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viernes, 18 de diciembre de 2020

King Gizzard and the Lizard Wizard : el retorno del desafío microtonal

 


¿Cómo es posible que una banda que ha mantenido un sonido durante sus diez años de carrera musical pueda al mismo tiempo revolucionarse en cada material publicado y lograr así jugar con estilos, géneros y ruidos que retan al escucha a través de su atención y paciencia? Los australianos de King Gizzard and the Lizard Wizard son una de las pocas agrupaciones que han logrado crear una atmósfera ótica que de manera inmediata los identifica, pero a pesar de ello han roto con sus propias expectativas para experimentar dentro de distintas tendencias sonoras hasta ofrecer una rica variedad de posibilidades auditivas y, finalmente, convertirse en una referencia obligada en el mundo de la música en la última década.

Quizá podríamos encontrar respuestas a la pregunta arriba formulada escribiendo que la banda originaria de Melbourne aprovechó la fiebre que hace unos años hubo alrededor del hard psych, o que la elaboración de álbumes conceptuales en una época en que pocos se arriesgan a realizarlos provocó la atención a su propuesta sonora, o a lo mejor que esa extraña áurea sonora provocada por sonidos extraños a los oídos occidentales es la fórmula perfecta para llamar nuestra atención, o que aquel reto lanzado en 2017 para publicar cinco discos distintos durante un año jaló los reflectores hacia ellos, o que dejaron de lanzar discos durante el siguiente año para dedicarse a tocar por todo el mundo y terminar publicando parte del material a través de cinco discos y una película, o probablemente la presentación de un disco pop sintético en contradicción con otro de thrash metal fue el motivo por despertar el interés sobre ellos... ufff!! cuántas razones podemos encontrar para llamar la atención del desprevenido y abrumado escucha de la segunda década del siglo XXI para dedicarle unos pocos minutos a la escucha de un grupo ecléctico que de manera inmediata puede provocar que caiga en su anzuelo!!


La salida de baterista Eric Moore para dedicarse al trabajo con su disquera independiente Flightless Records podría suponer un golpe duro dentro del estilo de King Gizzard and the Lizard Wizard, situación que bien podremos conocer una vez que la banda retorne a los escenarios, pero aún y con dicha situación la banda se decidió a embarcarse en construir un nuevo álbum a través de una continuación del místico Flying Microtonal Banana de febrero de 2017. Sin emabrgo, es to no debería resultar una sorpresa, ya que los australianos habían amenazado con una secuela a este material de retadora escucha gracias a la frase "explorations into microtonal tuning, Vol 1".

Si bien los sonidos microtonales que conocimos en aquella ocasión jugaban con obsesivas melodías que se repetían hasta el infinito para provocar una hipnosis que evadía la realidad (qué mejor ejemplo que la adictiva "Rattlesnake"), hoy podemos escuchar en el Vol. 2 titulado como K.G. y publicado en noviembre de 2020 varias odiseas sonoras donde las guitarras acústicas toman el control hasta construir ensoñaciones místicas que sin duda nos llevan a un Oriente mágico para retar auditivamente a nuestros oídos occidentales que no se encuentran acostumbrados a los sonidos escondidos entre las siete notas convencionales de la escala musical.


Cuando fue presentada "Honey" como primer sencillo del K.G., sabíamos que el desafío microtonal que ya nos había ofrecido la banda australiana había regresado bajo una atmósfera acústica e intimista donde no sólo los sonidos extraños a nuestras costumbres sonoras formaban parte de la fórmula del single, sino el constante cambio de tiempo que dificultaría a cualquiera a llevar su ritmo. De la misma manera como ocurre con la inaugural "K.G.L.W" o en la medieval "Straws in the wind", las armonías conformadas por rasgueos envolventes, vientos de flautas que erizan la piel y melodías llenas de zozobra, nos permiten descubrir que los King Gizzard and the Lizard Wizard se han reinventado nuevamente hasta dar un paso hacia adelante dentro de su propuesta sonora.

