Vistas de página en total

lunes, 16 de mayo de 2016

King Gizzard and the Lizard Wizard : vértigo dentro del polígono infinito


Si existiera un punto intermedio entre lo ecléctico y lo bizarro, seguramente ahí encontraríamos a King Gizzard and the Lizard Wizard, un combo australiano de siete hombre que tocan a baja fidelidad y sobrevuelan enfermas ideas hasta el absurdo. Con estos antecedentes, ¿cómo podríamos entender un estridente álbum ahogado en símbolos, obscura magia y numerología?

Pulsamos el botón de play y nos internamos en un bucle, un circuito eterno que recorremos sin principio ni fin. El Nonagon infinity ha abierto sus puertas para que busquemos respuestas en su interior. Giro tras giro, vértice tras vértice, lado tras lado... todo se convierte en una monotonía escandalosa, un eterno retorno a lo mismo, una prisión sin salida posible. El nueve como número que nos obliga regresar al origen y como elemento indefinido que sólo puede compararse con el círculo. Polígono y circunferencia que nos sumergen al abismo del individuo, de la unidad, del centro, del yo.


Estos conceptos y la delgada línea que los une salen de la cabeza Stu Mackenzie, vocalista y guitarrista de la banda, quien se dió a la tarea de crear un cocktail musical donde pudieramos saborear en una misma copa la psicodelia más ácida, el blues más negro del Mississippi, la velocidad del surf y  la capacidad de improvisación y desfachatez del garage, todo reunido en un ruido compilado lo-fi que explota todas y cada uno de nuestras neuronas.

Escuchar a King Gizzard and the Lizard Wizard es pegarse un viaje psicotrópico hacia lo más profundo del ser y perder el control. Ecos, ruidos y reverberaciones se fusionan a velocidad de la luz, mismos que no dejan pasar un solo instante de remanso y silencio. Si acaso este concepto era poco, con Nonagon infinity la banda se va al extremo.


El octavo disco de la banda es un álbum conceptual donde las nueves canciones que lo componen fluyen sin cortes gracias al mantra que las une: "Nonagon infinity opens the door". En otras palabras, esta producción es un "disco sin fin" como si fuéramos una hormiga dentro de una cinta de Moebius, como si nos encontráramos en alguna obra de M. C. Escher o si estuviéremos dentro de una historia de Julio Cortázar. Un grito filtrado y electrificado sirve como paso entre las realidades que establece cada melodía, pero la unidad sonora que mezcla escándalo y euforia termina uniendo más al disco como una obra completa y sin cortes.

Sin embargo, para una realidad sintetizadora, inmediata y reduccionista, King Gizzard and the Lizard Wizard decidió tomar un extracto del disco para convertirlo en sencillo promocional y que a su vez sirviera de anzuelo para hipnotizar y sumergir a cualquier incauto escucha a sus abismos de locura y perdición. "Gamma knife", tercer ciclo del Nonagon infinity, se convirtió en la parte diseccionada, el instante sacrificado como ofrenda a los dioses de la música; pero eso sí, no sin escapar del salmo que empapa al disco y robar el riff inicial de "People-vultures", siguiente ciclo dentro de este monstruo sonoro.


"Gamma knife" está construida a partir de una figura de guitarra de 12 cuerdas y una línea melódica de Stu Mackenzie. A él se le unen inmediatamente las guitarras de Joey Walker y Cook Craig, quien no contento con el ruido creado, acompaña algunos momentos con su teclado. La base que soporta las cuerdas está a cargo de Lucas Skinner y su insistente y profundo bajo eléctrico. Pocas bandas están conformadas por dos bateristas en escena, pero King Gizzard and the Lizard Wizard cuenta con Eric Moore para mantener el ritmo y a Michael Cavanagh para los remates. Finalmente, el alucinante sonido es completado por Ambrose Kenny-Smith y su mágica armónica, más negra que la mismísima noche.

Si buscáramos cobrar facturas a King Gizzard and the Lizard Wizard por su frenético "Gamma knife", culparíamos a la locura psicodélica de Frank Zappa o Captain Beefheart & his Magic Band y a los delirios progresivos de King Crimson, al salvajismo desenfrenado del garage de los Black Lips o Ty Segall y a los viajes cósmicos de Pink Floyd y del Krautrock. Guitarras afiladas, baterías rituales, voces ácidas, un bajo pesado y una armónica bluesera... ¿qué más se puede pedir?

"Gamma knife" de King Gizzard and the Lizard Wizard, desde Spotify:
https://open.spotify.com/track/0zzNqaiYikonsmiUoCvaqA


¿Cómo fue posible la construcción de este hipnótico muro de sonido? King Gizzard and the Lizard Wizard viajó a Brooklyn, NY. para grabar en los Daptone Studios (espacio conocido por haber tenido a Ammy Winehouse, Bruno Mars o Michael Bublé en sus micrófonos), bajo el cuidado de Wayne Gordon, quien ha trabajado con los Black Lips y con Endless Boogie. Ya de regreso en Melbourne, Stu Mackenzie hizo las voces y la mezcla con la supervisión técnica de Michael Badger (cantante de The Demon Parade).

Por si no fuera suficiente la locura sonora del sencillo, la banda publicó su video promocional dirigido por Danny Cohen y auxiliado por Jason Galea (quien realizó el arte del disco), una colección de imágenes en movimiento que aseguran el vértigo para quien lo ve. En un franco recuerdo a las "Ruinas circulares" de Jorge Luis Borges, observamos a la banda cubiertos con túnicas ofreciendo un ritual en una vieja ágora al aire libre, un recinto circular abandonado. Los rostros pintados de diversos colores buscan los más diversos significados, a los cuales se van sumando siete sacerdotes portadores de mágicos cuchillos que asegurarán el objetivo deseado: un sacrificio colectivo en honor del nonágono infinito.


El psicótico collage de King Gizzard and the Lizard Wizard es un laberinto donde es fácil perderse, pero que a final de cuentas nos regresa al mismo lugar donde comenzamos. Ritmos acelerados que teletransportan a una era robótica, ácidos monstruos que bailan enjaulados bajo luces psicodélicas y insistentes coros que nos invitan a cruzar portales hacia dimensiones escondidas. Nonagon infinity es un adictivo disco que irónicamente es difícil de asimilar; sus melodías logran engancharse en nuestra memoria, pero su desenfadada locura y su saturada baja fidelidad logra espantar a cualquiera que haya nacido en la era digital. Sin embargo, una vez colocado un pie dentro del polígono sagrado y su templo circular, nuestra mente no podrá escapar de su loop infinito...


1 comentario:

  1. Me encanta leer tu blog, pero me voy a terminar dañando los ojos con esa letra blanca en fondo negro. Contenido excelente.

    ResponderEliminar