Desde hace varios años
algunas etiquetas rockeras se han fusionado hasta romper los límites de la
comprensión para aquellos que sólo desean escuchar la música, además de
comprometer cualquier opinión de quienes escribimos en un blog, una revista o
un comentario impreso/electrónico. Stoner, metal y doom podrían ser
caracterizados cada uno de manera separada, pero cuando una propuesta musical
los tiene como influencia, usarlos como subgéneros nos hace entrar en los
abismos de lo desconocido.
Al colocar estos conceptos
sobre el álbum debut de los brasileños de Son of a Witch, tendríamos la
oportunidad de ser perdonados, redimidos y salvados de la hoguera porque dentro
de su sonido caben perfectamente cada una de estas etiquetas. Riffs de
estructura demoníaca, ambientes abismales donde el peso nos hunde hasta el
fondo, y sonidos ácidos y desérticos que se desbaratan en los oídos. Fuerza,
densidad y distorsión encapsuladas en cinco temas apoteóticos que pueden asustar a cualquiera, pero que a
la vez, pueden enganchar al más exigente.
Más allá de géneros y nombres,
Thrones in the sky realmente cumple
con aquella imagen de William Burroughs sobre “un metal pesado que cae desde el
cielo”. Escuchar a Son of a Witch es como ser pisados por un enorme Mastodonte,
es como recibir un knock-out de un peleador de peso completo, es como un fuerte
viaje psicotrópico sin retorno asegurado, es como un taladro rompiendo los
tímpanos, es como una sesión de electroshocks matando cualquier neurona que
esté a su paso… Hemos abierto la puerta para dejar pasar a este monstruo de
cinco cabezas, así que tomen asiento y permitan ser devorados.
¿Pero
quién carajos son estos tipos?
Natal es una de las
principales ciudades brasileñas donde sus playas y sus dunas llenan las pupilas
hasta el éxtasis. A unos cuantos kilómetros de ella, se encuentra el centro de
lanzamiento de cohetes “Barrera del Infierno”, fundada a mediados de los años
sesentas. Viajes espaciales, referencias satánicas y el momento donde el rock
fuerte comenzó a gestarse, sirvieron de suficiente inspiración para la formación
de una banda pesada llena de arena y polvo de estrellas.
Dos de los integrantes de
Outset, importante banda brasileña de Death Metal y Grindcore, decidieron hacer
un proyecto alterno donde pudieran desarrollar su gusto por el rock stoner más
clavado, teniendo como inspiración a grupos como Kyuss, Sleep y Down. Haciendo
un juego de palabras con la conocida ofensa, nace el nombre de esta idea
musical: Son of a Witch.
Patrick Schafstein tocaba el
bajo con Outset, pero para el nuevo grupo decide colgarlo para tomar la
guitarra eléctrica. Bajo el seudónimo de “Space ghost”, Patrick adquirió una
nueva personalidad que llevara a su nuevo instrumento a una ruta cósmica, sucia
y golpeada por asteroides errantes.
La guitarra principal
continuó en las manos de Flávio França, pero su nombre se mutó al desértico
apodo de “Gila Monster”. Dunas, arenas, playa o desierto…no importa, todos
sirven de ambiente ideal para un reptil mágico que sirve de guía espiritual a
través de sus seis cuerdas densas.
El año de 2008 fue el momento
en que esta pareja se encaminó a una aventura que en principio fue
instrumental, que como lo demostraron los maestros stoners, era la base
fundamental para viajar en el tiempo y en el espacio, en otras palabras, usar
la música como si fuera un “hoyo de gusano”. Para cumplir esta idea, contaron
con la participación de Felipe en la batería y Adriano en el bajo.
Para el año 2009 llegó
Nelson Macedo, quien tomó el sobrenombre de “King Lizzard” en un recuerdo
obligado a Jim Morrison. Sin embargo, esta inclusión de vocales en el muro
sonoro que estaba creando la banda en ese momento, obligó que los colores se
tornaran obscuros y tétricos, desgarradores gritos llenos de grietas y sueños
de lejanas galaxias.
