La ilustración de un
rostro desencajado bajo una estética psicodélica y manchones que semejan sangre
embarrada, sirven de portada para un peculiar disco. Un fantasma, un alma en
pena, un muerto viviente. Esta no es la portada de alguna banda desconocida de
los 60 y olvidada por el tiempo. Estamos frente la segunda placa de un grupo
que logró guardar su identidad bajo un manto de misticismo, obscuridad y
densidad, pero que su propia calidad los arrojó a las luces de los escenarios;
al grado de ser abridores de los conciertos de Black Sabbath: éste es el Blood lust de Uncle Acid & the
Deathbeats.
Recomendados por Leif
Edling (bajista de la banda sueca de doom metal Candlemass), llegaron a la disquera
Rise Above Records, empresa de Lee Dorrian (vocalista de Cathedral), donde
consiguieron un contrato para grabar su segundo disco tras el reconocimiento alcanzado
con Vol. 1 en el underground europeo.
De esta manera, en 2011 publican sólo 100 copias de esta joya sonora, mismas
que fueron numeradas a mano. Tal fue el éxito que, obviamente, se ha reeditado
en varias ocasiones y en varios formatos.
Con las recomendaciones
arriba mencionadas, esta banda no podía defraudar: un power trío nacido en
Cambridge, Inglaterra que bebe directamente del rock más denso de principio de
los años setentas, una psicodelia dura bajo un sabor terrorífico que busca
sacudir totalmente al oyente. Por si no quedara claro, la propia Rise Above
Records nos explica el sonido de la banda: una mezcla entre la original banda
de Alice Cooper, el primer sonido de Black Sabbath y la agresividad sonora de
The Stooges.
¿Pero
quién carajos son estos tipos?
El misterio y el
anonimato fue el manto que cubrió a los integrantes de Uncle Acid & the
Deadbeats hasta que Blood lust se
convirtió en un suceso en el mundo del doom y el hard rock. Con la poca
información que se obtenía de los discos editados, pudimos saber que tres
personas estaban involucradas en este proyecto, tres pseudónimos que nos daban
una pequeña luz sobre la banda: Uncle Acid, Kat y Red.
Tras el éxito del disco
y el deseo de los organizadores de eventos por contratar al grupo para
interpretar en vivo las canciones, Uncle Acid salió del anonimato para
contestar entrevistas y explicar quiénes o qué era Uncle Acid & Deadbeats.
El productor de los discos, K.R. Starrs, era en realidad Uncle Acid: el
vocalista, el guitarrista, el tecladista, el autor de las canciones…en pocas
palabras, la cabeza del proyecto.
Tomando como base los riffs
de guitarras al estilo Tony Iommi, Uncle Acid crearía atmósferas tétricas y
contagiosas a la vez, a las cuales les sumaría otros instrumentos para crear un
muro de sonido demasiado denso, infranqueable, pesado. Recordando el estilo de
Phil Spector, K.R. Starrs utilizó amplificadores viejos para los instrumentos y
equipos lo-fi para la grabación, superponiendo pistas sobre otras hasta crear
el avasallante sonido de la banda. Por si fuera poco, el estudio de grabación
está colocado dentro de una casa abandonada en los bosques ingleses conocida
como The Barn, provocando una sensación más misteriosa a las sesiones.
K.R. Starrs había
ideado el nombre de la banda a partir de la historia que alguna vez contó Rusty
Day, vocalista de Cactus, aquella banda de hard rock de los 70, quien intentó
realizar un proyecto alterno con el nombre de Uncle Acid and the Permanent
Damage Band y que jamás fructificó en algo formal. La acidez delimitada con el
nombre del grupo sirvió para explicar el sonido que se buscaba con este
proyecto: el viaje psicodélico más fuerte posible de la mano de
instrumentaciones de los primeros momentos doom. Es por eso que los músicos que
acompañan al productor inglés tomarían el nombre de The Deadbeats.
Las voces son otro
elemento primordial del sonido del grupo: juegos corales de tono agudo,
rasposo, decaído y doloso que encuentran influencia en gente como John Lennon, Robert
Plant, Neil Young y Ozzy Osbourne. Brujas en penosos lamentos que dejan caer
sus maldiciones sobre los inquisidores… Para Blood lust, Uncle Acid grabó todas las vocales y las mezcló en
doble track para lograr el efecto tenebroso que él deseaba; aunque en
entrevistas posteriores ha aceptado sus limitaciones como cantante.
Sin ser descubiertos
hasta el momento las personalidades detrás de Kat y Red, Uncle Acid sólo nos ha
dejado saber que fueron músicos de sesión que ayudaron con sus capacidades
interpretativas para alcanzar la atmósfera obscura que traía en mente el
productor; pero que no tenían las cualidades ni los deseos para llevar el disco
a los escenarios, por lo que al término de las grabaciones de Blood lust, fueron contratados Yotam
Rubinger (segunda guitarra y voces), Dean Miller (bajo) y Itamar Rubinger
(batería), convirtiéndose en la imagen de los Deadbeats.
