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viernes, 10 de julio de 2020

Witchskull : el ruido que desmorona los obscuros templos malditos


Si hay una banda con un sonido definido esa es Witchskull, aquel trío australiano que tiene su base de operaciones en Canberra y que se distingue por aquella mezcla entre doom y metal áspero con el cual se acerca al mundo obscuro de la maldad, el misticismo y los rituales prohibidos. Sin embargo, para todas esas agrupaciones que han encontrado su concepto es difícil publicar un nuevo álbum que pueda ofrecer nuevas cosas sin perder su estilo, pero tenemos en A drifwood cross un interesante material que busca desarrollar nuevas posibilidades armónicas bajo el distintivo velo ruidoso que ha distinguido al grupo desde su formación en 2015.

Cuando desmenuzamos su debut The vast electric dark (reseña-review), Witchskull vislumbraba que sería una referencia obligada de la música pesada en Oceanía gracias a sus obscuras líricas llenas de referencias bibliográficas y su insistente ruido desgarrador que cae sobre el cuerpo como un rayo, pero cuando escuchamos de manera detenida su continuación titulada Coven's Will (reseña-review) sabíamos que la banda había logrado afianzar su estilo bajo aquel sabor a aquelarre electrificado lleno de rabia del cual es imposible escapar. Aún con ello, las dudas sobre el siguiente paso que darían los australianos hacían temer que el grupo quedara de manera irremediable empantanado en su sonido sin posibilidad de ofrecer algo atractivo... pero afortunadamente estuvimos equivocados.


A drifwood cross se diferencia de los dos discos anteriores gracias a los múltiples y variados riffs que salen de las manos de Marcus De Pasquale, logrando de esta manera una amplia variedad de tiempos y ritmos que atrapan de manera irrevocable al atento escucha como al amante del obscuro heavy metal. Obviamente, las referencias líricas hacia rituales malditos, bizarros hechizos y altares negros se han mantenido, pero lo alcanzado por Witchskull es su tercer disco es ofrecer una colección de temas llenos de matices que permiten mantener el tímpano sobre la tormenta eléctrica que escapa por las bocinas.

Grabado durante los primeros días de diciembre de 2019 y publicado por Rise Above Records en abril de 2020, A drifwood cross es un material que sabe manejar muy bien los tiempos durante sus ocho tracks, logrando de la misma manera un equilibrio entre la rabia y la zozobra que distinguen a esta banda de heavy doom adictivo. Si uno se acerca al álbum a través del tema que lo nombra, podemos encontrar precisamente esta mezcla entre figuras aletargadas llenas de maldad y un armonías desbocadas llenas de furia eléctrica difícil de contener, pero quizá lo más interesante de este disco es la búsqueda de nuevos sonidos que alimenten el estilo de Witchskull como en la constante "The silent place" que logra moderar la fuerza áspera del fuzz para ofrecer espacios que permitan mirar hacia el otro lado de la muralla de sonido.


Tampoco es un secreto que Witchskull tendría que ofrecer en su tercer álbum temas clavados en su demonología como en sus materiales anteriores, y éso lo podemos escuchar de manera clara en "Baphomet's child" con sus insistentes rasgueos ahogados en maldad mientras habla del hijo del maldito. Un riff entrecortado y contenido nos da la bienvenida en la consistente "March of winter" mientras el bajo de Tony McMahon mantiene su figura de manera estoica, pero dicha melodía resulta contradictoria ante la desbocada armonía que ofrece "Dresden" con aquella cabalgata descontrolada  muy cercana a la salvaje carrera de los jinetes del Apocalipsis.

Aun con lo descrito hasta aquí, A drifwood cross aguarda más sorpresas en su interior gracias a las dos caras de esa misma moneda que lo conforma. El primer lugar escuchamos esas desgarradoras figuras infernales de "The red altar" con su indudable sabor a doom primigenio entre figuras densas y velocidad aletargada que termina derrocado por esa tormenta de meteoritos que salen de las manos de Joel Green al final del track. Por el otro lado nos encontramos con la mística "Nero order", un tema de figura poderosa que es matizada por la banda a través de un juego de intensidades que se convierte en una delicia mientras ofrece ese fundamental encuentro contradictorio entre la rabia del ruido y el poder del silencio.


A drifwood cross inicia su trayecto tortuoso a través de la infecciosa "Black cathedrals", un tema de riff construido en base a acordes concretos que invitan a unirse al baile macabro del aquelarre que se desarrolla en su interior. La guitarra de Marcus De Pasquale sabe romper con la figura hipnótica que mantiene el resto de la banda, pero es inevitable caer en el embrujo de la áspera melodía mientras se levanta el obscuro recinto frente a nuestra mirada con su sabor maldito. Un explosivo solo de guitarra es expulsado por las bocinas mientras el aposento maldito comienza a desquebrajarse hasta que el ritmo decae en una aletargada y sombría danza macabra.


Los espacios se empiezan a abrir tras el virus pandémico, así que la oportunidad de escuchar el A drifwood cross sobre los escenarios se ha vuelto a abrir, la posibilidad de saber cómo se escucha en directo un álbum polifacético dentro de aquella esencia que ha mantenido el trío de Canberra de sus inicios. El equilibrio entre estruendo y sigilo ha logrado crear un disco atractivo, adictivo y alucinante dentro de la escena del hard rock heredero del antiguo doom, pero el mayor valor del último material discográfico de Witchskull se encuentra en esa magia negra que se resguarda en cada uno de sus rincones sonoros mientras el sonido desgarra los tímpanos sin piedad...


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