El concepto se fue afinando
con el paso de los años, pero ello generó cambios en la estructura de Son of a
Witch. Fue así que llegó Carlos Garibaldi para adueñarse de las baquetas con su
fuerza y con el sabor que tienen los brasileños para las percusiones, aquellas
que tienden a adentrarnos a lo profundo de la selva donde las tribus danzan en
ritos místicos. Ahora con la identidad de “Asteroid Mammoth”, el elefante
lanudo toma el control del ritmo y golpea con toda energía sobre la arena
planetaria.
Finalmente, en 2010 se
integra el bajista Gustavo Rocha, pero en su transformación a “Bong Monkey”,
los tonos graves de su instrumento se volvieron aún más densos, desbaratados y
profundos. Por si fuera poco, su incorporación a la banda significaría tener también a un
artista plástico que ayudaría a definir su imagen.
Tras un arduo trabajo de
composición y definición de su sonido, Son of a Witch se metió a os estudios
para grabar lo que sería su primer EP, bajo el título de Snake arms woman, publicado en diciembre de 2011 con la pequeña
disquera Space Ghost Records. Sin embargo, este mismo material con tres
canciones fue nuevamente editado de manera independiente en enero de 2012 con
el sencillo nombre de Son of a witch EP.
Este material logró captar
la atención de muchos especialistas y de aquellos amantes de la música fuerte,
lo que los llevó a tocar en diferentes partes de Brasil, obteniendo así un
contacto con la productora Abraxas quien los llevó al Estudio Superfuzz de Río
de Janeiro para grabar lo que sería su primer álbum y participar en varios
festivales, como el organizado para septiembre de 2015 donde compartieron
cartel con gente como Kadavar y Monster Coyote. Dicha casa productora ha
llevado a Brasil a gente del nivel de Mars Red Sky, The Flying Eyes, Jeremy
Irons & the Ratgang Malibus, Radio Moscow y Stoned Jesus.
Gracias al trabajo de
estudio realizado durante mayo de 2014 bajo las órdenes de Gabriel Zander, Son
of a the Witch conformó lo que sería su primer disco completo, el cual fue
titulado como Thrones in the sky;
mismo que está acompañado gráficamente por las ilustaciones de Ars Moriendee y
el diseño de Gustavo Rocha, bajista del grupo. Sin embargo, el lanzamiento de
la placa fue realizada de manera independiente hasta febrero de 2016, aunque
tendrá una re-edición en vinil hecha por la disquera Kozmik-artefactz. Por si fuera poco, la banda ha sufrido la salida del propio Bong Monkey, quien ha sido sustituido por Claudio Eyh Nascimiento, "Old goat" dentro de la mística cósmica del grupo.
El
concepto
Tras varios años de picar
piedra hasta pulir su sonido para convertirlo en algo propio (más allá de las
evidentes influencias y referencias musicales), Son of a Witch hace de su Thrones in the sky un colosal trabajo
sonoro que sólo los arriesgados intentarán penetrarlo en sus más abismales
rincones.
Cinco canciones repartidas
en más de cincuenta y siete minutos nos hablan del poder del universo como
fuente de vida y muerte, un caos creativo y destructor de fuerza inconmensurable
más allá de cualquier tiempo y cualquier espacio. El hombre sólo queda un
espectador, un cosmonauta perdido en la inmensidad estelar sin poder hacer otra
cosa que aceptar su diminuta existencia y su irremediable e intrascendente
aniquilación. Espectáculo hermoso y terrible en sí mismo, la ironía y la
contradicción, inicio y fin, alpha y omega.