El
concepto
Comienzan los primeros
segundos del Blood lust y un tétrico
teclado da fondo a una televisión que cambia de canales, pero en ellos sólo se
pueden escuchar una sola cosa: diálogos de antiguas películas de terror y
suspenso.
Tras un largo tiempo viendo películas de
horror y serie b de los años 70, K. R. Starrs decidió crear un disco que se
convirtiera en un recorrido por esas cintas, un guión que imaginara escenas y
diálogos. Con esta idea, se refugió en The Barn, un estudio de grabación
instalado en una granja abandonada en la neblina de los bosques ingleses, con
la intención que el ambiente ayudara en el proceso de composición.
De esta manera, las liricas
de Blood lust describen misas negras, ritos satánicos,
brujería, asesinatos y actos de tortura a través de un un hilo conductor: la sed
por la sangre. Pequeñas historias de horror y obscuridad que tienen en el culto
satánico su mayor inspiración. El sacrificio de una joven vírgen desata la
imaginación de Uncle Acid hacia imágenes saturadas de hechicería, sangre y
dolor.
Para lograr este
objetivo, la banda hace de la música su mayor aliado. Al construir un muro
sonoro cimentado en doom de principios de los 70 (Black Sabbath, Pentagram), la
psicodelia más ácida de finales de los 60 (Iron Butterfly) y la fuerza bruta y
de baja fidelidad de las bandas proto-punk (The Stooges). ES por ello que ell
sonido del Blood lust conjuga los 5
discos favoritos de Uncle Acid: el hard rock y la obscuridad del Black Sabbath de Black Sabbath (1970); los
primeros juegos del pop con la psicodelia y los juegos vocales del Revolver de The Beatles (1966); las
voces y la melancolía de las irónicas letras del Tonight’s the night de Neil Young (1975), el denso stoner del Dopesmoker de Sleep (2003) y la psicodelia
total de juegos líricos contenidos en el Are
you experience? de The Jimi Hendrix Experience (1967).
Canción
por canción
I’ll
cut you down: aquí está el hombre lleno de maldad,
sin esperanzas y sin ilusiones. El engaño es su arma principal, ha cambiado lo
dicho por los textos santos para su beneficio. Drogas, riquezas, poder: todo lo
puede ofrecer. Sólo se necesita hacer un sacrificio, se requiere la sangre de
una joven mujer. Ella no lo sabrá, no está en sí misma, no del todo… Los
primeros segundos de esta canción es un tributo directo a Grand Funk Railroad:
los oscuros diálogos tomados de una televisión de cambia de canal recuerdan el
inicio de Paranoid
y
el primer riff es un juego de acordes descendentes muy al estilo de Into the sun, Sin embargo, cuando
comienza propiamente la melodía, la rola explota con todos los instrumentos en
un salvaje ritmo digno de un aquelarre: brujas bailando ante el fuego dedicado
al macho cabrío, hombres encapuchados alrededor de la bella joven que será
sacrificada. El video promocional muestra un baile sobre una pista hacia
finales de los 60 dentro de atascado juego de filtros psicodélicos.
Death’s
door:
la mano del maldito se ha levantado para torturar, para subyugar, para
sacrificar. Tras un sádico rito, queda el cuerpo de la mujer ofrecida moribundo
frente a la puerta de la muerte. Ahora se postra sobre él la fuerza para
dominar ciudades y atormentar a toda la gente que habita en esa tierra, sin
importar clases ni razas. El deseo de sangre nunca terminará… Un riff de
guitarra al estilo de las figuras melódicas de Black Sabbath marca el inicio de
la rola, a la cual se suman otra guitarra repitiendo lo de la primera pero en
un tono agudo. El bajo sólo da unos toques y los platillos de la batería marcan
el acompasado ritmo. Tras la introducción, el cambio melódico nos lleva como
una negra procesión hacia un aletargado camino de pesadez y dolor. El solo de
guitarra rompe con el monótono sonido de marcha fúnebre en un juego psicodélico
de notas que se escapan entre las manos.
Over
and over again: La bruja se encuentra ardiendo sobre la
pira funeraria que se ha colocado al centro del pueblo. Todos la escuchan
gritar una y otra vez, pero las desgracias no terminarán cuando su cuerpo se
consuma. A través de sus ojos se observan cielos obscurecidos, una maldición ha
lanzado sobre todos para vengar su dolor, y ahora lo único que se escucharán
son los gemidos de la gente una y otra vez… El ritmo sube en esta tercer
canción del disco gracias a un riff de guitarra en doble track que gira sobre
sí mismo una y otra vez, tal como sugiere el título de la canción. Un solo de
guitarra quiebra el repetitivo ritmo, figuras que recuerdan las guitarras
siamesas de Tony Iommi, pero que quedan atrapadas en el muro de sonido que crea
el grupo con el resto de los instrumentos tocando al unísono.