Aun así es necesario explicar un poco cómo se conforma ese audiorama ajeno a nuestros oídos occidentales: en este lado del mundo estamos condicionados  a organizar los sonidos a través de octavas, derivado de las frecuencias por segundo que podemos captar; es decir, un ciclo de siete notas ascendente que termina con una repetición de la primera pero con un tono mayor, a lo que hemos llamado "escala diatónica" porque una misma nota en dos tonos distintos la delimitan. Sin embargo, el sistema microtonal está construido a partir de frecuencias de sonido ubicadas entre los semitonos de nuestra escala auditiva occidental, lo que obliga a nuestro sistema auditivo a adaptarse ante vibraciones a las que no está acostumbrado.


Sin embargo K.G. no queda bajo el yugo de los sonidos desenchufados y las melodías enigmáticas que nos retrotraen a culturas lejanas y ajenas, ya que la banda de Melbourne desarrolla dicho ambiente para terminar creando escandalosas melodías saturadas de distorsión y electricidad que sirven de paradoja ante su crítica a los procesos de "computarización" de la sociedad humana durante los últimos decenios que han provocado simulación y hasta han transformado al hombre en un cyborg por medio del uso del lenguaje algorítmico, algo que queda demostrado en "Automation". Las bases sonoras creadas a través de loops hipnóticos y electrónicos acompañan a las figuras armónicas microtonales para construir galaxias místicas llenas misterio, paseos oníricos y divagaciones interiores, algo que podemos escuchar con claridad en "Minium brain size".

King Gizzard and the Lizard Wizard no se ha escapado de su escándalo propositivo de melodías repetitivas como bucles infinitos que ya habíamos probado en Nanogon infinity (reseña-review) y que podemos oír en "Some of us", pero para esta ocasión, Stu Mackenzei compuso una serie de temas que desarrollaran lo ofrecido por la banda anteriormente hasta romperlo como en la tenebrosa "The hungry wolf of fate" con su tufo al Murder of the Universe o hasta quizá al Infest the rats' nest (reseña-review). Aún así, donde está la nueva propuesta sonora como un desarrollo obvio a lo hecho en el ambivalente Fishing for fishies lo encontramos en las variaciones electrónicas de "Intrasport" que hasta logran recrear una pista de baile más allá de su armonía oriental que desembocan en la bizarra "Oddlife".


Uno de los tracks más interesantes del K.G. es la adictiva "Ontology", una melodía que juega con una tenue armonía de teclado y flauta que sube poco a poco hasta convertirse en el estribillo que será cantado por la banda mientra escuchamos una lírica que critica a la realidad al poner en duda la razón por la cual se razona y la libertad, aunque finalmente llega al tópico central del álbum: la simulación. Mientras las líneas microtonales que definen al tema nos van hechizando, la base sonora de las secas percusiones y el bajo concreto van creando un sustento vital a la canción para que ésta desarrolle variantes melódicas que son enriquecidas con una impresionante cantidad de detalles que terminan emulando la barroca portada del álbum. Por si fuera poco, al terminar "Ontology" podemos escuchar una especie de bis tras un golpe seco de gong donde las experimentaciones de la guitarra microtónica nos ofrece, quizá, el único solo de guitarra del disco entre juegos de wah, fuzz y reverberaciones. 


Nuevamente, King Gizzard and the Lizard Wizard nos ha lanzado la provocación para escuchar su propuesta con distintas posibilidades acústicas, ya sea través de sonidos poco convencionales que obligan a detenerse para poder detectar todo el espectro auditivo ofrecido dentro del material sonoro, así como también por medio de una reflexión sobre lo que somos los seres humanos ante la invasión sensorial que la tecnología ha desarrollado. Quizá las semanas de encierro producidas por el virus pandémico ha desarrollado estas reflexiones al interior de la banda australiana, pero si uno regresa a las líricas de sus álbumes anteriores, descubrimos que la visión apocalíptica ha estado presente desde hace mucho. Nuestra realidad es puesta a prueba a través del sonido ajeno, así que las posibilidades se abren a la alteridad mientras ponemos en duda la existencia a través de los juegos de simulación...




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