La ilustración hecha por Ars
Moriendee que sirve de portada para el disco nos da la bienvenida a esta densa
atmósfera de poder cósmico. El rayo contenido por el puño de los dioses nos
muestra el control sobre la naturaleza, dando origen a todo lo conocido y
conteniendo su final. El manto estelar se ilumina para regalarnos un solo mensaje:
todo está aquí en este momento y en cualquier otro desaparecerá.
Es así como Son of the Witch
recrea un soundtrack para este paseo intergaláctico. Luces nos visitan de otras
galaxias y nos toman de la mano para presenciar lo que es el cosmos. La música
como sonda espacial, acordes fuertes que muestran lo magnífico, lo espectacular
y lo colosal. Guitarras llenas de distorsión, un bajo que se deshace por el
calor infernal del Sol, una voz agrietada por las arenas y el tiempo y una
batería que golpea sin piedad como si de una lluvia de meteoritos se tratara. Bajamos
la aguja y abrimos la caja de Pandora… demonios, cometas y truenos contenidos
en cinco cápsulas tóxicas que intentan hacernos comprender el espectáculo del
universo.
Canción
por canción
Thrones
in the sky: Se puede observar un anillo de fuego entre las densas
nubes. Las criaturas de los cielos descienden en sus luminosos tronos con su
sabiduría y una advertencia para el hombre. Antorchas ardientes, un sol cegador
y carros de guerra que muestran su gran poder. Naciendo desde los océanos, levantando
su vuelo desde cuevas ocultas, escribiendo sobre piedra la voluntad de los
creadores entre sabiduría y advertencia. Ellos siempre nos han observado y sólo
esperan la resurrección. ¿Acaso vendrán a ayudarnos o este será nuestro fin?...
Una extraña voz distorsionada se escucha en las bocinas, una mezcla entre ser
de otro y planeta y el “Iron man” de Black Sabbath. Pero si esto fuera poca
referencia a uno de los padres del metal, el riff pasmado, misterioso y abismal
nos lleva al recuerdo de “Electric funeral” y su guitarra que se deshace con su
efecto wah. Antiguos tambores tribales se dejan escuchar y abren paso a una
extraña danza que sólo puede ser un preámbulo para lo peor. Un bajo en fuzz
retumba mientras una mágica guitarra sobrevuela encima de nosotros, sonido
perfecto para hacernos voltear al cielo y quedarse admirado por lo que tiene
nuestra mirada al frente. Ellos ya están aquí y se siente su peso a cada
acorde, a cada golpe, a cada frase.
Alpha
Omega Astra: Antes no había nada de lo que hoy
conocemos, sólo teníamos obscuridad y miedo, cosas fuera de nuestro control
gracias a la soledad y el vacío. El universo fue creado en la vacuidad del
tiempo, pero luego llegó la vida en todas sus formas, se crearon los planetas y
aún hay parte de su polvo estelar en nuestras venas. En las arenas del presente
ya no hay misterios, sólo nos queda esperar desnudos a los extraños del cielo
que llegarán en sus resplandecientes carruajes. La vida que un día comenzó
alguna vez terminará, en ello radica su fuerza. Alpha y Omega, principio y
final… Golpes pesados, secos y directos. Acordes de fueres distorsiones que van
acompañando lo que la batería dicta. Una oda de dos tiempos principales que
identifican el inicio (Alpha, un Big Bang explosivo que implosiona con toda su
fuerza) y un término (Omega, un navegar eterno por la nada, un vacío en
expansión, obscuridad y soledad). La conjugación del riff denso y la poderosa
voz de King Lizzard nos traen al recuerdo algunos momentos del Church of Misery
de Tatsu Mikami. Melodía contradictoria, las dos caras de la misma moneda,
ying-yang sonoro que se reduce a nuestra existencia y que terminará con
nosotros mismos. El final de ritmo tribal simplemente nos recuerda al hombre y
a su breve presencia dentro del correr de los tiempos cósmicos.