Curse
in the trees: el antiquísimo miedo al bosque del
hombre. En su atemorizante obscuridad, un acto de tortura ocurre. Entre los
árboles se puede ver el cuerpo
carbonizado de la bruja quemada que ha logrado su revancha a través de quien
osó pernoctar en el bosque maldito. No hay arrepentimiento ante el dolor, el
sufrimiento y los gritos de horror, sólo hay muerte y venganza…. El recuerdo a
Black Sabbath y su rola homónima es inegable: ritmo lento de notas arrastradas que
dejan atrapado al oyente en una lúgubre melodía. Tras la lenta introducción el
ritmo se acelera hacia un rock pesado que aplasta con su paso fuerte. El
segundo solo de guitarra, cerca del final de canción, nos regala una cascada de
notas cortadas tal como si se lo hiciera
un cuchillo.
I’m
here to kill you: el asesino solitario hace su
declaración antes de cometer su crímen: “estoy aquí para matarte”. Las
estrellas le han dicho qué hacer y él hasta ha visto el futuro: debe cumplir el
destino trazado. Estas son las semillas de lo sembrado: la sed de sangre, la
maldad, las ideas. Sirven de justificación y no hay marcha atrás… Ritmos
agitados, cortantes para una extraña melodía enferma que recrean la atmósfera
de una persecución a muerte. El solo de guitarra flota sobre la estructura
sonora, pero su explosión termina en acordes muy al estilo de los primeros
discos de Iron Maiden. La mención honorífica se la lleva la interpretación de
la batería, que con juegos de redobles y contratiempos de platillos ride logran
crear el ritmo necesario.
13
candles: ha comenzado el ritual del pecado. 13 velas negras
de rojo y ardiente brillo iluminan la obscura noche. Magia negra, demonios
invocados, sombras reptantes, el macho cabrío, un sacrificio y la muerte en un
mismo lugar. Una misa negra ha sido realizada… Los ritmos regresan al sombrío
sonido heredado del Black Sabbath de sus primeros discos, pero alcanza un
despegue al encontrar las armonías vocales un juego de contrapeso. De un solo
golpe, la melodía nos lleva a una macabra danza de muerte y pecado. Hacia el
final de la guitarra se escuchan dos solos de guitarra haciendo un duelo entre
sí con figuras en tonos armónicos que terminan juntándose para la misma figura,
recordando el estilo sonoro de Thin Lizzy o Iron Maiden.
Ritual
knife: el sacrificio de una mujer joven y virgen para ser
ofrecido a una obscura deidad es el referente inmediato cuando nos referimos a
un rito satánico, de magia negra o brujería. El símbolo de pureza es entregado
al espíritu maligno para entregarle su energía, su fuerza y su inocencia.
Resistencia, sangre y dolor son los símbolos del ritual que encuentra su cenit
en la entrada del cuchillo en el cuerpo ofrendado. Pero todo puede ser una
metáfora, porque en esta ocasión no habrá muerte, sólo habrá sexo, violación,
la pérdida de la virginidad; la historia puede ser otra… Los instrumentos
entonan una marcha tétrica de tambores rituales que quiebran en un ritmo pop de
la frase final de cada estrofa. El solo de guitarra logra hacernos volar hacia
un viaje muy ácido hasta la perdición, y si no, escuchen las notas como se caen
idénticas a pedazos de cristal sobre el piso. El video de la canción está hecho precisamente con extractos de la serie de películas que vió K. R. Starrs al componer el disco.
Withered
hand of evil: luego de rituales a su honor, de misas
negras que invocaron su nombre y de sacrificios hechos en búsqueda de su poder
y su gloria, el demonio se hace presente. Es un ángel que hierve por dentro,
una bestia sin jaula cegada por la ira. El mundo será atormentado y aplastado
por el maldito. Aquí está y te tiende su marchita mano… El juego de guitarras
distorsionadas sobre el efecto de cuerdas logrado por el mellotrón crea una
misteriosa sensación de temor al iniciar la rola. Poco a poco la melodía se
queda en un sabor doom de pesadez, de guitarras densas y percusiones que
asemejan pies que se arrastran sobre el suelo. Sin embargo, al final la melodía
se convierte en un melancólico vals que envuelve al escucha lentamente en un
baile tomado de la mano con el propio demonio.
Down
to the fire: el bosque se deja escuchar en su
tranquilidad. Ahí está la joven de ojos hundidos y rostro gris, de larga capa
negra que le cubre su cabello. Su helada mirada se ha fijado sobre el
aventurero y ha quedado atrapado en su embrujo. Ha buscado solución a su
problema en Dios, y él le ha mandado al sacerdote quien sólo le ha dicho la
verdad: esa bella joven practica hechicería y ha quedado bajo su fuego… Track
acústico de regalo en la reedición de la placa en versión CD, el cual nos deja
un agradable sabor a medievo, a gitano y a folk cercano al Battle of evermore de Led Zeppelin. Hermosa magia que embruja al
oyente irremediablemente.
Aquí está el segundo
disco de Uncle Acid & the Deadbeats: Blood
lust. 45 minutos de satánica psicodelia contenida en una joya que tiene
todo para convertirse en un clásico.
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