Hace algún tiempo escribíamos sobre Wolf People como una forma de recordarlos y demostrar nuestro deseo por escuchar algo nuevo de la banda originaria de Bedford, Inglaterra. Nuestras súplicas fueron escuchadas y hace unas semanas fue publicado su tercer disco bajo el nombre de Ruins. A través de su peculiar sonido que ellos mismos han bautizado como "psicodelia folk pagana", nuestra mente se refresca en sabores nuevos que invitan a devorarlos por completo, en un orgasmo auditivo de múltiples posibilidades condensadas en un mismo lugar.
Nuevamente Jack Sharp nos enamora con su peculiar voz entonada bajo melodías de recuerdo medieval, además de mantener a la alineación que grabó los dos discos anteriores: Joe Hollick en la guitarra principal, Dan Davies en el bajo y Tom Watt en la batería. Sin embargo, este nuevo material toma otros rumbos a partir del gusto por la música de finales de los años sesenta.
Wolf People se ha destacado desde su formación como una banda que rescata lo mejor de los sonidos que surgieron a partir del verano del amor hasta su bifurcación en la siguiente década. En cada una de sus producciones, los ingleses han propuesto una vertiente a través de su estilo ya construido, obteniendo así una serie de matices distintos hasta lograr un panorama amplio lleno de distintas posibilidades.
Steeple de 2010 es una obra que busca los sonidos que sentaron las bases para el rock progresivo al estilo de Jethro Tull, como si se siguiera la línea interpretativa del folk inglés de franca influencia medieval donde el virtuosismo de los modernos juglares se demuestra en la interpretación (reseña/review). En cambio, Fain de 2013 es un viaje mágico y misterioso donde el hombre regresa a la Madre Tierra a través de la meditación y el uso de alucinógenos naturales, suave psicodelia pop que delata su influencia hippie, orgánica e introspectiva.
Para noviembre de 2016, Wolf People presenta Ruins, disco con dirección contraria a su antecesor gracias a su sonido lisérgico y distorsionado. Producción lo-fi en la que el fuzz es subido al trono para llevarnos por un paseo químico de guitarras fuertes que desgarran las neuronas, quizá inspirada por la escucha constante de Joe Hollick y su Iron Claw (banda pionera del heavy metal que mezclaba el sonido de los primeros discos de Black Sabbath y Led Zeppelin) y el movimiento vintage escandinavo encabezado por Witchcraft.
Líricamente hablando, el tercer disco de Wolf People imagina un escenario apocalíptico donde la humanidad desaparece del planeta para dejar tan sólo ceniza y polvo tras de sí. Luego de llegar a un punto tan alto con Fain, Jack Sharp estaba a punto de terminar con la banda, pero como si se tratara de un ave fénix, el grupo resurgió del fuego para regalarnos una verdadera joya ensordecedora que habla sobre el futuro incierto a partir de los restos de lo que algún día fue grandioso, mágico y poderoso.
Como primera mordida al Ruins tenemos a "Ninth night", tema que nos narra la leyenda del siglo XVIII alrededor de "La Mano de la Gloria" (Hand of Glory) la cual se decía era una vela hecha con la grasa del cuerpo de un ladrón muerto en la horca y que era sostenida por su propia mano cercenada del cadáver. Dentro de sus poderes mágicos se contaba de que podía hacer caer a la gente en un sueño profundo cercano a la muerte, que iluminaba sólo al portador del macabro candelabro y que hasta podía abrir cualquier puerta a su paso. Wolf People desbloquea el cerrojo de la inspiración perdida, ilumina el obscuro camino provocado por la vigilia y ruega porque esta noche el tétrico talismán nos lleve directamente al botín esperado.
Baja la aguja sobre el vinil que gira y a través de las bocinas se escucha un suave rasgueo de guitarra como si se tratara de una vieja melodía de un pasado muy remoto, pero a paso de unos cuantos segundos, todo se transforma en una distorsión que abarca completamente el espectro sonoro. Las cuerdas entonan una figura hipnótica, una espiral enigmática que nos sumerge en el interior de un abismo de incertidumbre, obscuridad y temor. La batería golpea sin piedad a cada tiempo y un gélido ritmo que nos eriza la piel truena en nuestro interior, tal y como si acompañáramos el paso de un condenado a muerte a su destino final. Un estridente solo de guitarra explota para indicarnos que la luz del macabro amuleto nos ha llevado hasta el umbral de algo nuevo e inesperado...
A través del canal de YouTube de la disquera Jagjaguwar, a mediados de septiembre de 2016 se publicó el video de "Ninth night" en donde podemos observa a la banda tocando bajo luces y sombras mientras el arte hecho por el Luke Insect Studio para la portada del Ruins se confunde con los colores secos acordes a la estética vintage del sonido. Este es el trabajo visual que sirve de fiel reflejo al fuzz de la mórbida melodía, nuevos aires para una banda que estuvo al borde de la separación y terminó creado un denso material que cimbra al más experimentado escucha. No queda más remedio que permitir que la luz de Ruins nos ilumine hasta los tesoros que guarda en su interior...
Líricamente hablando, el tercer disco de Wolf People imagina un escenario apocalíptico donde la humanidad desaparece del planeta para dejar tan sólo ceniza y polvo tras de sí. Luego de llegar a un punto tan alto con Fain, Jack Sharp estaba a punto de terminar con la banda, pero como si se tratara de un ave fénix, el grupo resurgió del fuego para regalarnos una verdadera joya ensordecedora que habla sobre el futuro incierto a partir de los restos de lo que algún día fue grandioso, mágico y poderoso.
Como primera mordida al Ruins tenemos a "Ninth night", tema que nos narra la leyenda del siglo XVIII alrededor de "La Mano de la Gloria" (Hand of Glory) la cual se decía era una vela hecha con la grasa del cuerpo de un ladrón muerto en la horca y que era sostenida por su propia mano cercenada del cadáver. Dentro de sus poderes mágicos se contaba de que podía hacer caer a la gente en un sueño profundo cercano a la muerte, que iluminaba sólo al portador del macabro candelabro y que hasta podía abrir cualquier puerta a su paso. Wolf People desbloquea el cerrojo de la inspiración perdida, ilumina el obscuro camino provocado por la vigilia y ruega porque esta noche el tétrico talismán nos lleve directamente al botín esperado.
Baja la aguja sobre el vinil que gira y a través de las bocinas se escucha un suave rasgueo de guitarra como si se tratara de una vieja melodía de un pasado muy remoto, pero a paso de unos cuantos segundos, todo se transforma en una distorsión que abarca completamente el espectro sonoro. Las cuerdas entonan una figura hipnótica, una espiral enigmática que nos sumerge en el interior de un abismo de incertidumbre, obscuridad y temor. La batería golpea sin piedad a cada tiempo y un gélido ritmo que nos eriza la piel truena en nuestro interior, tal y como si acompañáramos el paso de un condenado a muerte a su destino final. Un estridente solo de guitarra explota para indicarnos que la luz del macabro amuleto nos ha llevado hasta el umbral de algo nuevo e inesperado...
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