Far
away from dreaming (Giant spheres and humanoids): Más
allá de este sueño, el cosmonauta terrestre se encuentra viajando a casa
lentamente. Esferas gigantes, humanoides y utopías tecnológicas se mueven
rápidamente dentro de este caleidoscopio, llevando cada vez más lejos de aquí.
En esta obscuridad eterna, sólo se observan estrellas, místicas nubes y encuentros
cósmicos. Sólo en el dios místico que cabalga sobre aquel frío cometa hacia el
mañana está la decisión sobre si algún día el hombre regresará a su lugar de
origen y terminará en el infierno… Fuerte riff de inicio que en su efecto
pareciese que se desbarata dentro de sí mismo. Quizá podamos percibir algunos
remansos mágicos a través de un suave y ácido wah, un delay que se desvanece y
un aletargado fuzz que sirve de soporte al lento sopor. Esta melodía contiene
fuertes cambios de intensidad que de un momento a otro nos sacuden la
ensoñación para arrastrarnos al mundo de las pesadillas. Canción que nos
demuestra cómo una banda que trabajó a partir del jamming fue estructurando un monstruo
sonoro unificado e identidad propia. Esta pieza formó parte del primer EP de la
banda, pero a diferencia de aquella edición, aquí podemos sentir la notoria
disminución de velocidad y fuerza para obtener una marcada frontera entre el
abismo de Morfeo y la fuerza astral.
New
monster: El día contra la noche desde antes de la existencia del
mundo, como si se tratara de un llanto solitario o un juego de susurros. Sensación
de soledad imparable a través de la noche, un deseo por escapar de la
obscuridad que permanece. Quizá estén quemando el camino para lograrlo, quizá
estén quemando este mundo… Este “nuevo monstruo” es un ejemplo de lo que debe
ser ese stoner galáctico, aquel que por medio de la obscura e imponente noche
se unen el manto estelar y el desierto: guitarras de fuertes distorsiones que
se funden con los poderosos golpes de la batería y el bajo ahogado en fuzz,
acordes nacidos del doom más abismal, riffs ácidos en pedal wah y líricas
cósmicas narradas con una gran potencia vocal. Son of a Witch logra con esta rola
encapsularnos en una sonda, enviarnos al espacio sideral y abandonarnos en
pleno paseo en el total olvido. Punto extra por el juego de figuras que
desarrollan las guitarras, ya que una vez que despegan, jamás nos permiten
perder el viaje a golpe de una imparable cascada de notas.
Jupiter
cosmonaut: Ahí está el Sol, despiadado como siempre, solitario, poderoso,
dispuesto a derretir cualquier cosa que se acerque a él. A lo lejos, la quinta
esfera que gira a su alrededor lo observa detenidamente. Astrónomos de tiempos
ancestrales lo llamaron Júpiter, un coloso identificado por su gran mancha
roja, sus satélites galileanos y su vasallo Gamínides. Aquí está el enorme
cosmonauta acompañando al poder colosal del Sol… Comienza los primeros segundos
y escuchamos cómo un bajo eléctrico se desbarata nota a nota, como si su
trayectoria lo llevara directamente al Sol. Las guitarras eléctricas acompañan
su viaje, una prueba de wah, delay y demás artilugios que nos permiten entender
que estamos ante un escenario estelar, uno ácido y mágico al mismo tiempo.
Aletargado ritmo heredero del doom más clavado que sirve de telón de fondo para
admirar este espectáculo cósmico: el enorme gigante gaseoso Júpiter girando
alrededor del Sol mientras éste se mata lentamente a sí mismo, una “danse
macabre” lenta, estruendosa y magistral. Más de quince minutos impresionantes que
nos caen del cielo como una pesadísima losa casi imposible de soportar. Oda
épica que sirvió de primer sencillo del disco y que logra perder al viajero
espacial en la nada total, un paseo sin regreso que hace explotar las neuronas,
un final apoteótico que deja sin palabras a aquel que se decida entrar en su
lúgubre pero ruidosa órbita.
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