ha perdido absorta en montañas de acero, aquel lugar donde choca la imaginación encuentra freno y pierde la oportunidad de salida… Una rola sabbath que es una versión estridente y más rápida de A national acrobat y que suma un arreglo de piano en su puente muy cerca al de Sabbra Cadabra (ambas rolas del Sabbath Bloody Sabbath, unos de los discos favoritos del vocalista de la banda).



Leaving it all behind: con una mente perturbada por la maldad del mundo, la búsqueda de respuestas es insaciable. Pero las voces del interior no son claras y el apoyo de la gente de alrededor en casi nulo. Al final del día sólo queda agradecer y dejar todo atrás. No es perdón, es abandono y descanso, una liberación de la pesadez del alma… Juego de guitarras en tono grave y agudo con distorsiones sabbath que recuerdan After forever (del Master of reality).



Loving hand of God: el mundo habla de la bondad del Dios, pero al confrontar lo ocurrido en la realidad, la duda surge. ¿Será culpa del Dios, de sus designios o del libre albedrío que regaló a los seres humanos? La familia que nos fue otorgada no ayuda mucho en la situación. El individuo formará una nueva familia y terminará repitiendo lo que sus padres… Una rola lenta de sabor a los primeras obras de la discografía sabbath, recordando mucho la rola de The warning (del Black Sabbath) donde se utilizaba el denso blues del delta del Mississippi al estilo obscuro de Lightning Hopkins como inspiración. La interpretación vocal logra poner la piel de gallina. El solo de guitarra utiliza el clásico recurso de Iommi que utiliza un riff interpretado por dos guitarras en cada canal del stereo para que tras algunos segundos cada guitarra haga figuras independientes: las guitarras siamesas. El remate para terminar el solo y regresar a la lenta melodía es un tributo directo a Electric funeral (del Paranoid).



Wizard of war: el debate entre la vida y la muerte encuentra su metáfora en la guerra. El ser humano pende de un hilo que es controlado por el mago, por el dios, por el demonio, por la muerte. Las leyes de la naturaleza se quiebran bajo su decisión, el control está en sus manos y no hay forma de escapar… Los riffs de esta rola fueron masticados por muchos años en la mente del guitarrista Mark Thomas Baker, al grado de que se puede sentir un “auto-fusil” con su primer sencillo Into the sun. Cuenta Theo Mindell que tras noches y noches de ensayos las líricas no encajaban con el desenfrenado ritmo de la rola, hasta que un día en su casa escribió el puente y el coro; se presentó en la siguiente práctica y ¡bum! Wizard of war nació.




See you on the other side: para entender las enfermedades, los sufrimientos y la maldad, es necesario vivirlos en carne propia, se requiere observarlos desde el otro lado. Pero todo tiene un riesgo: ante la confusión mental, el alma queda atrapada en un eterno infierno donde los pecados serán castigados. Todo cae por su propio peso hacia un pozo de lamentos sin final. El demonio está dentro del propio ser humano y en él mismo radica la maldad… Riff de gran energía que termina jugando con guitarras en distinto tono y el acompañamiento del bajo. Notas que resbalan hasta caer sobre los acordes de la estrofa. En la parte media de la canción baja el ritmo hacia un suave ritmo de guitarra acústica de sabor melancólico y sin posibilidad de remedio. Finalmente la lira vuelve a tronar sobre un espectacular solo hasta llegar a una coda que pudiera ser el preludio a una nueva canción.



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